La multa de 197 mdp impuesta a Morena por el desvío de recursos desde un fideicomiso creado para supuestamente ayudar a las familias damnificadas por los sismos de septiembre pasado, es una muestra de que la moralidad no es igual a la política. Se trata de una acción que resulta de la investigación que llevó a cabo el Instituto Nacional Electoral con elementos jurídicos. Ese dinero, estimados lectores, nunca llegó a las familias que perdieron sus casas, sus pertenencias y en muchos casos a sus seres queridos también.
El 19 de julio pasado en su cuenta de Twitter, apenas se difundió la noticia, Andrés Manuel López Obrador señaló: “La multa impuesta por el INE a Morena por 197 mdp es una vil venganza. No existe ningún acto inmoral con el fideicomiso a damnificados por el sismo. Nosotros no somos corruptos ni cometimos ilegalidad. Por el contrario, buscan enlodar una acción humanitaria. Acudiremos a tribunales”. Es interesante cómo la autoridad electoral cometería una vil venganza al ganador de las elecciones acostumbradoba los arrebatos, síntoma de su autoritarismo cuando ni siquiera ha tomado las riendas del poder.
El consejero electoral Marco Antonio Baños aseguró quel el INE avaló un acuerdo para sancionar a Morena: “Aquí no se trata de vilezas, se trata de evidencias, se trata de pruebas y se trata de documentos que formalmente han sido discutidos en sesión formal del INE”, dijo Baños en entrevista. Explicó que el INE aprobó una resolución que pone en “blanco y negro” lo que ha ocurrido con ese fideicomiso, y se sostiene que hay al menos 44.5 millones de pesos que ingresaron de forma irregular. “Son depósitos en efectivo que están acreditados con diversos videos, en los cuales se ven como las personas hacen el depósito por sumas de hasta 50 mil pesos, y se vuelven a formar y vuelven hacer otros depósitos”, indicó. ¿A dónde fueron a parar esos depósitos?
Por su parte, el consejero Ciro Murayama, afirmó que los partidos políticos no son parte de la beneficencia pública sino que buscan el poder político, por lo que Morena incurrió en una violación a la ley al usar recursos públicos como dádivas, además de que no se comprobó el destino de estos apoyos. Se creó un fideicomiso que no rindió cuentas a nadie y que solo se usó mediáticamente.
¿Qué sucede cuando quien se propone como el único distinto en medio del pantano de la corrupción mexicana también privatiza el dinero público y lo asigna discrecionalmente? No solo eso, ¿qué pasa si se trata del partido del presidente electo y de una iniciativa de él?
Queda claro que el ciclo político tiene momentos distintos, por un lado las campañas y todo lo que se dice en medio de ellas. Y por otro, el proceso legal que tiene tiempos y reglas precisas. Este proceso es el que llevó a que 10 de los 11 consejeros que integran el INE sancionaran a Morena. ¿Hay en esta mayoría de razón un sesgo de vileza en contra de lo que AMLO califica como un triunfo abrumador en las elecciones? No lo creo. Se da la calificación de un acto ilícito, más no una venganza.
El gobierno que AMLO prometió en campaña tiene una filosofía: acabar con la corrupción. Aunque nunca dejó claro cómo, solo su metáfora sobre barrer las escaleras de arriba abajo, esa es la dirección que nos propuso a los mexicanos. Cabe preguntarse cómo hacerlo posible con un escándalo de esta magnitud. Además de AMLO, su representante ante el INE, Horacio Duarte, ha amenazado que por esta acción los consejeros electorales actuales tienen sus días contados en el instituto. ¿Lo dijo él o AMLO a través de él? ¿Quiere controlar a un órgano autónomo del Estado mexicano que ha costado tantos recursos en la organización de las elecciones federales desde los noventa?
En una democracia las reglas son claras y conocidas por todos. Morena violó las reglas del juego y ganó la elección presidencial con amplia ventaja. Conviene preguntarnos qué futuro tendremos con un gobierno de Morena que desconoce las reglas y nos pretende imponer su propia versión de la realidad. No solo eso, qué sentido tiene una cruzada contra la corrupción que empieza con un gran acto de corrupción.
El populismo es un mal porque vuelve fáciles los procesos políticos que son difíciles. No solo eso, vende soluciones a la medida de los problemas. Hace que quienes están justamente enojados se vuelvan irascibles y dejen de considerar los hechos y la realidad. Creo que este acontecimiento pone en perspectiva el difícil proceso que nos espera los próximos seis años. A quienes actuaremos desde una oposición constructiva nos convoca a cerrar filas para no permitir que el autoritarismo vuelva a gobernarnos y que sean los buenos ejemplos y prácticas, los hechos, los que demuestren nuestra solidez política. Y en el caso de quienes crecimos en el PRI nos mueva a reconstruirlo desde las bases, para enfrentar a la corrupción y a la demagogia que hoy se demuestra: es parte del sello de López Obrador y su partido.