Elecciones: un asunto de 40-40-20: Moisés MOLINA

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“… la imagen del candidato y las propuestas conectadas a beneficios para los electores, se vuelven más importantes que la ideología, que el dinero; que los ataques, tácticas e incluso, que el poder del partido mismo. Quienes reaccionen con ideas prácticas basadas en una estrategia que contemple estas nuevas diferenciaciones en las actitudes de los públicos, incrementarán su influencia a diferencia de los que sólo esgriman formulaciones ideológicas u ocurrencias creativas o emotivas”

C.F.R

 

 

 

ELECCIONES: UN ASUNTO DE 40-40-20

Hurgando entre mis archivos -práctica de sepulturero y desenterrador-, me encontré con uno que amablemente nos compartió Carlos Flores Rico en uno de esos cursos para Directores de Estrategia en el CEN del PRI. Para aquel momento el libro aún no era publicado y lo bebimos en exclusiva, en su versión electrónica a través de la pantalla luminiscente. Su título era revelador y muy pertinente para el momento que estamos viviendo en 14 estados del país incluido Oaxaca:”DE ESTRATEGIA Y ESAS COSAS PARA GANAR ELECCIONES”. Confieso que no he indagado si el texto llegó a manos de alguna editorial.

Aunque Flores Rico tiene, político como es, muchos detractores en el mundo académico y no obstante podamos, con razón o sin ella, apilar autores con opiniones más autorizadas sobre el tema, no podemos negarle al tamaulipeco la superioridad que dan las visitas recurrentes a la línea de fuego, al terreno de los hechos, a las campañas político-electorales en México.

Probablemente usted –amable lector- no conozca la naturaleza del comportamiento del electorado, la segmentación del 40-40-20, popular entre los estrategas político-electorales. Se la explico para que tenga más claro, sin que sea definitivo, quiénes pueden ganar estas elecciones en el municipio y distrito donde usted votará.

Existe entre los electores con credencial de elector en mano, un 40 por ciento que se reparte en fidelidades a los partidos políticos. Todos los partidos conservan, por mínima que sea, una base (llamada por la mayoría voto duro) que le es leal, que pase lo que pase, no cambia y mantiene con cada elección, el sentido de su voto. En ese 40 por ciento cabe el voto duro de todos los partidos políticos, probablemente sea usted parte de él.

Otra proporción igual se compone de quienes apáticos, se despreocupan de todo cuanto tenga que ver con elecciones y no votan. Es el 40 por ciento de los abstencionistas, esos que nunca o rara vez votan.

Y el 20 por ciento restante, que es a quienes podemos decir van dirigidas propiamente las campañas; ciudadanos participativos que siempre o casi siempre votan, pero no en el mismo sentido. Son ellos quienes, probablemente como usted, definen las elecciones. En ocasiones –cada vez menos- votan por el partido, a veces por el candidato, sin importar el partido que lo haya postulado; una jornada electoral votan rojo y a la siguiente azul o amarillo. No tienen compromiso (ya no digamos ideológico) de ninguna índole y el sentido de su voto depende de las más insospechadas razones.

El hecho de pertenecer a este privilegiado 20 por ciento no implica que razone su voto, que compare opciones, que investigue y contraste; implica solamente que su voto irá conforme a lo que cree más conveniente o responda mejor a sus intereses.

Buena parte del 40% inicial, del voto duro, ha emigrado hacia este segmento. Se hace portador de un voto de conveniencia, de inconformidad o de castigo. Cada vez son más conocidos los casos de “militantes” -hasta distinguidos- de los partidos políticos que, inconformes, no le entregan a “su” partido el voto. Pueden estar inconformes con el partido, con el candidato o con ambos.

Pero se supone, al límite de la ortodoxia, que son los que pertenecen a este quinto final los destinatarios de toda esa parafernalia que llamamos “campaña electoral”

¿Se ha preguntado –amable lector- qué es una campaña electoral como las que estamos afrontando candidatos y electores? Si es usted acucioso, convendrá conmigo en que no es otra cosa que un ejercicio de comunicación. Un proceso en que, medianamente, si se quiere seguir el modelo propuesto por el lingüista ruso Roman Jackobson existen los siguientes elementos: emisor, mensaje, receptor, referente, código, canal y retorno; algo qué decir, alguien que lo diga, cómo decirlo, a través de qué medio decirlo y alguien que reciba el mensaje como receptor o como destinatario. A esta sencilla lógica obedecen los resultados, la determinación de ganadores o perdedores.

Al menos este 20 final, necesita buenos ejercicios de comunicación que le refieran motivación para entregar su voto; espera ser seducido por algún candidato en particular para premiar su esfuerzo en las urnas.

¿Qué están haciendo a este respecto las candidatas y los candidatos?

Del epígrafe de esta columna podemos tomar parámetro y juzgar. Los candidatos ¿le han seducido? ¿Ha encontrado en las campañas que estamos viviendo coincidencia con lo aquí planteado? ¿Han sido eficaces ejercicios de comunicación? ¿Le han servido a usted los mensajes emitidos? O, a partir de esto, ¿infiere usted que han sido carnaval de ocurrencias y descalificaciones?

Una campaña electoral debe reforzar el apoyo de las bases y conseguir el despliegue entre los que no son incondicionales. Es decir, debe motivar a los propios y convencer a los ajenos. ¿A usted le han motivado o convencido? Creo que esta última es la pregunta mágica que usted y solo usted debe responder para sacar de la guantera el resultado de la elección.

El convencimiento, el contraste, el análisis, la ponderación de las propuestas, es decir, su elección racional no se contrapone a los siempre presentes esfuerzos cada vez más organizados de compra y coacción del voto.

Usted está en plena libertad de “agarrar todo lo que le den” y al final votar de acuerdo a los dictados de su conciencia, incluso puede usted no ir a votar o anular su voto. No es que lo anterior sea sugerencia de quien esto escribe. Nada más alejado de ello. Solo señalo posibilidades.

A fuerza del clientelismo, los partidos y los candidatos han ido cavando más profunda su propia tumba, han malacostumbrado a un electorado cada vez más utilitario y convenenciero que les ha tomado la medida. Cuando la imaginación, sustituta de las buena fe y las buenas intenciones, se agotó, vino la peor de las ocurrencias: el clientelismo, donde los electores se asumen gustosamente mercantes en el emporio de la democracia, donde no siempre hay mejor postor y redundantemente, en cada vez más ocasiones, todos los postores son malos.

¿Cómo juzga usted –dilecto lector- las campañas que ve a diario? Comparta su juicio conmigo. Es un placer también leerle.

moisesmolinar@hotmail.com

@MoisesMolina