El precio de los sueños: Horacio Corro Espinosa

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10-horacio-corroLa mamá de la casa andaba de puntitas para no romper el sueño de sus hijos. La mamá sabía que mientras ellos estuvieran dormidos, la casa estaba en calma. Al verlos dormir, se le antojó que nunca despertaran para que no volvieran a sufrir como la noche anterior.

Era costumbre en la familia que antes de dormir, todos juntos se ponían a ver las noticias de la televisión mientras cenaban. En ocasiones alguien hacia un comentario respecto a los que veían. Dentro del espacio dedicado a la nota policiaca, informaron de un frustrado secuestro en la ciudad de México. Pasaron las imágenes del sitio donde habían ocurrido los hechos y mostraban los impactos de bala que habían dado en los cristales de los automóviles. Las imágenes llamaron la atención de todos los que rodeaban la mesa, sin imaginarse que en unos momentos más ocuparía el tamaño de la pantalla la cara del papá de la familia como uno de los secuestradores.

El grito “¡mamá!” de los hijos, fue sincronizado al ver en el aparato de televisión al hombre que el día anterior había salido de esa casa a un viaje de negocios. El hijo de 17 y la hija de 15 años se abalanzaron a su madre en busca de protección. Las lágrimas de la mamá, inmediatamente rodaron por las cabezas de sus hijos. “¡Que vergüenza mamá, que vergüenza!” Eso gritó la hija, y el hijo gritó que jamás volvería a ver a sus amigos ni a sus vecinos, y todo por culpa de su papá.

La mamá, hizo a un lado a los hijos y corrió a cerrar la ventana para que los vecinos no se enteraran de la historia, que por desgracia, ya era conocida por casi toda la ciudad. La hija gritaba sin ninguna timidez. El hijo, se arrinconó y metió su cabeza entre las piernas como tratando de desaparecerse asimismo. La mamá no sabía qué hacer ni qué decirle a los hijos, abrazaba a uno y a otro pero eso no era suficiente. Quería decirles algo pero no sabía qué ni cómo. Quería decirles que tal vez se trataba de una confusión pero para eso tampoco le salían las palabras.

Los vecinos, enterados por lo que acababan de ver en televisión y confirmado el hecho por los gritos de dolor de la familia, nadie se acercó al departamento.

Las lágrimas y la noche vencieron a los hijos. La mamá no pudo dormir preguntándose en ¿cómo serían las cosas de ahora en adelante?

Al día siguiente la familia no quiso salir ni a la puerta, y un familiar les llevó los periódicos con las fotos y las declaraciones del papá: “Traté de secuestrar porque necesitaba dinero para hacerle su fiesta de 15 años a mi hija”. La hija con su respiración ahogada, decía que no necesitaba a un papá secuestrador. –“Creo que lo único que quiso hacer tu papá, hija, fue cumplirte un sueño”. –“Así que tengo que estar muy agradecida con él porque, según tú, mamá, hizo lo que un padre debe de hacer por sus hijos: secuestrar”.

El hijo, desde su rincón preguntó: “Mamá, ¿tu sabías lo que mi papá iba a hacer?” “No, por eso estoy segura que tu papá no es un secuestrador ni ladrón ni mal padre ni mal esposo. Es un hombre honrado que tuvo un sueño, pero ese sueño a toda la familia nos costará muy caro…”

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