Andrés Manuel López Obrador es el político más conocido de México, eso todos lo sabemos. Su lugar en las encuesta no es producto de una campaña exitosa sino de una campaña de 12 años, si consideramos que ésta empezó cuando dejó la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y capitalizó el error de Vicente Fox de tratar de descarrilarlo de la competencia con el caso del desafuero, lo que le permitió una gran proyección en medios y su propia defensa pública en el pleno de la Cámara de Diputados. AMLO salió bien parado del tema y fue a la elección que perdió contra Felipe Calderón por 0.56% de votos. La victimización había resultado en una campaña que casi lo hace Presidente. De ahí en adelante, la víctima perfecta enfrentaba, para sus fieles, a la “mafia del poder” y a todos los males habidos y por haber. Casi un cuento, ¿no?
Sin embargo, lo que hoy se juega México no es ficción y está claro que en la propuesta presidencial de AMLO se repiten los errores que siempre lo han acompañado. Un discurso general que puede convencer a la plaza pero que no es realista, que no parte de diagnósticos sino de sus elucubraciones y fobias. La oratoria es una herramienta, ni buena ni mala, sino una poderosa herramienta que puede ser empleada con distintos fines. AMLO lo sabe y por eso la usa para convencer a quienes están desencantados con el sistema. Hasta ahí tiene sentido su lugar en las encuestas. ¿Pero es una encuesta el reflejo de México? No lo creo, el país es tan diverso que las propuestas de AMLO no despiertan tantas simpatías como se cree. Cancelar el aeropuerto y abrogar las reformas energética y educativa, amnistiar a los criminales ¿Es ese el México que queremos?
En su artículo titulado “El populismo como concepto”, el politólogo francés Guy Hermet señala que: “preocupados por cautivar su auditorio presentándose como autores de milagros inmediatos, los líderes populistas desarrollan un estilo de comunicación política que apunta a satisfacer las esperanzas y a ganar la confianza de una clientela de masa sobre la base de la afirmación absoluta de una realización de sus expectativas sociales si lograran adquirir un poder suficiente”.
Es decir, que para un líder populista no existen las dificultades de implementar una política nueva, sino que todo se va a realizar por arte de magia. Ahí tenemos su declaración en el debate pasado de que la corrupción se va a acabar porque va a barrer de arriba abajo, como se barren las escaleras. ¿Vemos en esta frase una propuesta real o más bien el dicho de una persona que no ha estudiado los problemas del país? La comunicación de masas por encima de la administración pública sin conexión lógica.
El autor continúa: “Lo que es típico del populismo es por lo tanto el carácter directo de la relación entre las masas y el líder, la ausencia de mediación de los niveles intermediarios, y también el hecho de que descansa en la espera de una realización rápida de los objetivos prometidos. No cabe duda de que esta promesa de realización en un lapso muy breve constituye el elemento de definición esencial del populismo, teniendo claro que su inmediatez procede también de su lógica de mediación directa, sin pantallas, sin complicaciones institucionales y sin plazos”. Vemos que AMLO se queja de que lo comparen con Hugo Chávez y sin embargo la línea anterior es consistente con ambos. Chávez le prometió al pueblo de Venezuela justicia a partir de la distribución de la riqueza del país. Hoy Venezuela padece una crisis humanitaria sin precedente y tiene la mayor inflación del mundo, además de violencia en sus calles y la industria detenida. Un país desolado.
Pensemos que el populismo no es una ideología sino una forma de proceder en política. Una forma de actuar y enarbolar un discurso imposible de realizar pero que en un momento y lugar dados tiene efectividad. Pensemos económicamente, ¿qué garantías tendrán los inversionistas de que el país se mantendrá estable con el tipo de decisiones que AMLO ha anunciado que tomará? Los conflictos en un gobierno hipotético suyo generarían efectos negativos para el desarrollo económico y social debido a una mayor incertidumbre, lo que incrementa los costos de transacción asociados a la producción, dado que no se tienen las garantías de que los proyectos puedan desarrollarse adecuadamente.
De ganar AMLO, las inversiones se limitarían, retrasarían y sucederían en condiciones desfavorables para las partes involucradas o simplemente no se realizarían. No hay que ser videntes, ahí está su propuesta de echar para atrás el proyecto del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, que ha sido puesto a prueba internacionalmente y que es indispensable para el desarrollo del país.
Por todo lo anterior, creo que los ciudadanos tenemos aún tiempo para decidir que él no sea quien nos gobierne y que México se mantenga estable económica y socialmente. Es cierto que los discursos pueden encantar el oído de la mayoría, pero el futuro de México no debe ser un cuento lleno de falsas promesas.