El incendiario apodo le viene como anillo al dedo, porque el hombre de Agualeguas nos receta periódicamente mamotretos de tal grosor que solamente “El Pípila” y él serían capaces de cargar. Pesados por dentro y fuera. Autolaudatorios, empeñado en convencernos del patriotismo inmaculado y la eficacia inigualable de sus seis años. Sexenio en que imperó el autócrata más caprichoso y a la vez el mayor prestidigitador de que se tenga memoria. Tozudo, con afanes transexenales, en que contó con la firme fidelidad de Manuel Camacho y Marcelo Ebrard. Todos, afanosos por afianzar por decenios “El Grupo Compacto” que en origen fue comandado por Manuel Bartlet.
Salinas de Gortari, en sus últimos agónicos días, inundó las librerías con una larga, larga, entrevista que en seis entregas le realizaron Ricardo Rocha y Rolando Cordera. Texto y video. Parecía un “pliego de mortaja”, producto de una entrevista televisada !seis días!, a nivel nacional. Pero como la realidad es contundente, demoledora, cuando Ernesto Zedillo, confiado en su Dr. de bisutería, Serra Puche, “le quitó los alfileres a la economía”, sucedió lo que decía la canción “el encanto se rompió”. El “adobe” de Salinas desapareció de las librerías. ¿Dónde quemarían tantos ejemplares? Salinas pasó de ser el “gurú” del neoliberalismo, el “globalifílico” más destacado, el “supersabio” ayuntado con José Cordóba, a “payaso de las bofetadas” Le cargaron el “muerto” el desastre, además de mandar a “chirona” a su hermano Raúl. Además de los crímenes de Colosio y Ruíz Massieu mientras un diputado tamaulipeco, Manuel Muñoz Rocha desaparecía del escenario. Un diplomático mexicano, el valioso Humberto Hernández Haddad informó de su fugaz aparición en tierras yanquis en compañía del expolicía González Calderoni, tiempo después limpiamente eliminado. Los muertos no hacen ruido. Hernández Haddad fue acallado y súbitamente retirado del servicio exterior
De ahí en adelante y por varios años, Salinas vivió el ostracismo dorado en Irlanda. Viajó por el planeta entero para que se olvidaran de sus propuestas de llevar a México, vía el TLCAN al primer mundo a “jugar en las Grandes Ligas”. Sueños guajiros. Se corrieron muchas bromas sangrientas a costa del hombre de Agualeguas exiliado en la Verde Erín. La más socorrida cuando su hijo le informó que en México lo querían mucho y lo esperaban para hacerle un mole de olla. Replicó:
¿Mole de olla? No hijito, me quieren meter en Almoloya
Después de varios años, empezó como duende a incursionar en México. Viajes relámpago que por cierto coincidieron algunos con temblores de tierra que parecían revelar la ira de dioses ignotos. Acudió discretamente a diversos eventos sociales y para los reporteros fue imposible entrevistarlo.
Después ¡fuera máscaras! Inició febrilmente la recuperación de su credibilidad. Topó con varios elementos a favor. La grisura de Miguel de la Madrid y de Ernesto Zedillo, este último apurado por incorporarse a las transnacionales a las que vendió parte del patrimonio nacional en forma de empresas públicas a precio de ganga y la estulticia de Vicente Fox.
“Salinillas”, como lo llamó Fox, fue “tuerto en país de ciegos”. Empezó a atosigar al país con sus “Memorias” que por cierto se rezagaron en ventas y después se encontraban entre libros usados a remate. Muchas páginas para los anacrónicos “boilers”. La verdad, los autoelogios fueron aplaudidos por excolaboradores. Pronto se le olvidó y no conozco alguna referencia de pie de página a ese papasal.
En su protagonismo Salinas visitó Oaxaca y obvio, respaldó al candidato priísta que perdió “la grande” local. Un eufórico istmeño fungió como su chofer. Salinas hoy lanza otro bodrio. Cerca de mil páginas. Pretende solventar sus broncas con quienes fueron elogiadores o críticos sorprendidos en su tiempo por los fuegos fatuos salinistas. El primero Enrique Krauze que se autoidentificó como “historiador de tijera y pegamento”. Salinas le atiza duro y parejo; primero salinista zalamero, más tarde crítico, al arrimarse a Zedillo. Después se ensaña con Jorge Castañeda Gutelman que antes le elogiara y después en su logorrea imparable, formuló críticas que alebrestaron al hombre de Agualeguas. Finalmente ataca a Lorenzo Meyer. Este fue un de los intelectuales que en su tiempo cayó en las redes de “La Araña” Salinas. Le encandiló con sus manipulaciones “modernistas”, su empeño en redescubrir México en escenarios internacionales. Cuando llevó a decenas de invitados a prolongados y costosos viajes por el mundo en que imitaba a la perfección a un jeque de Dubai.
Salinas parece pretender convertirse en el Lope de Vega de la política mexicana; extensísimo en páginas emborronadas, pero servidor del poder-como aquél- al que ansía recuperar. Pero, en tiempos en que la mediocridad impera, en que el PRI no cuenta con ideólogos medianos, en que coincide con el PAN del que dijo Calderón que Castillo Peraza fue el último de sus pensadores, el homúnculo de Agualeguas es la “última coca en el desierto”…de ideas. Esperemos que en una de estas ocasiones nos sorprenda gratamente con sus Obras Póstumas.
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