El nuevo modelo democrático || Joel Hernández Santiago

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Hace años, cuando por décadas predominó el Partido Revolucionario Institucional en el poder político de México, se decía, con todo sarcasmo, que los mexicanos eran tan inteligentes que meses antes de las elecciones para tal o cual puesto, ya se sabía quién iba a ganar.

 

Esto era así por obra y gracia de todo el poder acumulado en la persona de un hombre –el presidente del país- y un grupo político intocable e inmarcesible: el PRI. De ahí salía todo, y aquel que quería ocupar un puesto de “elección popular” tenía que someterse a las reglas de la obediencia, de todo silencio y toda abyección.

 

La ganancia para el político en suerte era su aliciente: el poder, el dinero, la obediencia de súbditos aplaudidores y la vida leve… Porque entonces y ahora se dice que el poder político, de cualquier nivel, federal, estatal o municipal, es seductor y muchos se dejan llevar por él, toda vez que este dure apenas un periodo de mandato, pero suficiente para satisfacer egos y ambiciones.

 

Pues eso. Aquello que uno suponía que había terminado, que ya era historia y que a partir de 2018 los mexicanos viviríamos otra etapa de nuestra historia en donde todo aquello terminaría, se acabaría con la corrupción del poder y para llegar al poder; se acabaría con la improvisación y el engaño, la mentira y el abuso de la fuerza del Estado para beneficio particular o de grupo…

 

… Pues no, como el dinosaurio de Tito Monterroso, sigue ahí, vivito y coleando y mostrando las fauces de tiempo en tiempo para demostrar que hoy vivimos de otro modo, lo mismo.

 

Nadamás échenle un ojo a las famosas encuestas que llevó a cabo el partido Morena para seleccionar a los que serán sus candidatos a gubernaturas o jefa de gobierno.

 

Un procedimiento que –según ellos- es el summum de lo democrático pero que al final de cuentas obtienen los resultados que ya todos conocían porque el gran elector no está en esas encuestas, si en Palacio Nacional, sí en el mandato supremo de decidir quién habrá de ocupar los puestos para su propia perpetuación y obediencia.

 

¿O acaso ustedes creen que de veras Rocío Nahle, impuesta desde Palacio Nacional para ser candidata de Morena al gobierno de Veracruz? –Aunque de momento se le diga eufemísticamente Defensora de la Cuarta Transformación—es la candidata que los veracruzanos quieren para ser gobernados, ella misma que ha sido muestra fehaciente de incapacidad para manejar la Secretaría de Energía del país y que su mérito radica en la obediencia a ciegas de los mandatos supremos.

 

Porque eso es lo que se busca en los nuevos personajes de la galería de Morena: obedientes lacayos que ven al piso mientras reciben órdenes del cómo hacer y qué hacer para esa perpetuación de una 4-T que no ha dado muestras de que el país es ese dechado de virtudes y grandezas que se prometió en 2018.

 

Y ahí está el ganador de la encuesta en Tabasco, Javier May, cuyo mérito es asimismo el de la obediencia y el de ocupar cargos en los que los problemas no tuvieron solución, y en donde se arrasó con vida natural sin ningún recato o sentido de la vida natural, como fue el famoso Tren Maya que ha sustraído recursos de todos y sacrificado a muchos en salud, educación, seguridad…

 

¿De veras cree usted que a Clara Brugada la quieren como jefa de gobierno en la Ciudad de México? Y cuyo único mérito es haber sido alcaldesa de Iztapalapa, una zona popular de gran dimensión y cuyos grandes problemas siguen vigentes, entonces como ahora mismo.

 

Todo se operó de tal manera que, casualmente, ganaron los candidatos ‘sugeridos’ desde Palacio Nacional. Y, bueno, se dice que así ha sido siempre. Y es cierto. Así ha sido siempre, aunque algunos pensamos que de veras las cosas ya serían distintas como se prometió y como nos reprochamos día a día quienes creímos aquel discurso de transformación y de grandeza.

 

Y tan es así que a la señora Claudia Sheinbaum se le quedó la vara de mando en la mano, sin poder y sin mando porque ella creyó que iba en serio eso de que ya podía tomar sus propias decisiones en la conformación de lo que podrán ser su compañía en caso de llegar a la presidencia del país, y propuso a su jefe de policías, Omar García Harfuch, quien por cierto si es muy querido en la capital de México, pero no en Palacio Nacional y por tanto…

 

“¡No me vengan con eso de la vara de mando!” y zaz. Imponen a Clara Brugada para ser la gran defensora de la 4-T y luego candidata a jefa de gobierno de la capital más politizada del país. El tema es que se presagia una hecatombe en esta región menos transparente del aire porque…

 

Probablemente gane en CdMx la abstención toda vez que la señora Brugada no es popular en toda la capital –acaso entre sus enormes huestes a las que les tiene prometido mantenerles sus estatus locales—y, por otro lado, la oposición no tiene un gallo que levante polvareda para ganar CdMx.

 

Pero no importa. El gobierno de la 4-T y Morena suponen que tienen todas las de ganar por su fuerza en el poder, porque tienen todos los aparatos del Estado a su servicio, porque miles de seres humanos están dispuestos a obedecer y callar para garantizar la perpetuación de una Transformación que no tiene principio o fin.

 

Eso de las encuestas con las que se obtuvieron ‘candidatos electos por el pueblo’ es sin duda una vacilada. Igual que antes, aunque no hacían tanta faramalla para intentar convencer a todos de que se hizo mediante un modelo democrático interno.

 

¿Y ese será el modelo democrático con el que quieren ganar la presidencia, las gubernaturas, los congresos? ¿Y los electores? ¿Qué dicen los electores de a de veras, los que tienen voz, voto, criterio, y sueñan con un país en democracia y con libertades y todo cumplido para todos? ¿Dónde estarán ese 2 de junio? ¿Por quién votarán?