En tiempos de la posmodernidad y la posverdad algunos fenómenos siguen sorprendiendo a los observadores de los procesos políticos en todo el mundo. Es el caso de Volodimir Zelensky, un outsider famoso por interpretar al presidente de Ucrania en una serie televisiva, y que ahora cumplirá ese papel en la vida real. Zelenski, de 41 años, le ganó las elecciones presidenciales al veterano Petro Poroshenko, quien tenía cinco años gobernando el país que fue parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Algunas de las causas que se identifican en el triunfo de Zelenski son el descontento por la situación económica actual, los constantes escándalos de corrupción y la angustia por el conflicto en el Este del país, que ha costado la vida a unas trece mil personas.
Los datos previos a la elección presidencial son aplastantes. Según la casa encuestadora Gallup en una encuesta de marzo pasado: solo 9% de los ucranios cree en sus gobernantes, lo que contrasta con el promedio en los países post-soviéticos: 48%, mientras que la media global está en 56%. Mientras que, según esta fuente, a nivel mundial poco más de la mitad de la población aún cree en sus gobernantes, los datos indican que en Ucrania alrededor de uno de cada diez ciudadanos lo hace. Este descontento social se confirmó con la victoria de Zelensky que arrolló a su contrincante con más del 70% de la votación total, un nivel de votación que le otorga un fuerte mandato de la sociedad para resolver los problemas más apremiantes.
Hace tres años, la televisión ucraniana comenzó a trasmitir la serie “Servidor del Pueblo”, que muy pronto se convirtió en una sensación.En la trama, un maestro (interpretado por Zelensky) se convierte accidentalmente en presidente después de que sus estudiantes publicaran en redes sociales sus discursos sobre la política ucraniana y en contra de la corrupción.La serie se convirtió en un espacio para presentar a la audiencia los principales problemas de un país donde sus líderes políticos, incluido el propio Poroshenko, han sido acusados de presunta corrupción. He aquí su principal bandera de campaña. Por otra parte, a su favor jugó su capacidad para hablar tanto en ruso como en ucraniano, lo cual es sumamente importante ya que el Este de Ucrania es en gran parte de habla rusa.
El nuevo líder de un país de gran importancia geopolítica, que debe enfrentar la influencia de Rusia y su líder Vladímir Putin, tiene frente a sí el peso de venir de un círculo ajeno a la política. Aunque cuenta con el respaldo de empresarios y de una base social entusiasta, Zelensky no deja de ser un cómico idealista y no hay ninguna certeza de que pueda llevar a la práctica sus promesas de campaña.
No es el único candidato que ha venido de una trayectoria televisiva. Quizá el caso más famoso es el del ex presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, quien fue actor durante buena parte de su vida. Más recientemente, hace tres años, el pueblo guatemalteco confío en un comediante, Jimmy Morales, para conducir al país centroamericano, en gran medida por el encarcelamiento por casos de corrupción de su antecesor, Otto Pérez Molina. En México tenemos el ejemplo de dos futbolistas, Cuauhtémoc Blanco, hoy gobernador del estado de Morelos, y Manuel Negrete, figura del mundial de México 86 y quien es el actual alcalde de Coyoacán en la Ciudad de México. Famosos por destacar en otras actividades de la sociedad, los outsiders se han convertido en una novedad de la política que parece seguir su curso con el nuevo mandatario ucraniano, quien debe mantener la cercanía de Ucrania con la Unión Europea, además de buscar la paz en el oriente de su país, donde hay muchos habitantes que preferirían ser parte de Rusia.
Desde el punto de vista de la ciencia política, este tipo de fenómenos suscita interés porque detrás de ellos está el hecho de que la democracia como régimen político ha vaciado su significado. Elegir a comediantes o futbolistas como gobernantes no presupone nada malo en origen, son tan ciudadanos como el resto de aspirantes a gobernar una nación, pero evidencia el desgaste de los políticos tradicionales, cuya oferta política ha perdido credibilidad frente a la mayoría de ciudadanos. No olvidemos que éstos son cada vez más jóvenes y están acostumbrados a nuevas formas de transmitir ideas, sobre todo a través del mundo de las redes sociales. De ahí que el asombro por casos como el del nuevo presidente ucraniano tiene orígenes más profundos: la inmediatez, la superficialidad y la predominancia de las imágenes sobre las ideas en una época que desafía a las clases políticas alrededor del mundo.
¿Cómo un actor cómico de serie televisiva, blogger y estrella de Instagram puede ser hoy el presidente de un país tan grande como Ucrania? Muy simple, los tiempos cambiaron y en la era digital comunicar de forma distinta se convierte en la llave de las contiendas políticas.
*Maestro en Comunicación Social y Política