“Erradicar la pobreza no es un acto de caridad, es un acto de justicia.”
Nelson Mandela.
Contemplar Oaxaca con fijeza es una situación semejante a la que se tiene cuando ves que por la calle pasa un rostro hermoso de esos que enamoran, piel canela combinada con unos ojos negros como el carbón y profundos como el océano, miras sus labios melosos y el cabello de seda oscura, y sin querer te cruza por la mente como una estrella fugaz la idea de vivir para siempre ahí, de habitar esa belleza.
Sin temor a equivocarme puedo afirmar que ningún rostro por más bello que sea deja de tener algún pequeño defecto: un lunar, una peca, una verruga en la nariz o una cicatriz. Ese pequeño o gran defecto –depende de la perspectiva- puede despertar un sentimiento ya sea negativo o positivo; eso precisamente es lo que pasa con el rostro de Oaxaca, es hermoso por donde usted decida verle, pero tiene un defecto: es un estado con gran pobreza, según el CONEVAL hace apenas un año existían casi 3 millones de oaxaqueñas y oaxaqueños en pobreza y poco más de 1 millón se encontraba en pobreza extrema.
Muchos han dicho que con Oaxaca se tiene una deuda histórica, que no ha logrado el desarrollo que otros estados poseen porque la federación no le ha invertido lo suficiente para impulsarle, puede ser que esas opiniones sean correctas, lo cierto es que el aumento en la pobreza de Oaxaca no se puede negar.
Todo gobernante que ha tenido Oaxaca asumió su encargo con la gran misión de sacar a Oaxaca de la pobreza o cuando menos contribuir sustancialmente a ello, eso los oaxaqueños lo hemos oído una y otra vez.
Gabino Cué Monteagudo no fue la excepción, ganó una elección con destacada participación ciudadana, las y los oaxaqueños creyeron en él y en su promesa de cambio. Sin embargo, las cifras no mienten entre, Oaxaca 2014 y 2016 aumentó en casi 200 mil pobres, no sólo no cumplió con lo que comprometió, su mal gobierno generó un retroceso significativo: en 2010 cuando él asumió el Poder Ejecutivo del Estado existían casi 2.5 millones de pobres y para 2016 cuando terminó su sexenio le heredó a Oaxaca un poco menos de medio millón más, ¡imagínese usted amable lector!.
Fue una constante durante su ejercicio gubernamental que organizaciones sociales, periodistas, investigadores y sociedad civil exhibieran su falta de compromiso, la ausencia de obras prioritarias, un estado con crisis grave de gobernabilidad, dejaron todos en claro que no hubieron proyectos estratégicos para detonar la economía local sino al contrario la estancaron y aún hay pagos a proveedores que está realizando la administración actual, pero sobre todo resaltaron los impunes negocios que realizaron, los cuales sólo hicieron unos cuantos nuevos ricos, pero dejaron casi una quinta parte de la población más pobre, ¡histórico pandemónium!.
Todas sus tropelías han quedado evidenciadas además por las acusaciones y detenciones que a importantes personajes de su administración les han imputado en lo que va de este gobierno. Razón por la cual me atrevo a pensar que uno de los factores con mayor incidencia en el nulo avance por conseguir cumplir con el objetivo 1 de los Objetivos del Desarrollo Sustentable de la ONU es precisamente la corrupción, ese cáncer del que algunos se atreven a negar su existencia en México, ¡Patrañas!.
Estos son los grandes retos que enfrenta el joven Gobernador, Alejandro Murat. Por un lado revertir este alarmante número de pobres en su sexenio no es cosa fácil. A él se le nota dispuesto, diría hasta incansable, capaz, con perceptible talento, visión, sensibilidad y responsabilidad; ha proyectado, ha planeado, ha ordenado…
Pero, no hay ejecución. Ese es el segundo de sus grandes retos la falta de lealtad y de capacidad en equipo. Reconocemos que hay un buen número de servidores comprometidos y que como el Gobernador se les ve incansables, capaces, responsables. Sin embargo, la percepción ciudadana es que la mayoría están actuando en función de sus intereses personales, de grupo o electorales, lo que menos les interesa es seguirle el ritmo al Gobernador u obedecer sus órdenes.
Otros más están persiguiendo sus objetivos económicos, sólo buscaron acomodarse en el nuevo gobierno para construir una pequeña, mediana, grande o acrecentar la fortuna ya existente. Ese es otro de los grandes retos del Gobernador combatir con eficacia la corrupción que tanto ha lastimado a nuestra herida Oaxaca y que históricamente hemos pedido los oaxaqueños.
Retomando un concepto del Dr. Rafael Alberto Pérez en su Nueva Teoría Estratégica podemos decir que, el Gobernador ha logrado estrategar su gobierno y además ha cultivado las características de la imagen-actitud que Capriotti describe como: dirección, intensidad y motivación; logrando una dirección altamente positiva y motivada por el anhelo de encontrar un terruño con posibilidades de crecimiento personal y comunitario.
Sin embargo, algo anda mal: si los colaboradores que no han podido crear empatía, que no logran ponerse en la misma sintonía que Alejandro Murat, que no comprenden que Oaxaca necesita de su compromiso, siguen generando a través de lo reflexivo y emotivo una percepción contraria en la ciudadanía, entonces la imagen-actitud que hasta ahora tiene el Gobernador sufrirá una tendencia totalmente contraria.
Con todo amor por nuestra tierra deseamos que a Alejandro le vaya bien, y que quienes le rodean entiendan el rumbo que él ha fijado. No queremos que el hermoso rostro de Oaxaca tenga una cicatriz más, tan profunda como la que le dejó el sexenio pasado.
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