Joseph Robinette Biden Jr.o simplemente Joe Biden se ha convertido formalmente en el presidente número 46 en la historia de los Estados Unidos. En medio de un clima de violencia racial y con el antecedente inmediato de la toma del Capitolio por una turba de manifestantes a favor de Donald Trump, Biden, de 78 años, también se ha convertido en uno de los mandatarios más longevos del mundo. Su toma de protesta el pasado miércoles ha sido histórica en varios sentidos. Por un lado, por la falta de un público amplio que es la tradición a pesar del frío de esta época en Washington. Miles de asistentes fueron remplazados por la bandera de las barras y las estrellas debido a la pandemia por Covid-19 coba en este país uno de sus mayores saldos, una cifra que se acerca al medio millón de fallecidos para el próximo mes y millones de contagiados. Por otro lado, esta transmisión de mando tuvo como protagonistas a mujeres poderosas: de la vicepresidenta Kamala Harris, la primera mujer en ocupar este puesto, al impresionante talento de Lady Gaga, encargada de interpretar el himno nacional estadounidense, y Jennifer López, quien envío un mensaje en español a la ciudadanía hispana que ya es el segundo segmento poblacional de la potencia.
Con Biden termina el caótico gobierno de un hombre con tendencias tiránicas: Donald Trump, pero esto no quiere decir que la situación se haya resuelto. Como reconoció Biden en su discurso, hoy Estados Unidos enfrenta una guerra incivil. Tan esto es cierto que por primera vez en 150 años el presidente saliente, Trump, no acudió al evento más importante en la vida política del que hasta hace poco era considerado un país insignia de madurez democrática. En una de sus líneas centrales Biden señaló: “Debemos poner fin a esta guerra incivil que pone a rojos contra azules, el mundo rural contra el mundo urbano, conservadores contra progresistas”. Su diagnóstico es claro: Estados Unidos está partido en dos, entre quienes creen en las teorías de la conspiración y llaman fake news a las evidencias y quienes aspiran a una sociedad con mayores derechos civiles. Entre quienes defienden la idea de una raza blanca dominante, por extraño que parezca en el siglo XXI, y quienes reconocen que esta diferencia no solo es anacrónica sino peligrosa y dañina para la sociedad.
En otra línea de su mensaje, Biden reconoció que el virus se ha llevado tantas vidas en un año como las que perdió Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Una imagen bien construida que dimensiona la tragedia que ha enfrentado nuestro vecino del norte, y que es consistente con la tendencia internacional actual, cuyos impactos en la salud y la economía parecen peores que los de la primera oleada. En sus palabras: “pocas personas en la historia de nuestra nación han sido más desafiadas o se han encontrado ante un momento más difícil que el momento en el que estamos ahora. Un virus no visto en un siglo…”. Es cierto, el principal desafío de la administración Biden será poner freno a una pandemia desestimada desde el primer minuto por Trump, quien incluso consideró a un desinfectante de superficies como una solución en los casos graves, previamente a contagiarse por Covid-19 en plena campaña en busca de su relección.
Biden, oriundo de Delaware, emerge como el gran conciliador que Estados Unidos necesita. Sin embargo, no es difícil afirmar que su posición también lo convierte en el gran conciliador que la arena internacional necesita. Al menos en el hemisferio occidental no podíamos hablar de ese liderazgo, que por otra parte es fuerte y autoritario al otro lado del mundo, considerando el poderío de los mandatarios de China y Rusia, Xi Jinping y Vladimir Putin, respectivamente. Biden tiene la experiencia de cohabitar la Casa Blanca durante ocho años con Barack Obama lo que le da una ventaja formidable.
Los símbolos cuentan. Biden no solo se deshizo de la silla giratoria que ocupó Donald Trump sino que retomó objetos que envían señales desde el despacho oval de la Casa Blanca. En lugar del retrato de Andrew Jackson, el séptimo presidente de Estados Unidos y considerado un populista temprano, Biden optó por el retrato de Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de la nación y prominente escritor, científico y filósofo. El diario The Post señala que el retrato de Franklin tiene el objetivo de representar el interés del presidente Biden en confiar en la ciencia en la lucha contra la pandemia de coronavirus. Destacan por otra parte, los bustos de Martin Luther King y Robert F. Kennedy, dos líderes del movimiento por los derechos civiles que transformó la vida pública estadounidense en los años sesenta. Asimismo, está el busto de la afroamericana Rosa Parks, quien dio pie a aquel movimiento al haberse negado a ceder el asiento a un hombre blanco en Montgomery, Alabama, en 1955, cuando prácticamente cualquier establecimiento y medio de transporte privilegiaba a los blancos.
Probablemente el objeto que más ha llamado la atención por su cercanía con las fotografías familiares de Biden ha sido el busto de César Chávez. Se trata de un estadounidense de origen hispano, nacido en Arizona, quien fue fundador del sindicato United Farm Workers y uno de los más importantes líderes latinos en defensa de los derechos civiles de la gente hispana y los trabajadores del campo, cuyo estatus migratorio siempre ha sido objeto de polémica. Chávez hizo popular el grito de “sí, nosotros podemos”, propuesto por su compañera de lucha Dolores Huerta y popularizado a nivel mundial durante la primera campaña presidencial de Barack Obama en 2008. Estos símbolos no son solo mensajes para los medios masivos y las redes sociales; plantean un estilo de gobernar muy distinto, que rompe con el populismo trumpista y anuncia el sello distintivo de la era Biden.
Biden arrancó su gobierno firmando una quincena de órdenes ejecutivas para revertir el saldo de su antecesor. Además de dar un giro de timón a la estrategia para frenar la pandemia por Covid-19, Biden retoma la protección a los llamados “dreamers” y plantea un objetivo de gran alcance: regularizar el estatus migratorio de 11 millones de inmigrantes sin documentos mediante una nueva Ley de Ciudadanía 2021. Finalmente, no hay más que celebrar la reincorporación de Estados Unidos al Acuerdo de París contra el cambio climático, lo cual vuelve a posicionar a la potencia en el compromiso de reducir los gases contaminantes, que Trump había desestimado y denigrado. Así, comienza una nueva era, en la que el centro está en la igualdad de derechos y en el uso de la evidencia para la toma de decisiones, como principio para proyectar un nuevo liderazgo ante un mundo que vive sus días más aciagos.
@pacoangelm