De los 33 millones de migrantes mexicanos que viven actualmente en Estados Unidos, un gran número fueron llevados por sus padres cuando eran niños, es decir, la decisión de vivir y permanecer en el vecino país del norte no fue tomada por ellos.
Estos niños mexicanos inmigrantes construyeron su propia historia, fortalecieron redes sociales, fueron a la escuela, aprendieron el inglés y lo hicieron suyo; conocen y han escuchado hablar de México por sus padres que solo en la casa hablan español y rememoran las costumbres de sus comunidades originarias, muchas de las veces su anhelo de conocer la tierra de sus ancestros se ve imposibilitado por su calidad y estatus de inmigrante, ya que abandonar los Estados Unidos sería una salida inminente sin regreso.
Estos jóvenes “Dreamers” son idénticos e igual de competentes que cualquier joven estadounidense; la única diferencia es un papel, un documento. La mayoría de los Dreamers no regresará a México, aunque la identidad cultural con nuestro país es fuerte nunca regresarán a nuestro país a menos que sean deportados. Muchos mexicanos Dreamers hoy son profesionistas, comerciantes, empresarios y políticos en Estados Unidos.
¿Qué tanto estamos dispuestos a aprovechar la oportunidad para generar apoyos y mecanismos de vinculación con estos jóvenes más allá de falsos nacionalismos o de políticas oportunistas? La era Trump representa un riesgo para estos millones de jóvenes, México no puede permanecer como espectador y nuestro Servicio Exterior debe aplicar la diplomacia en beneficio de nuestros mexicanos radicados en la Unión Americana. Se trata de la red consular más grande, fuerte y poderosa que tenga un país en el mundo, con cincuenta sedes en las que se puede asesorar a nuestros Dreamers y brindarles herramientas para enfrentar las equivocadas decisiones del Presidente de los Estados Unidos.
El gobierno de México tiene la obligación de coadyuvar a que los jóvenes Dreamers se conviertan en actores clave en políticas de empoderamiento para la comunidad mexicana en Estados Unidos. Una gran comunidad que encuentra nuevas formas de expresión y emprendedurismos, jóvenes capaces de transformar el mundo derribando muros absurdos de intolerancia y racismo. El propósito debe ser empoderarlos al fortalecer su sentido de identidad y renovar el orgullo por su patrimonio cultural. Su gran ventaja es aquello que los distingue, su multiculturalidad construida entre México y Estados Unidos.
En Oaxaca nos sobran ejemplos de talento bien encauzado, que ha sabido salir adelante y triunfar allende nuestras fronteras. Jóvenes que triunfan en universidades de clase mundial como el Massachusetts Institute of Technology y que demuestran la gran capacidad que tenemos. Es el caso de Ricardo Pablo Pedro, de 26 años, quien rompió una frase de la comunidad indígena de La Mina en Tuxtepec: “naces pobre y mueres pobre”. Sin embargo, la capacidad, el esfuerzo y sobre todo la disciplina, han llevado a este químico egresado de la UNAM a estar por egresar de la que es considerada la mejor universidad del mundo. Ricardo nos recuerda que es el conocimiento la llave maestra de eso que llamamos éxito y que a veces no alcanzamos a medir correctamente.
A nuestro paisano le interesa concretar donaciones para su comunidad de origen que mejoren la educación, así como elaborar un manual para que estudiantes mexicanos puedan adquirir mejores estudios en el extranjero. Esto habla de la vocación de servicio que acompaña al talento en una disciplina tan compleja como la química, llena de retos y misterios por descubrir. Él no es un dreamer, pero ilustra el esfuerzo de miles de dreamers oaxaqueños, mexicanos y de otros países latinoamericanos, que engrandecen a un país en el que no eligieron vivir, y que no merecen ser despedidos de él por los delirios de un tirano. Ricardo Pablo Pedro y ellos nos recuerdan que frente a la adversidad nuestras mejores armas son el conocimiento, la valentía y los sueños que sí se hacen realidad.
*Director General del ICAPET Oaxaca