Diplomacia en tiempos de crisis, honrar el valor de la política exterior: Francisco Ángel Maldonado Martínez*

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El racismo y clasismo son dos males de nuestro tiempo. Afortunadamente, arribamos a una época marcada por nuevas tecnologías de comunicación que ponen en evidencia a quienes se expresan desde estas conductas lastimosas para la sociedad. Hace unos días en el programa “Es la hora de opinar” que conduce Leo Zuckerman, Jorge Castañeda, canciller de México entre 2000 y 2003, ofendió al pueblo de Oaxaca con sus comentarios. Se refirió a un episodio de su vida personal, en el que su hija egresada de la carrera de medicina realizó su servicio social en, lo que dijo, es un “pueblo horroroso de Oaxaca”. Se refería a Putla, un municipio de profundas tradiciones ubicado entre la Mixteca y la Costa oaxaqueñas.

 

Castañeda se desempeña desde hace algunos años como profesor en la Universidad de Nueva York. Sería interesante saber la opinión de las autoridades de esa casa de estudios respecto a los comentarios vertidos por quien en su momento representó a nuestro país ante el mundo. Queda claro que la diplomacia, más que una disciplina de estudio es una tradición que se aprende en la práctica. Sin aprecio al mosaico cultural al que se pertenece, ningún ciudadano puede aspirar a desempeñarse como canciller. México es el cosmopolitismo de su capital, pero también es el paisaje rural, profundo, lleno de contrastes, donde la gente sale adelante con esfuerzo a pesar de las condiciones históricas de marginación y pobreza. Habría que recordarle a Castañeda que un claro ejemplo de esa superación valerosa es el de nuestra paisana Yalitza Aparicio, que ha triunfado en la industria del cine a base de talento y se ha convertido en un símbolo de la lucha de las mujeres por un mundo más equitativo.

 

Frente a los insultos de Castañeda, hay que reconocer al Gobernador Alejandro Murat y al Congreso del Estado por reclamarle respeto por nuestras comunidades. El mensaje del Gobernador fue contundente, “Ex canciller @JorgeGCastaneda, dejando el clasismo de lado, estoy seguro que ha conocido lugares maravillosos en el mundo, pero ninguno como #Oaxaca. Conozca Putla, cada pueblo es único, le aseguro que se maravillará con su cultura milenaria y riqueza en tradiciones”.

 

Después de ser reconvenido también por el presidente de la República, Castañeda publicó un artículo en la revista Nexos en el cual acepta disculparse solo con los habitantes de Putla por lo que denomina una “opinión estética crítica”, y pide al presidente disculparse con las y los mexicanos en Estados Unidos por su visita de trabajo la próxima semana a la Casa Blanca, donde sostendrá un encuentro con Donald Trump. El ex canciller, de pronto, se olvidó de la función y trascendencia de la política exterior, que principalmente realizan y tiene lugar entre jefes de Estado y de gobierno. El argumento de Castañeda es tendencioso porque solo recupera la posición de la bancada latina en la Cámara de Representantes, y señala que ni siquiera la bancada judío-americana en el pasado se ha pronunciado en contra de la visita de un primer ministro israelí. Compara peras con manzanas.

 

En el contexto inédito de crisis que enfrentamos, no hay más que celebrar la visita del presidente de México por una razón elemental: somos parte de una región económicamente integrada y más que nunca, el comercio entre nuestros pueblos debe mantenerse vivo para solventar, dentro de lo que cabe, la crisis económica creciente. Es cierto que la posición del presidente Trump ha sido constantemente agresiva e indignante en más de un plano, pero también es cierto que sigue siendo el presidente de los Estados Unidos. Asumir que el plano electoral futuro debe determinar una visita de trabajo de López Obrador que se ha aplazado en los últimos dos años, como presidente electo y constitucional, es asumir que la política exterior no tiene su propia esfera de acción, y que depende solo de preocupaciones inmediatas y del contexto conflictivo entre partidos políticos. El error de invitar a Trump como candidato en 2016 no equivale a visitarlo en calidad de presidente de nuestro principal socio comercial, justo cuando el TMEC ha avanzado en su implementación.

 

Castañeda pretende desviar la atención de su falta de respeto y le pide al presidente de México una disculpa por la diáspora mexicana en los Estados Unidos, cuando como canciller no impulsó una agenda de trabajo en este rubro, ni promovió encuentros entre Vicente Fox y nuestros paisanos. Esta agenda sí existe y hay que reconocer que quienes la impulsan son valerosos migrantes, que no pierden el cariño, menos el respeto, por sus lugares de origen. Nuestros paisanos aman profundamente a su tierra a la distancia, los de Putla, los de Oaxaca y los de todo México.

 

Vale la pena dimensionar el reto de la política exterior, que tuve el privilegio de conocer cuando fungí como Delegado de la Secretaría de Relaciones Exteriores en Oaxaca. Honrar la diplomacia es meditar en el papel de quienes han proyectado a nuestro país en el mundo. Uno de ellos fue un eminente oaxaqueño de la generación liberal de Juárez. Matías Romero entendió bien la dinámica del sistema internacional de su época, conocimiento que acrecentó en los años de la convulsión política en México y Estados Unidos. Fue leal a Juárez en su gobierno errante. Al triunfo liberal, en 1862, con tan solo 25 años, fue designado por Juárez ministro plenipotenciario en Washington. Fue tan eficaz, que después formó parte del gobierno de Porfirio Díaz. Murió en Washington siendo embajador de nuestro país. A sus funerales acudió William Mc Kinley, presidente de los Estados Unidos. Desde 1974, el instituto de formación de las y los diplomáticos de carrera en la SRE lleva su nombre.

 

Desde la antigüedad, ser embajador representaba honor y capacidad; era sinónimo de distinción eminente. Los embajadores de las potencias europeas debían evitar la guerra y defender los intereses de sus países mediante la persuasión. La diplomacia es una tradición, pero también un sistema. Hay protocolos que deben seguirse para asegurar el éxito de una misión. Uno de los actos fundamentales para fortalecer lazos entre naciones es la visita de Estado entre mandatarios. A veces es sinónimo de amistad, y a veces es señal de fortaleza, de capacidad de negociación aun en condiciones de desventaja. Recordemos que no hay país pequeño en el ámbito de las relaciones internacionales. Lo que sí hay son hombres pequeños, que no ven más allá de las cuatro paredes que habitan y que demuestran un frustrado complejo de superioridad. Así, Castañeda habló por partida doble desde la ignorancia que no se esperaría de una persona con su trayectoria. No aprendió que ciertos títulos, como el de canciller, deben honrarse toda la vida.

 

*Director General del ICAPET