Después de la carta: Moisés MOLINA

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Con el rediseño institucional de la justicia electoral mexicana en 1996, la calificación de las elecciones federales pasó a ser cuestión eminentemente jurídica. Antes de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación dejara de ser organismo constitucional autónomo para convertirse en tribunal especializado del Poder Judicial de México, la instancia encargada del acto final del proceso electoral era la Cámara de Diputados erigida en Colegio Electoral, haciendo de la calificación de la elección un acto esencialmente político.

 

Llegamos a la antesala final del proceso electoral 2011-2012 con normas constitucionales y reglamentarias suficientes y adecuadas para un Tribunal Electoral fuerte y ampliamente legitimado que imparta justicia y conceda razón y “sin razón” a las partes en conflicto.

El IFE cumplió su papel y declaró ganador de la elección a Enrique Peña Nieto y la única salida que le queda a “quien probada y reiteradamente  ha sido un mal perdedor”, según el dicho de Pedro Joaquín Coldwell, es, después de haberse recontado más de la mitad de los votos emitidos en la elección presidencial, la desesperada exigencia de que se anule la elección.

El magistrado presidente del Tribunal anunció con anticipación, “irresponsablemente” para algunos, lo que parece obvio: “nadie ganará en la mesa lo que no ganó en las urnas” y es solo cuestión de tiempo para que Enrique Peña Nieto sea, con todas sus letras, Presidente Electo de México.

Las consideraciones anteriores y el anuncio de emisión de la convocatoria para renovar la dirigencia priísta que el delegado presidente del PRI en Oaxaca hizo a los medios el 4 de julio, motivaron mi carta del día jueves. (Carta que pueden consultar en www.moises-molina.blogspot.com )

El PRI ya no creo que tenga nada que perder y sí mucho que ganar en Oaxaca con una elección por voto universal de su dirigencia. Personajes de reconocida y probada trayectoria, en base a su experiencia juzgaron que los resultados serían incluso más devastadores que los sufridos el primero de julio. Advirtieron que la división, evidente al interior de parte importante de la militancia, se ahondaría en intensidad y que la reedición de las viejas prácticas de campaña acabarían por hacer al partido aún más impresentable ante la ciudadanía.

Es una verdad que parte de la displicencia de las dirigencias tricolores recayó en la ausencia de un registro partidario, un padrón de miembros credencializados que nos aportara bases para una democracia interna de calidad. No obstante, es mi creencia, que elegir a nuestr@ president@ y secretari@ general en una asamblea de consejeros políticos o en asambleas municipales, redundarían en más de lo mismo y en más de los mismos.

La elección directa por la base militante contemplada, además de las dos modalidades anteriores, en el artículo 10 de nuestro reglamento para la elección de dirigentes y postulación de candidatos, representa según mi punto de vista, una ocasión extraordinaria de abrir el partido a la ciudadanía, para que puedan participar no solamente militantes, sino ciudadanos con credencial de elector que simpaticen con el PRI y quieran aportar un voto por su refundación.

Si los partidos políticos son organizaciones de ciudadanos que compiten en elecciones para conquistar cargos de elección popular, lo adecuado en el periodo de crisis que atraviesa el PRI oaxaqueño,  es abrirlo a todos los ciudadanos que quieran ir a votar por los candidatos de su preferencia para dirigir al PRI en nuestro estado.

No es que, quien esto escribe, piense que existen modalidades más democráticas que otras, pero la elección directa por la base militante es, a todas luces, más incluyente y la inclusión aporta siempre bases más sólidas de legitimidad. La legitimidad es el oxígeno que el partido necesita para volver a ser competitivo.

Más de la mitad de la lista nominal en Oaxaca (56.63%) la integran ciudadan@s entre 18 y 35 años de edad. Jóvenes con credencial de elector que se acercan a la política sólo en elecciones; que reducen (aunque no tod@s) su participación al mero acto de votar y votan cada vez menos por partidos y más por personas. Los partidos no les representan absolutamente nada en la mayoría de los casos. Debe ser mandato moral del PRI abrirse a la generación que ya está aquí y brindarles la oportunidad de participar en un ejercicio inédito en nuestra historia, de elección directa por voto universal de su dirigencia; es una ocasión que si estuviera en mis manos, no desaprovecharía.

Y si a esto sumamos el último reducto de esperanza de los militantes “adultos”, de esos que elección tras elección trabajan apasionadamente y gozan o sufren de igual manera las victorias y las derrotas, que en las regiones están esperando que en el PRI suceda algo grande, distinto, novedoso, nos encontramos con que los priístas necesitan una nueva mística que ya no descanse -porque esos tiempos ya se fueron- en designaciones unilaterales o arreglos de quienes se han sentido “dueños”  de una entidad de interés público, como es el PRI. La visión patrimonialista del PRI se vale, pero ya no para unos cuantos, sí para tod@s. Ya no se trata de que apoyen una causa en forma de una candidatura, se trata de que abracen esa causa, que la sientan nuevamente como suya y que asuman con dignidad y plenitud aquello que ya no les vale de nada: un lugar como  consejer@s políticos o delegad@s a una asamblea, cuando sea el caso.

Los caminos de la democracia interna son vastos y fecundos y hay quienes por diversas y respetables razones no quieren transitarlos y prefieren los atajos. El camino que debemos recorrer en el proceso que se avecina, una vez declarado Enrique Peña Nieto Presidente Electo de México, debe ser del tamaño de nuestra crisis local: amplio, muy amplio, para que quepan los más posibles. Quienes sientan algo que perder, que queden en la libertad de no participar y quienes quieran ganar un nuevo PRI para el futuro inmediato, que opinen, exijan, se involucren.

El PRI que viene ya nos alcanzó. Que ganen l@s mejores.

moisesmolinar@hotmal.com

@MoisesMolina