En la primera semana de junio de este año, en una primera entrega de “Oaxaca después del primero de julio”, lanzamos al aire las siguientes preguntas relacionadas con el papel del PRI para empezar a responderlas una vez que se conocieran los resultados de la jornada electoral:
“¿El triunvirato muratista pactará – o ya pactó- con AMLO y su partido para que AMH pueda concluir su sexenio con menos turbulencias y tropiezos , o por lo menos para llegar al quinto año y entonces ceder el trono a otro yuppie?
¿Habrá rebelión de las bases priístas para ajustar cuentas con el Primer Priísta de Oaxaca y con su dirigencia estatal?
¿Cuál será la relación del gobierno del estado de Oaxaca con el nuevo gobierno federal? ¿De respeto y colaboración, a tono con la viejas costumbres políticas, o se asumirá como un gobierno de oposición y especialmente crítico?” (Noticias, 8-VI-2018).
Las respuestas ahora.
Uno. Es viable plantear como hipótesis de trabajo que el triunvirato que cogobierna Oaxaca sí pudo tender puentes de comunicación con el estado mayor del lopezobradorismo para pactar reglas del juego en donde, a cambio de no “tocar” al gobierno de AMH ( como en efecto ocurrió durante la campaña) y poner a salvo el proyecto transexenal muratista, dejara en libertad al priísmo para llamar a votar por AMLO. Con pleno conocimiento que las tendencias hacia el PRI y su candidato presidencial eran adversas, lo que se comenta en círculos cercanos al priísmo estatal es que la instrucción que se dejó correr desde el Palacio de Gobierno fue concentrar todos el trabajo electoral para hacer ganar al candidato a senador Raúl Bolaños Cué y dejar a su suerte al candidato presidencial y demás candidatos a diputados federales, locales y presidentes municipales.
Y el resultado de la elección presidencial y de senadores difundidas por el PREP- con el 100 por ciento de actas capturadas- es una primera pista a favor de la hipótesis del pacto: mientras José Antonio Meade obtuvo solamente 290 mil 268 votos en todo el estado de Oaxaca, Raúl Bolaños Cué sumó a su favor 360 mil , 386 , suficientes para derrotar a su adversario Héctor Pablo Ramírez Puga que solo alcanzó 250 mil, 152 votos.
Con este resultado el triunvirato obtuvo un doble triunfo: dejó fuera de la contienda para el 2022 a una pieza clave del ulisismo y se quedó con todo el margen de maniobra para, aún con un partido en bancarrota, jugar con su delfín y empezar a medirlo con los primeros aspirantes de Morena y sus aliados para la gubernatura que ya desde ahora están a la vista: por un lado Benjamín Robles Montoya (PT), que ya sueña con la segunda vuelta, y por el otro, Salomón Jara Cruz, como cabeza visible de la nomenklatura morenista.
Dos. Aun cuando ya el exgobernador, Ulises Ruiz, ha insistido que es ya el momento de ajustar cuentas con el peñismo y recuperar “para la militancia”(sic) la dirigencia nacional del PRI, la derrota de su carta fuerte en Oaxaca podría frenar todo intento en el corto plazo de una rebelión de las bases del priísmo regional para desconocer al presidente Jorge González Illescas o, por lo menos, para reestructar la estructura partidista.
Tres. En todo caso, los cambios en la dirigencia del priísmo oaxaqueño estarán en función de los reacomodos que pudieran registrarse a nivel nacional y de la capacidad del muratismo para mutar de lealtades y acomodar su discurso y prioridades políticos al cambio de régimen. Y sin duda que ese cambio de piel será de gran utilidad para que las relaciones del nuevo gobierno federal con el gobierno del estado sean tersas, pero no al grado de que AMLO extienda cheques en blanco ni para seguir permitiendo que persista y se incremente la simulación, opacidad y corrupción en perjuicio del desarrollo de Oaxaca y del bienestar de los oaxaqueños.
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Junio 5 del 2018.