La mascarada nacional es impresionante. Se revelan en cascada los actos de corrupción en todos los ámbitos del sector público. Se rumora que los parientes de Felipe Calderón están al acecho de que MEXICANA “se ponga más barata” evocando a la canción, para adquirirla por las peores artes: las del nepotismo corruptor. En PEMEX, el seudo director de antecedentes pésimos como administrador, revela que invirtió recursos de esa paraestatal en una empresa española, REPSOL, de manera anticonstitucional. No obstante el “negocito” se está cayendo por rechazo de los alpargateros. Cooppel, el Director General, aún alega que no hay objeción alguna en esa transa. En la misma empresa se enjuicia a una burócrata de alto rango y el Director General ni siquiera es mencionado. En la Comisión Federal de Electricidad, se descubre a un empleado segundón que por su colusión con empresarios extranjeros, es “premiado” con un yate, autos carísimos y gastos de maharajá. No obstante esta revelación el exDirector General Alfredo Elías Ayub, que apenas acaba de dejar el puesto, es considerado un burócrata impoluto digno de honores. Finalmente, un empleado menor de la Judicatura, ¡oaxaqueño para acabarla de amolar!, acumula varias centenas de millones de manera ¡inexplicable! La corrupción panista-yunqueta ha alcanzado tales niveles que Elba Esther Gordillo ¡increíble!, la denuncia sin ambages.
Peor. Los funcionarios federales, estatales y aún los municipales, pretenden ignorar que la responsabilidad por peculado, malversación, desviaciones, etc., de sus colaboradores configura corresponsabilidad del titular. Más aún, marginan que la responsabilidad es por omisión o comisión, Es decir, por hacer o por dejar que otros hagan. Los pésimos burócratas de diversos niveles, al descubrirse un hurto a las arcas públicas, se concretan a “deslindarse”. Es así, que el ¡oaxaqueño! Larrázabal Bretón, presidente de Monterrey, se ha “deslindado” de las raterías de su hermano Jonás, al que la avaricia lo llevó a la “panza de la ballena”: la chirona. Moreira, sin poder explicar el “auge” del endeudamiento de Coahuila, se ha concretado a denunciar una “campaña sucia preelectoral”. Su hermano Rubencito tapará la cloaca que creó. Pero en el priísmo aldeano, quedan pendientes como los de Ulises Ruiz, al que parece se le ha exonerado; Fidel Herrera Beltrán el jarochito que “salió loco de contento con su cargamento” y le mueve el tapete al gordito heredero que trasuda y multiplica halagüeñas inserciones pagadas; Ney González que en su minúsculo feudo deja otra carga financiera abusiva; Peña Nieto que tiene en el inefable Erubiel a un buen mozo de estoques…si a Enrique “se le hace la grande”. En el PAN pues ya ni hablar y en el PRD “doña Amalia” ha dejado un “cochinero” de antología; Torreblanca en Guerrero no hizo malos adobes y en fin, la saga horrenda no tiene fin.
En pocas palabras, la corrupción es el signo distintivo de los políticos y los burócratas. Pero tiene su correspondencia: los empresarios están enfangados en ese tremedal hediondo. Sumado al trasiego de narco riquezas, explica el desaliento y la podre que se socializa. Jóvenes sin empleo que buscan en las actividades ilegales mejorar sus vidas…o tener funerales suntuosos.
Hoy, evocando al filósofo de Tréveris, diríamos que: un fantasma recorre el mundo. No es el fantasma del comunismo. Es el espectro de los jóvenes indignados. De los que denuncian y rechazan la expoliación de las sociedades avanzadas por “el 1%” que gozan de todo, mientras la mayor parte de la ciudadanía cada vez tienen menos. Los empleos se reducen, los ingresos se abaten, el hambre reina sobre los países.
Así, responsabilidades y deslindes, integran la misma cara de la evasión de la corrupción que impera. Las responsabilidades no se cumplen. Los deslindes se multiplican. El cinismo en el mundo político, lleva al despeñadero social. Pero no confundamos: no es corrupta la política. Corruptos son una enorme, abrumadora mayoría de políticos. Nuevos ricos, “rastacueros” que pregonan su “democrática honestidad”; los que presumen de populares mientras rechaza al pueblo y al dar la mano a un pobre, usan alcohol para no contagiarse. En Oaxaca, abundan.
Por eso el país debe tomar otros rumbos. Hay que sanearlo. Así sea parcialmente. Para recuperar la confianza en y de los jóvenes. Para abrir nuevos horizontes al país. Antes que los diputados, rémora social, sigan a base de aprobar “gasolinazos”, revelando a que intereses responden. A los de sus partidos que están llevando a la ciudadanía a gritar, como los argentinos:
¡ que se vayan todos!