Desde diciembre pasado, China ha sido el centro de atención global debido al surgimiento de un nuevo y mortal tipo de coronavirus, hoy identificado con el nombre de COVID-19. Esta enfermedad que provoca síntomas respiratorios graves se ha extendido al momento a más de 24 países, convirtiéndose en una seria amenaza para la salud pública internacional. El gobierno chino ha informado de dos mil 641 nuevos casos del virus, lo que representa un avance en términos generales de los contagios gracias a un método de diagnóstico más amplio. Sin embargo, el número total de casos confirmados solo en China supera los 66 mil, según la Comisión Nacional de Salud de este país.
Como si se tratara de una película de terror, el epicentro de la tragedia se ha paralizado completamente. Se trata de la provincia de Hubei, donde las ciudades con una población de más de 60 millones de personas han sido bloqueadas, el transporte suspendido y la vida pública ha desaparecido. La cuarentena en la que se ha visto envuelta la región, principalmente su capital, Wuhan, donde comenzaron los contagios, es inédita y el miedo al virus ha ido en aumento, pues puede provocar neumonía con síntomas como fiebre alta, tos seca, dolor de cabeza y dificultad para respirar. Su periodo de incubación medio es de tres días a una semana, y un máximo de dos semanas.
Al momento, fuera de China se han detectado cerca de 450 contagios en más de veinte países y territorios. Tres de esas infecciones han resultado en muertes: una en Japón, otra en Hong Kong, una tercera en Filipinas y este sábado una cuarta muerte, la primera fuera de Asia, de un turista chino en París, Francia.
De entre los infectados en China, seis trabajadores del sector salud han muerto y mil 716 se han infectado. Esto pone en contexto las labores emergentes y titánicas del gobierno chino para frenar los contagios. El caso más relevante ha sido el del oftalmólogo Li Wenliang, quien buscó alertar sobre el nuevo coronavirus tempranamente, pero fue acusado por la policía de difundir rumores y obligado a retractarse. El fallecimiento del médico por la infección desencadenó una oleada de mensajes de ira y malestar ciudadano sobre la gestión de la crisis. En China las protestas públicas están prohibidas, sin embargo, el coronavirus ha significado un incremento del malestar ciudadano con las autoridades públicas a través de redes sociales.
Este médico de 34 años, casado, con un hijo y en espera de otro, escribió junto con un grupo de colegas de la facultad un mensaje el 30 de diciembre pasado en las redes sociales. En su hospital de Wuhan habían ingresado siete pacientes, todos ellos con síntomas muy similares al SARS, la epidemia causada por otro coronavirus que en 2003 mató a casi ochocientas personas. El doctor Li precisó que estos primeros enfermos tenían relación con el mercado de mariscos Huanan, donde también se vendían animales salvajes. Videos en redes sociales muestran este mercado como un verdadero foco de infección en el que animales muertos como serpientes se encontraban expuestos en los pasillos. No hay que olvidar que una parte de la cocina china desafía los límites de nuestro entendimiento al acostumbrar comer incluso perros, gatos y ratas, además de fauna silvestre a la que se le atribuyen poderes sanadores, como el pangolín y los murciélagos.
Li fue llamado a comparecer por la policía china bajo el cargo de difundir rumores, un delito que en este país puede alcanzar una pena de siete años de prisión. Después de comprometerse a no reincidir, Li continuó atendiendo pacientes hasta que el pasado uno de febrero fue diagnosticado con una neumonía atípica causada por el virus. Él mismo anunció que era portador en la red social Weibo, el Twitter chino. Moriría una semana después.
Este es el alcance de la tragedia que podría incrementar. Incluso está en riesgo la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 previstos para este verano. La amenaza tiene relación con el crucero Diamond Princess, con más de 3 mil 700 personas a bordo y anclado en Yokohama al sur de Japón. Este crucero fue puesto en cuarentena por el gobierno japonés y a bordo hay más de 130 casos confirmados del nuevo coronavirus a causa, presuntamente, de un pasajero chino que descendió del crucero en Hong Kong.
Aunque hasta ahora la mayoría de las muertes producidas por el COVID-19 están entre personas adultas mayores o con problemas de salud crónicos de corazón, también es cierto que no hay hasta el momento un tratamiento efectivo ni una vacuna que permitan detener esta emergencia de salud internacional. La OMS ha declarado a este virus como una Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional, una medida que se activa cuando hay “un evento extraordinario que se determina constituye un riesgo de salud pública para otros Estados a través de la propagación internacional de la enfermedad”.
Por sexta ocasión en la historia, la OMS declara este tipo de emergencia. Las anteriores fueron ante el brote de gripe H1N1 en 2009; ante el ébola en África Occidental en 2014, y en la República Democrática del Congo en 2019; ante el polio en 2014 y ante el Zika en 2016. La OMS emite recomendaciones temporales a los 192 países miembros para contener la propagación de la enfermedad, entre los que se encuentra nuestro país. Afortunadamente en América Latina no hay casos confirmados y los sistemas de salud se mantienen en alerta para evitar cualquier posibilidad de contagio. Hay que reconocer que el Gobierno de México tomó la iniciativa y ha establecido un protocolo de diagnóstico confirmatorio en los 32 centros que conforman la red pública de laboratorios nacionales.
Esto representa una salvaguarda importante, que demuestra que se aprendió la lección de la crisis derivada de la influenza H1N1 que enfrentamos hace una década. Nuestros pensamientos y oraciones para que esta crisis sanitaria se solucione pronto. Ni la enfermedad ni el miedo a ella deben matar la esperanza en una vacuna y un tratamiento adecuados para superarla.
*Director General del ICAPET