Como ocurre regularmente, la cancillería mexicana dedicó una gran cantidad de publicidad para lavarse la cara, ante la ejecución ordenada por las cortes del Estado de Texas, contra el mexicano Edgar Tamayo, y esto a pesar de que el mismo Edgar exigió a México que se mantuviera al margen, ya que no hizo absolutamente nada para auxiliarlo en el momento en que realmente lo necesitaba.
Todos los funcionarios mexicanos alegaron que Estados Unidos no respetó el fallo internacional del “Caso Avena” decretado por la Corte Internacional de Justicia el 31 de marzo del 2004, que de manera clara y fundada en la Convención de Viena sobre relaciones consulares de 1963, precisa que es obligación de los estados firmantes, en el caso Estados Unidos Mexicanos y Estados Unidos de América, garantizar la recíproca asistencia consular a los procesados desde el primer acto de su detención, avisando a los consulados respectivos, para que acudan en la defensa de sus connacionales.
En la perspectiva de los funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores, el fallo era un monumento a la sapiencia de los juristas mexicanos, que mediante un formalismo, harían morder al polvo a los texanos, obligándolos a conmutar las sentencias de muerte decretadas. Era un momento cumbre en que un país con una justicia de prostíbulo como es la justicia mexicana, exhibiría a las cortes populares de Texas y esto, gracias a un tecnicismo de juristas tan efectivo que los mandaría “a volar”.
Para los juristas mexicanos, el ser inocentes o culpables de los delitos, era algo que carecía de importancia. Los grandes procesalistas mexicanos, henchidos de amor a Francisco de Vitoria, ensalzaron la sabia resolución del tribunal internacional, era una victoria indiscutible en el campo del derecho internacional, pero grande fue su sorpresa cuando Texas continuó con sus fatales planes, como si no hubiera ocurrido nada.
Entonces la cancillería mexicana acudió ante el gobierno de Estados Unidos de América, y ante su presidente, para que este diera cabal cumplimiento al fallo internacional y que pusiera en orden a los texanos.
Si el presidente de Texas, George W Bush, se tomó en serio eso de objetar las sentencias de muerte, por violar a la convención de Viena sobre relaciones consulares, es algo meramente irrelevante, lo cierto es que los texanos cuando llegaron a referirse al tema dijeron que en materia de justicia penal, por los delitos de homicidio, el estado de Texas es absolutamente soberano!!! Que a ellos no los obliga “ese” tratado porque el estado de Texas no fue demandado ante el Tribunal de Viena y que Estados Unidos de América, representa al estado de Texas, pero solo en lo que no es jurisdicción del propio estado. En lo de los texanos, solo los texanos.
Esto para nosotros los mexicanos es como un sacrilegio legal, pues simple y sencillamente vivimos en un estado centralista, falsamente federal, donde los estados somos un dócil hato de ganado que sigue el cencerro centralista y totalitario, hasta la mesad el carnicero. No, no entendemos el federalismo, pero si entendemos la demagogia y la gesticulación.
Si para los juristas mexicanos no importa la inocencia o culpabilidad de los sentenciados, para los texanos eso es lo que importa, lo que importa es el juicio del pueblo (jurado popular) expresado en las sentencias, sean de no culpabilidad o de culpabilidad, sean sanciones menores o sean las de muerte. También para los texanos lo que impera es el principio de su soberanía como estado de la unión, en los asuntos que la constitución les reserva y sobre los cuales son los texanos los únicos que pueden decidir.
En México, donde los estados son entidades serviles, marionetas de la federación, no podemos comprender al federalismo.
En México, es incomprensible el soberano desdén con el cual Texas ignora los reclamos de México o del tribunal de la Haya, e incluso de su propio presidente, pues hasta a Barack Obama lo mandaron por un tubo en este caso.
Lo que México debiera hacer, si su deseo es evitar que sean ejecutados, es auxiliar a los procesados que con candidatos a la pena de muerte desde un principio, como lo dijo Edgar Tamayo y no estar esperando a que sean trasladados a la cámara de ejecución, para sacar a relucir su triste papelito de la violación a los derechos consulares.
Claro que esto implicaría tomarnos en serio, y eso, Eso es imposible! México prefiere seguir interpretando papelones de gran héroe, porque eso es lo nuestro, la gesticulación .. y no importa el precio que se deba pagar, aunque sea al precio de la muerte de Ramiro Hernández Llamas fijada para abril de este año o de cualquier otro, por encima de ellos esta el papel de México, a fin de cuentas lo importante es la actuación. Por el momento nuestra cancillería sobrevuela, cual buitre, al pasillo de la muerte en Texas, a la espera de otra gran oportunidad para salir al escenario en el último acto, y robarse el gran “show” mediático de cada ejecución.