Desde hace decenios múltiples estudiosos auguraron la extinción del PRI. No obstante, mantuvo su monolitismo e identidad con el cuento de Monterroso:
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”
El PRI emergió como pacto entre jefes militares levantiscos, ansiosos de suplir a los “Jefes Políticos” de Porfirio Díaz y repartirse el botín nacional. Calles, impuso “las instituciones” sobre los hombres; en rigor, el orden. Emergieron las cuotas de poder, la asignación de gubernaturas, los feudos, el nepotismo y la corrupción; todo, antes que el retorno de “la fiesta de las balas”. El discurso político devino nacionalista ampuloso sobre las “conquistas y banderas revolucionarias”, con un Estado activo en el impulso a la economía. Ante la agresividad del imperialismo yanqui, México aportó la Doctrina Estrada, la tesis de la No Intervención y la libre determinación de las naciones y otras fundamentales en Derecho Internacional. No fue poca cosa. Pero conforme los gobiernos torcían las metas nacionalistas basadas en la Constitución Política de 1917, la sinuosa política interna se apartaba de la ejemplar política exterior. Internamente la política se pudría; en foros internacionales resplandecía México.
El pacto social concretado en la Constitución de 1917 incurrió en el caudillismo y el maximato. Los avances del país se estancaban; la pobreza, el abandono de los campesinos e indígenas en un país rural, amenazaba la estabilidad. En esta percepción radicó la grandeza de Lázaro Cárdenas: o se redistribuía la riqueza y el ingreso en el país o volvería la violencia armada. Eso explica las medidas que transformaron a México con una consecuencia principal: creación de una amplia clase media, emergencia del empresariado pequeño y mediano; la vitalidad de las organizaciones sociales en el campo: cooperativas, ejidos y comunidades. La incomprensión de las clases ricas afectadas al repartir parte de la riqueza que detentaban, era una actitud obvia, reforzada por una intensa propaganda alentada desde el exterior y por la plutocracia local. La Revolución Mexicana fue tipificada como destructiva y creadora de clases parasitarias.
Los efectos del cardenismo fueron definitivos en el crecimiento de la economía. Desde entonces los grupos conservadores se propusieron borrar sus logros. Esa fue la brújula del alemanismo, el salinismo y el panismo; los “neocangrejos” de la postrevolución. El cardenismo aportó las mejores banderas del nacionalismo revolucionario que esgrimió el PRI. Su solidez en el gobierno fue producto de la memoria social de los avances que significaron y pese a su retraso e incluso escamoteo posterior, los movimientos sociales lucharon por rescatarlas. Fue el “cemento” que explica el monolitismo priísta.
Con el imperio de las corrientes de interés, se deterioró la política priísta. La corrupción y el cinismo predominaron. Cuando López Portillo lo auguró ya envenenaba la médula priísta: el corporativismo, la compra del sindicalismo, el secuestro escandaloso de la administración pública, federal, estatal e incluso municipal. Trabajar en la burocracia, para los priístas era obligación de lealtad al tricolor. No se concebía como contraprestación: Implicaba el contubernio y medrar en el presupuesto.
Perduró la mascarada: el discurso nacionalista, democrático, “revolucionario” ¡pero institucional!, en aberrante amalgama, mientras se practicaba la politiquería de la peor ralea. El proceso de descomposición no dejó inmune parte alguna de la estructura del príato. Los intentos por “ajustarse a los nuevos tiempos”, mientras se dejaban incumplidas miles de promesas y las mejores banderas del nacionalismo revolucionario quedaban en la basura.
Salinas de Gortari intentó rumbos ideológicos nuevos. La transformación del PRI en el Partido Solidaridad. Exhumó la idea de Reyes Heroles del liberalismo social. Ambos engendros fracasaron; nadie los recuerda. Pero la gangrena afloró en 2008. ¡Fuera máscaras!, para mostrar la carencia de rostro partidario. Previamente a la XX Asamblea Nacional del PRI, un mediocre político Miguel Alemán Velasco, Coordinador, reconoció:
“cometimos muchos errores, pero sabemos que hay que hacer algo ¿?, urgen soluciones prácticas, no más buenos deseos, discursos y problemas, sino hechos…proyectos a mediano y largo plazo, no a seis años !¡ -El “ideólogo” ignora que mediano plazo, comprende tres años- definir cuál va a ser la filosofía del partido, de qué color ¿ quiénes somos, dónde estamos…vamos a hacer un programa nacional para el campo…a veces dicen que nos estamos juntando ¡! con el PAN”
Aludió a la conveniencia de que el PRI se
“ajuste a la realidad que vive México y transformarlo” y ante la orfandad por la pérdida de la Presidencia de la República y carencia de “línea” dijo “que el ¡chiste!, era ese, que se opinara, que se debatiera y se hicieran propuestas”
Beatriz Paredes dio el hisopazo. Sin debatir, anunció que el PRI “se incorporaba al Siglo XXI y se transformaba en partido socialdemócrata”. La metamorfosis radical que a otros partidos en el mundo obligó a cambiar de nombre no fue controvertida. Dudo que miles de modestos campesinos priístas tengan idea del “cambio de piel”. La Revolución Mexicana de golpe y porrazo se “bajó del caballo para usar la computadora”.
Los observadores preguntan: ¿y qué es de las banderas nacionalistas que enarbolaron, aunque maculadas, los priístas? ¿Qué de la defensa de la soberanía y los energéticos nacionales? ¿Qué de las políticas de industrialización y la autosuficiencia alimentaria sostenidas ¡en el discurso!, durante decenios? ¿Qué de los postulados en política exterior que prestigiaron al país?
Los priístas y su dirigencia, no percibieron que con el agua sucia de la tina “tiraron al niño”. Esto explica que sus precandidatos a la presidencia de la República o al municipio más modesto, carecen de ideas, de mensaje político. Desvertebrados ideológicamente, posan para la televisión y ansían las primeras planas de periódicos; “sus cinco minutos de gloria”. Esto explica que, desde el lopezpotillismo los candidatos y políticos electos estén lejanos de la sociedad y cercanos al centro de poder real: la plutocracia transnacional y la local. La política nacional devino “talk show”.
Peor. En un seminario internacional celebrado en España, a la pregunta de por qué hace 30 años la economía mexicana era el doble de la brasileña y ahora al revés, Beatriz Paredes dijo:
“Lo que diferencia a México de Brasil es que ellos no han tenido
ni a La Malinche ni al Presidente Cárdenas…lo que les ha permitido no tener tantos mitos y ritos y ser más pragmáticos para resolver sus problemas y regular su economía”
Sobre La Malinche veo difícil aceptar que su “maldición” explique algo. Respecto de Cárdenas sorprende que una “agrarista” impugne al presidente y sexenio que significaron un jalón histórico en las metas de la Revolución Mexicana. Aludir a la eficaz “regulación” de la economía por los brasileños, parece añoranza de Paredes de la “segunda generación” de medidas neoliberales que al “ínclito” priísta Carlos Salinas De Gortari no le dio tiempo instrumentar…y promueve con euforia para su concreción por Peña Nieto. Es patético que quienes se dicen herederos de la Revolución Mexicana, como doña Beatriz Paredes, ignoren el papel del cardenismo en la transformación del país, en su industrialización y…en la permanencia hasta su senilidad del PRI en Los Pinos. La corrupción y los crímenes políticos en el PRI aportaron a Fox y Calderón. Son herencia del agónico priísmo. Ahora los tricolores pugnan por La Restauración con el “Brad Pitt Choricero”
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