A un ciudadano, gran periodista: Miguel Ángel Granados Chapa
“Donde menos se espera salta la liebre”, decía mi padre. Saltó en la pradera europea y se ha extendido como reguero de pólvora a muchos países. El incendio revela que la pradera está seca…garante de más inconformidad… y violencia. Pero esta escena se revela en países europeos en que existen amortiguadores como el “paro”. El subsidio por desempleo. En que además muchos de los que iniciaron las protestas de “indignados” eran identificados como “hijos de papá” o como extranjeros que, con empleo alcanzable, mejor disfrutan del “paro” y se pasean a costa del contribuyente europeo. En otras palabras, legiones de jóvenes que no pasan hambre. Pero rechazan el sistema que los margina, que los condena al ostracismo ocupacional en sus patrias.
“Los ocupa” crecen y se extienden como la mancha eruptiva ante las Islas Canarias: ominosas.
Acá en nuestros lares, la protesta juvenil puede tomar rasgos más violentos. Miles, acaso millones de mexicanos que prometía “un bono demográfico” pueden devenir en termitas sociales que destruyan las bases optimistas de los ahítos. Allá reclaman que son “99%”, acá ¿qué porcentaje alcanzarán? Allá hay “amortiguadores sociales” como el “paro”; acá simplemente se les condena al “outsorcing”, a la emigración, a ningunearlos como “ninis” y jugar con el fuego de que se incorporen a actividades antisociales. Acá se reduce el presupuesto para la educación, para la ciencia, para el campo, para la reconstrucción de caminos, para mantener y no elevar los índices de insalubridad. Se condena a los campesinos, indígenas, pescadores, etc., a contemplar un futuro lleno de desesperanza.
En contraste, se eleva el presupuesto para más armas, más soldados y marinos, más violencia “constitucional”. Se llega al sarcasmo de que un representante “popular” panista rechace la reorientación de recursos destinados a armas, para canalizarlos a programas sociales. No. Primero la “guerra” calderónico-panista que es como la historia de Ende “interminable”.
Mientras los grupos políticos panipriístas se aferran a sus posiciones archiconocidas: los primeros a conservar Los Pinos, para seguir en la misma ruta: la “guerra” contra, dicen, los narcos. A sumar otros ¿50 mil?, o ¿cuántos más?, asesinatos en este pobre país nuestro que ya rebasa las cifras sangrientas de Afganistán o Irak. Todo por la decisión de un homúnculo. Por un emperadorcito que pronto ¡pero cuan largos meses aún!, se eclipsará del escenario nacional. Para ingresar a nuestra “Historia de la Infamia” diría Borges.
El PRI, ante la catástrofe nacional se entretiene con dos prospectos presidenciales enanizados ante la realidad. Peña Nieto, sin una idea merecedora de aplauso respecto de lo que haría. Se concreta a pedir “unidad”. Monolitismo. Obvio, en torno a su figura. Para continuar la telenovela que ha escondido la miseria inenarrable de los mazahuas; los que fueron despojados de su agua para entregarla al monstruo del DF. Peña Nieto, desdeñoso ante miles de feminicidios. Lejano del desastre de Chalco, Valle Dorado, Tlalnepantla, etc, sumergidos en la mierda de las aguas negras. Disfrutando de la brisa jarocha, entonces aún sin convertirse en tormenta de balas, mientras los ciudadanos estaban con aguas pestilentes a la cintura. Ensoberbecido por los gritos frenéticos no de partidarias, sino de féminas golosas. ¿Ideas? No. Deseos individuales, colectivizados, merced a los medios comprados con recursos públicos desviados.
Beltrones, sacando de su chistera un bodrio: el gobierno de coalición. Gobiernos sin perfil alguno, desdibujados. Solo creados para guardar “las formas” de gobernanza. Gobiernos donde diariamente los “políticos”, ahora “administradores” se disputan los espacios burocráticos y el presupuesto, como aves de rapiña. A costa del pueblo que rechina los dientes de rabia contenida. Potenciales indignados. El sonorense, aparentemente reflexivo, “coyoteando” los pasos en falso del hombrecito de Toluca. En el olvido sus antecedentes policíacos y su desempeño en el crimen de Colosio. El PRI, que olvida todo, hasta su responsabilidad en genocidios pendientes: ¿alguien recuerda los 30 asesinatos reconocidos de 2006 en Oaxaca? La amnesia del PRI, explica que los verdugos de ayer, ahora se vistan de justicieros. Pero el pueblo no olvida.
Esto nos plantea una disyuntiva: o logramos rescatar algo de esta debacle o el futuro inmediato es cada vez más incierto. Es irresponsable insistir que “en México y Oaxaca no pasa algo”. Por que “nada” no puede acontecer. Ojalá quede tiempo y voluntad social para rescatar algo. Mediante el voto ciudadano: el arma de los pacíficos. Antes que las balas, voten.