2020: frente a la adversidad, esfuerzos compartidos y unidad hacia futuro: Francisco Ángel Maldonado Martínez*

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Hay una teoría apocalíptica que cobró fuerza en días pasados debido a la antigua profecía maya que fechaba el fin del mundo en 2012. No obstante, algunos sostienen que ajustarnos al calendario gregoriano de 1582 provocó que se perdieran 11 días del año, quedando los 365 días que es el tiempo que tarda la Tierra en completar una vuelta al Sol. Al sumar el tiempo de ajuste, hay quienes opinan que en realidad este fatídico 2020 es el 2012 anunciado por los mayas, cuestión que ha suscitado cualquier cantidad de polémicas en redes sociales, entre conspiracionistas y escépticos. No hace falta ser ni lo uno ni lo otro para darnos cuenta que estamos enfrentando un año sumamente complejo en la historia de la humanidad.

 

 

Hemos rebasado la barrera de los 100 días de confinamiento a causa del Covid-19. El reto que ha impuesto a los servicios de salud a nivel nacional ha sido enorme, y sin duda el esfuerzo que realiza el personal médico ha demostrado su valía y dedicación. El distanciamiento social ha producido una nueva normalidad, en la que tenemos que sortear retos laborales y educativos desde casa, con todo lo que implica. Nos hemos acostumbrado a evitar salir por miedo al contagio, mientras otros temores permanecen ahí no porque el mundo se vaya a acabar, sino porque siempre ha estado amenazado por fenómenos que escapan a nuestra capacidad de predecir el futuro. Así, el martes pasado Oaxaca volvió a enfrentar un sismo de gran magnitud, 7.4 grados Richter, según la última actualización, lo que enseguida despertó las alarmas de lo que podría sobrevenir.

 

 

Hay que recordar que en septiembre de 2017 dos terremotos sacudieron al país afectando principalmente al Istmo de nuestro estado. Primero fue a la medianoche del 7 de septiembre, cuando se registró el mayor sismo en la historia de las mediciones en nuestro país, 8.2 grados, y después el 19 de septiembre, cuando la ciudad de México vivió un nuevo episodio de terror, con decenas de muertos y edificios colapsados. En el Istmo, el esfuerzo coordinado por el Gobernador Alejandro Murat permitió que la reconstrucción avanzara con la mayor velocidad posible. El gobierno federal de ese momento respaldó decididamente a Oaxaca y el programa de reconstrucción, así como el de empleo temporal y los apoyos a pequeños y medianos empresarios, permitieron que miles de familias se recuperaran de una adversidad inimaginable. Fueron esfuerzos coordinados que dependieron de un despliegue territorial inédito, con el gobernador y su equipo viviendo por meses en la zona de desastre.

 

 

El epicentro del sismo de la semana pasada se registró cerca de La Crucecita, Huatulco, por lo que afectó principalmente a las regiones de la Costa y la Sierra Sur del estado. Hay un considerable número de viviendas afectadas, así como algunos edificios como la Catedral de la Sierra y la clínica del IMSS en San Juan Ozolotepec. Ante esta adversidad que sucede en medio de una pandemia que ha trastocado la vida social, es preciso reconocer que el Gobernador del Estado ha actuado con celeridad, eficiencia y sensibilidad, trasladándose a las zonas afectadas desde el primer día, y coordinando los esfuerzos necesarios para atender los saldos del sismo. Es innegable la cercanía que ha mostrado con la ciudadanía afectada, al visitarla casa por casa en La Crucecita, tomando nota de las principales afectaciones, junto con servidores públicos del Gobierno del Estado.

 

 

Después de tres días de recorridos en los que también constató los daños en las zonas afectadas, el Gobernador Alejandro Murat envió un mensaje puntual en el que anunció que las y los integrantes del gabinete legal y ampliado acompañarán a las autoridades municipales en las tareas de reconstrucción. La prioridad es proteger a las familias oaxaqueñas, asegurar su alimentación, atención médica y garantizar la seguridad. El censo de daños materiales deberá ser cuidadoso para no pasar por alto ninguna vivienda, centro educativo, hospital o edificio público afectado. En tiempos de dificultades, el mensaje es claro: podemos superar nuevamente la adversidad que impone un desastre mediante la suma de esfuerzos. Si el 2017 demostró esta fortaleza del pueblo oaxaqueño, 2020 no tiene por qué quedarse atrás. Ya se ha emitido la Declaratoria de Emergencia a solicitud del Gobierno del Estado, que comprende a 72 municipios afectados, en los cuales se podrán aplicar recursos del FONDEN.

 

 

En otro orden de ideas, la semana pasada discutimos en este espacio el concepto de fragilidad estatal que han estudiado y medido organismos internacionales como la OCDE y centros de estudio como Fund for Peace. Relacionamos este aspecto con la terrible noticia del asesinato del juez federal Uriel Villegas junto a su esposa en la ciudad de Colima. Días después, un comando fuertemente armado ataca ahora a Omar García Harfuch, secretario de Seguridad Pública de la Ciudad de México. Después del secretario federal en la materia, Alfonso Durazo, García Harfuch es el funcionario de seguridad más importante del país. El funcionario sobrevivió al ataque perpetrado en las Lomas de Chapultepec, aunque recibió tres impactos de bala que lo mantienen fuera de peligro. Se trata del más grave atentado registrado en la capital del país en los últimos años.

 

 

El propio García Harfuch señaló como responsable de este ataque en el que desafortunadamente perdieron la vida dos de sus escoltas y una transeúnte, al Cártel Jalisco Nueva Generación. Estamos ante un escenario similar al que analizamos la semana pasada, que representa un franco desafío al Estado de Derecho en México. Busca intimidar tanto a impartidores de justicia, como a los responsables de mantener la paz y la seguridad pública. Cuando al principio de esta nueva colaboración señalamos la teoría apocalíptica sobre el 2020, además de la descomposición que ha evidenciado la pandemia, producto de nuestros malos hábitos y de las malas decisiones que como sociedad hemos tomado, nos referíamos a la descomposición más lacerante, la violencia que provoca asesinatos, desapariciones y otros delitos deleznables.

 

 

Aunque es difícil, a punto de cumplir la mitad de este año turbulento, no deberíamos asumir una actitud catastrofista ante el futuro. Más bien, es un tiempo para unirnos frente a la adversidad y más que depositar nuestra esperanza en algún mesías, trabajar para superar estos desafíos inéditos que impone nuestra época. Todas y todos podemos contribuir a que el mundo sea un mejor lugar cuando todo esto pase.

 

 

*Director General del ICAPET