Del Zócalo a los Pinos: Raúl Castellanos

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#VibraMéxico. Contrastes y saldos.

El domingo pasado, varios miles marchamos por Paseo de la Reforma para cuestionar y responder al fascista Trump; ya fuere con ingeniosos carteles, una mentada de madre o un “Donald eres un pendejo”, como se leía en la camiseta que portaba un concurrente, quien, al tiempo que empujaba una carreola con su hijo me dijo “por lo menos hay que sacar la pinche frustración”.

Desde la víspera se advertía que algo no cuadraba, la convocatoria a dos marcha con un objetivo común pero diversas en sus consignas, revelaba una velada tendencia a pretender manipular el concepto de unidad, tan invocado y en consecuencia desgastado en las últimas semanas. Paradójicamente, la única unidad posible es la que surge de la diversidad, el respeto y la tolerancia a las visiones que se tengan sobre una misma realidad.

Ejemplo de los contrastes lo fue el debate en redes sociales, Enrique Krauze, tuiteó “marchar proyecta al mundo la imagen de solidaridad frente a Trump; no marchar proyecta pasividad, indiferencia y hasta cobardia”; en respuesta Gerardo Esquivel escribió “dicen que si no marchas el 12 proyectas cobardía. Lo bueno es que la marcha es respetuosa…cuando alguien no está acostumbrado al disenso piensa que cualquier discrepancia es odio, Y no, no es así. Sépanlo”.

Y como si algo faltare, la cereza del pastel fueron las descalificaciones que se regalaron María Elena Morera e Isabel Miranda de Wallace; a lo anterior había que agregar el vació que la izquierda le hizo a ambas convocatorias, con el argumento de que las dos apoyaban al gobierno federal, ya fuera expresamente o de forma sesgada.

Al día de hoy, mucha tinta se ha vertido con respecto al éxito o fracaso de la convocatoria. Es indudable que la inmensa mayoría de los que asistimos, lo hicimos motivados por la profunda indignación que nos provoca el fascista que despacha en la Casa Blanca –la de allá-; no lo hicimos para convalidar, consagrar o vanagloriar al gobierno mexicano, tan carente de contundencia y claridad desde la “visita” de Trump a Los Pinos; mucho menos al Consiglieri Videgaray, caricatura de Arthur Neville Chamberlain, aquél Primer Ministro de Inglaterra a quien Hitler le jugó el dedo en la boca invadiendo Checoeslovaquia, Francia, Bélgica, Holanda y finalmente el Reino Unido, después de haberle hecho “inútiles y humillantes” concesiones; Winston Churchill en sus memorias lo describe como inteligente pero fatalmente ciego, débil e imprudente.

En esa lógica, se entiende con claridad a todos los que no asistieron a las marchas, que sintieron desconfianza o percibieron que los parámetros de la convocatoria los excluían.

Porque vale reflexionar. Llamar a marchar con una actitud de “respeto” –a quienes no han respetado el sentir popular (por decir lo menos) y vestirse de blanco, lleva implícito un componente homogeneizante e intolerante frente al disenso, a lo disruptivo, premisa de cualquier manifestación popular; y con ello no quiero decir que deberíamos haber roto vidrieras o quemado camiones, pero sin duda el domingo hizo falta una gran dosis de adrenalina, emoción, fuerza, vibra, unidad en lo fundamental, que ha sido sello distintivo de las protestas de cientos de miles que han inundado –esas sí- avenidas, plazas y zócalos –incluyendo el de la Ciudad de México- en protesta contra las reformas estructurales, Ayotzinapa, gasolinazos, masacres, tragedias como la de la Guardería ABC; todas nutridas por el abanico tornasol que es México.

Finalmente yo me quedo con dos visiones surgidas desde las antípodas de opinión; “El domingo México no vibro” de Héctor Aguilar Camín; “Esta convocatoria me perece ligera, manipulable, cómoda, pero obviamente respeto a quienes si vayan” –o fueron- Julio Hernández.

Lecciones para el futuro…la lucha apenas comienza…

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh