25 años: la lucha sigue: Raúl Castellanos

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La vida, la nuestra, la de ustedes, la de todos, es un largo y en ocasiones sinuoso camino que vamos construyendo a lo largo de los años. En ellos se acumulan las más encontradas vivencias, producto de aciertos y errores, de intensos momentos de felicidad y otros de adversidad, de amor y desamor, incluyendo efímeras pasiones. De todas se aprende, quizá más cuando la Diosa Fortuna te da la espalda mostrándote la necia realidad de la condición humana. Sin embargo, lo importante es tener la convicción de haber hecho lo correcto, salir fortalecido cuando los que ostentan el poder para sólo satisfacer sus ambiciones y canalizar sus rencores intentan destruirte.

En este devenir hay decisiones cardinales; aquellas que en buena medida definirán tu tránsito por la historia. Todos las tomamos en los más diversos ámbitos. En mi caso, en lo que ha sido mi participación en la vida política hay varias muy trascendentes. De las más relevantes, cuando en 1971, como líder de la Federación Estudiantil de nuestra Universidad Benito Juárez de Oaxaca, logramos en un contexto de gran crispación consolidar una Reforma Universitaria que le otorgó la plena Autonomía a nuestra Alma Mater; otra más fue la de participar desde la oposición en la disputa por la gubernatura de Oaxaca.

Siempre he sostenido que Oaxaca es uno de los estados más politizados del país. Un ex gobernador decía que “en Oaxaca el índice de agostadero es como de veinte mil políticos por hectárea”. A la fecha estoy cierto que el número se ha incrementado geométricamente. Alguna vez un destacado y agudo comunicador y analista político que visitaba por primera vez Oaxaca, me preguntó cómo definía la entidad, a lo que respondí “es un Estado donde la normalidad democrática es el conflicto”; y en efecto, la disputa por el poder siempre ha sido intensa, lo cual es válido, quizá algunas premisas no escritas han cambiado, en ocasiones privilegiando más el encono que la inteligencia, ingrediente fundamental de la buena política.

En este escenario, el pasado fin de semana se cumplieron 25 años de haber sido electo por el Consejo Estatal, candidato del PRD y de la sociedad civil al gobierno del Estado de Oaxaca. Visto aquel momento en retrospectiva, muchas cosas han cambiado. De los actores de la época, la mayoría han emigrado a otras trincheras y algunos –muy queridos y respetables- han partido. Las mismas condiciones de la lucha política se han modificado, para bien en el sentido de nuevas leyes que han equilibrado la competencia; los votos se cuentan mejor. Aunque no comparto la excesiva judicialización de los procesos electorales, la posibilidad de acudir a los Tribunales para dirimir controversias ha frenado y limitado abusos que eran recurrentes.

Sin entrar al recuento de las contradicciones ideológicas, políticas y sociales que imperaban en la época, de la personalidad e intereses de quienes fueron nuestros adversarios (temas que requieren una contextualización mucho más amplia y de los que nos ocuparemos en un texto novelado mucho más amplio que estamos preparando), no deja de ser fascinante recordar la secuencia de hechos, la mayor parte provocados por la Diosa Fortuna, el destino o vaya usted a saber por quién, que me llevaron a convertirme en el primer candidato del Partido de la Revolución Democrática al gobierno de este estado único.

Todo empezó cuando a principios de abril de 1992, acudí a una serie de presentaciones convocadas por el Centro de Análisis Político formado por Jorge Alcocer, en el que se presentarían –decir debatir en esos tiempos sería una broma- a los candidatos a los gobiernos de los estados que renovaban sus gubernaturas aquel año: Michoacán, Zacatecas, Veracruz y Oaxaca, quienes finalmente –todos- mandaron representantes. En el caso de Oaxaca, la convocatoria para registro de candidatos se cerraba el 15 de abril y sólo había ya sido designado el Senador Diódoro Carrasco, por el PRI; el PRD, el PAN y demás aún no lo hacían; así que por el PRI se presentó José Antonio Estefan Garfias, se comentaba el hombre de más confianza de Carrasco; por el PAN Eugenio Ortiz Walls y por el PRD Eloi Vázquez, ambos Diputados Federales.

Las intervenciones se dieron sin mayor controversia. Al término, Eloi (a quien conocía desde los tiempos universitarios) y yo, nos fuimos al Fiesta Palace a platicar y escuchar a Toni Cabral. Recordamos los buenos momentos de las luchas estudiantiles y por supuesto comentamos la elección que se venía en la tierra. En algún momento me dijo “tú podrías ser candidato del PRD. Fuiste líder en el 68, conquistaste la Autonomía, coincides con la izquierda”. Mi respuesta, repuesto de la sorpresa, fue que faltaban sólo unos días para el cierre del registro, se perfilaba como candidato del PRD Héctor Sánchez y no veía como construir una candidatura al interior del partido “donde todo se juega a navaja libre”, le dije sonriendo. Nos despedimos con afecto y con el compromiso de platicar sobre futuras luchas.

Pero ¡oh sorpresa! Faltando tres días para el cierre de registro de candidatos a gobernador, el entonces presidente de la Comisión Estatal Electoral y Secretario General de Gobierno, convocó a una reunión urgente del Órgano Electoral en la que, sin mayor argumento, propuso y por supuesto se aprobó ampliar el periodo de registro 15 días más. El motivo se fue aclarando en los días siguientes. Calculando que el candidato del PRD sería del Istmo, los gurús de enfrente consideraron que por las dudas era conveniente lanzar un candidato de la región por el PFCRN para hacerle contrapeso al del PRD; y pensaron en Alfredo López Ramos, el carismático líder petrolero de Salina Cruz. Sólo que había un pequeño inconveniente, Alfredo era un preso político producto del “Quinazo”, así que había que obtener su libertad para que pudiera competir y eso se llevaría algunos días más, por lo que era necesario ampliar el plazo de registro.

A la mañana siguiente, Eloi me habló y me dijo “ampliaron el plazo de registro. Ya no tienes argumento”.

Al día siguiente me reuní con Porfirio Muñoz Ledo en el Café Tacuba. Fue un espléndido encuentro. Desde aquel día Porfirio goza de mi mayor afecto y admiración. Los días siguientes fueron de gran tensión y adrenalina pura: encuentros con el Ingeniero Cárdenas y el CEN del PRD. En aquellos momentos la capacidad negociadora de Chucho Ortega fue decisiva; largas jornadas con los dirigentes de la COCEI y la UCD fundamentalmente; larga es la narrativa de los puntos finos. Forma parte de mis memorias noveladas. Finalmente se alcanzó un mínimo consenso: el Consejo Estatal reunido en el Cine Oaxaca aprobó mi candidatura. Hoy, como ayer, reconozco a quienes honraron los acuerdos; en especial a Rufino Rodríguez, Polo De Gyves, Héctor Sánchez, Salomón Jara, José María Yañez, Clemente de Jesús y por supuesto a Eloi Vázquez.

Ese día me acompañaron el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, mi entrañable camarada Cuauhtémoc Sandoval, Gilberto Rincón Gallardo, Adriana Luna Parra, Jesús Ortega, Javier González, Antonio Santos, Armando Quintero y muchos amigos y compañeros más.

Paradojas de la política. Quien llevó a la izquierda al gobierno de Oaxaca del brazo de la derecha; persiguió de forma ilegal, inmoral y cobarde al primer candidato del PRD en Oaxaca y vendió y traicionó al último.

A 25 años de mi candidatura a la gubernatura, ha corrido mucha tinta en esta historia. Quienes desde el PRD dimos la lucha por la democratización de Oaxaca, enfrentamos al PRI de Carlos Salinas y competimos por la vía electoral con dignidad y entereza, teníamos claras las múltiples carencias y deudas del Estado mexicano con la sociedad oaxaqueña. Las carencias persisten. Y mientras no se subsanen, seguiremos en la lucha.

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ /@rcastellanosh