Zona de turbulencia: Mario Arturo Mendoza Flores

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Señores Pasajeros: “se les informa que hemos entrado a una zona de turbulencia, por lo tanto se les solicita permanecer sentados y con el cinturón de seguridad abrochado, tan pronto como el avión tenga piloto le diremos cómo hemos salido de ella”. Palabras más, palabras menos, es lo que le dirían a México si en este momento su destino se transportara en un avión, pero como en realidad no es así, lo que debemos es estar atentos a la serie de acontecimientos que a partir de ya, pondrán a prueba la estabilidad y solidez de un sistema –por no escribir avión- que ya parece obsoleto.

 

Con la información que se tiene disponible, puedo aseverar que la zona de turbulencia será más fuerte de lo que en los dos últimos fines de sexenio hemos registrado. Y es que si tradicionalmente el tiempo de espera en el que el Presidente de la República en funciones le hace entrega del Bando Presidencial al electo generaba un vacío en el poder, hoy el hecho de que el Tribunal Federal Electoral no emita su dictamen respecto a la nulidad o no de las elecciones, ha venido a profundizar esa sensación del que se va, ya no le interesa lo que sucede en el país y el que pudiera llegar no puede asumir el control del mismo. De ahí que nuestro transitar sea incierto en los próximos meses, a pesar de que el Tribunal termine por entregar su veredicto en los próximos días.

Y consecuencia de ese viaje sin piloto, hay quienes comienzan a aprovecharse de tal situación tales como los grupos delictivos, los empresarios hambreadores, los políticos deshonestos y por supuesto que no podrían faltar los especuladores. De ahí que en las últimas semanas se hayan desatado feroces enfrentamientos en el centro y en norte del país, donde resulta evidente que el reacomodo de los cárteles y la disputa de las plazas comienza a generar cruentas batallas, donde como siempre el ciudadano es el que recibe sus temibles consecuencias. Son tantos los miles de muertos resultado de la guerra declarada al narcotráfico, que lamentablemente hemos perdido nuestra capacidad de asombro por lo que sucede día tras día en nuestras calles.

Ni qué decir del injustificable incremento al precio del huevo. Resulta a toda luz inconcebible que faltando poco más de tres meses para que concluya la administración de Felipe Calderón, se registren incrementos sin ningún tipo de control gubernamental en las tortillas, en la gasolina y ahora en los huevos. Alguien tiene el malsano interés de aprovecharse de la situación política en la que nos encontramos para obtener beneficios económicos, sin considerar el enorme riesgo social de su ambicioso proceder. Tal parece que se trata de castigar a los más pobres, a los más desamparados, a los que ya están hartos de un plan económico que como hoy lo vemos con toda claridad, sólo ha beneficiado a unos cuantos, mientras que al resto los sigue hundiendo en la más cruel de las pobrezas. Antes en las casas más humildes del país se tenía la opción de recurrir a la típica frase: “aunque sea frijolitos y huevitos, pero comemos”. Tal y como está la situación ahora puro chile y frijolitos habrá que comer. Lamentable y muy riesgoso de que nuestros gobernantes no recuerden que los pueblos se levantan cuando no tienen nada que llevarse al estómago. Pero todo parece indicar que le siguen apostando a ese pueblo indiferente que todo lo aguanta y todo lo soporta, incluido el no comer.

Si a ese malestar de las amas de casa que con desesperación ven que el gasto diario ya no les alcanza, se le viene a sumar la amenaza de un nutrido grupo de simpatizantes del ex candidato Andrés Manuel López Obrador de salir a las calles a manifestarse en contra de lo que ellos califican como la posible confirmación de “un fraude electoral”, pues simple y sencillamente las cosas se complican aun más. Para decirlo de otra manera: hay las condiciones para que esa zona de turbulencia a la que he hecho referencia ponga en verdaderos aprietos la estabilidad del avión en donde nos han metido.

Si algo nos debe tranquilizar y espero que efectivamente así sea, es que contamos con la más altas reservas financieras de las que se tenga memoria, lo que supuestamente deberá permitir soportar los embates de aquéllos que estaban acostumbrados que cada seis años se hacían más ricos en unas cuantas horas al comprar divisa verde y con ello debilitar la de ya de por sí nuestra frágil moneda. Si algo medianamente ha permitido cierta estabilidad en los últimos años, sin duda que han sido niveles de inflación de un solo dígito y una depreciación de nuestro peso más o menos controlado, por lo que si algún maloso está pensando en que es el momento de hacer lo contrario, habrá que decirle que le estaría jalando los bigotes al león que ha permanecido dormido.

Y como en todo fin de sexenio, hoy vemos a muchos funcionarios públicos federales, más preocupados por enfrentar el destino –no tan- incierto que les tocará vivir a partir del día 1 de diciembre, que en concluir decorosamente con su función. Para ellos el permanecer sentados en esta zona de turbulencia es bajar la cortina de donde despachan y decir que como ya se van, ya no pueden atender los asuntos que todavía siguen siendo de su incumbencia. Tal vez por eso es que PEMEX se ha tardado tanto en atender el derrame de petróleo en Salina Cruz, a pesar de los graves daños ecológicos y económicos a la región, quizá por eso la obra federal disminuyó considerablemente desde el mes de marzo y la que hay, sus beneficiarios rezan todos los días para que se las terminen o en el mejor de los casos, de quienes lleguen tengan el acierto de seguirlas ejecutando. Otros más, siguiendo la tradición política de quienes ahora regresan al poder, siguen al pie de la letra la máxima del “año de Hidalgo…”.

No faltará mucho para saber si logramos salir de esta zona de turbulencia y si es así, cómo salimos de ella. Por lo pronto a abrocharse el cinturón…si todavía no lo han empeñado.  

Twitter:@Mario_Mendoza_F