Desde hace días, nadie puede negarlo, comenzaron las campañas políticas disfrazadas en la entidad oaxaqueña. Las caras de los aspirantes viajan en los camiones urbanos o en las portadas de algunas revistas con el pretexto de una entrevista en radio o televisión. La cosa es burlar a las autoridades electorales.
Con eso de las campañas políticas, la entidad se comienza vestir de colores políticos. Entre más avancen los días, veremos caras conocidas y otras no tanto por toda la ciudad. Cada candidato contribuirá a alterar el espacio urbano en bardas, postes, puentes peatonales, autobuses urbanos, ventanas, marquesinas y hasta semáforos sentirán el acoso de la propaganda política electoral.
Desde luego que también invadirán tus espacios personales con mensajes escritos a tu número celular, o las llamadas nocturnas con la voz de los mismos aspirantes.
Así pues, en todo lugar, en toda reunión, aún en los más intrascendentes actos de la vida cotidiana, se le sugiere al electorado que vote por don fulano de las importancias o don conocido chapulín.
Aunque no lo crean, habrá algunos restaurantes que promocionen en su menú al aspirante preferido de la casa. Así que al abrir la carta ya no aparecerá la foto de la deliciosa y jugosa carne, sin una triste mueca de alguien que quiere comer de tu presupuesto.
Cuando queramos enterarnos de las últimas noticias del día a través de la radio, invariablemente nos vamos a topar con la voz de algún aspirante haciéndonos una fabulosa oferta para que no te resistas en entregarle tu voto. Durante todos estos días vamos a oír y ver promesas serias o hasta tomaduras de pelo.
Lo cierto es que también muchos de estos precandidatos toman a la política como una vacilada, y aprovechan para hacerle el caldo gordo a otro candidato. Y lo peor, muchos de estos, ven a los electores como a simples nopales que se dejan manipular al prometerles algo que nunca les van a cumplir.
Hay mucha gente que se adhiere a las campañas con el interés de que si queda el gallo, sea contratado como elemento del equipo, cuando en realidad un diputado no tiene mayor oportunidad que meter a su grupo de trabajo a dos o tres gentes. Más posibilidades tienen el que va para gobernador o presidente municipal, aunque al final de cuentas, estos siempre meten a sus familiares.
Ya vemos pues, a muchos de estos en fotografías con caras de personas sanas, alegres, prósperas, y sin ninguna preocupación. En sus fotos parecerán ser gente de éxito, sin problemas con la esposa ni con los hijos. Darán una imagen de tener su vida plena y resuelta, y por lo mismo, nos harán el favor en administrar nuestros recursos económicos.
Su imagen electorera, desde luego, no la diseñan los candidatos, sino un grupo de ilustradores que se encargan de lustrar su imagen para que luzcan más guapos, sensuales, inteligentes o menos gordos o menos pelones.
Tampoco son ellos quienes deciden con qué colores deben pintarnos la realidad cada mañana. Para eso están los artífices de la vida civilizada que se llaman publicistas, comunicólogos, diseñadores, publirrelacionista, magos merlines, pero al fin, creadores de una imagen que a solicitud del candidato, le cumplirán los sueños más disparatados que, según, los llevara al triunfo.
Querámoslo o no, los ciudadanos comenzaremos a tragar todos los días los plásticos que cubrirán nuestros caminos. Seremos víctimas del poderío propagandístico de los partidos políticos. Parecerá mentira, pero todas esas imágenes que veremos, llevarán la intención de consumirlas.
Serán cientos de toneladas de plástico impreso, que estarán planeadas desde la sonrisa, el color, tamaño, mensajes, leyendas, lemas y hasta la ubicación de la propaganda. Ojalá fueran hechos de material perecedero, pero por lo barato los aspirantes prefieren lo contaminante.
Los contenidos de los mensajes se enfrentarán también con los de sus oponentes. Otro ejército de gente, principalmente jóvenes, a quienes se les engaña que para llegar a ser políticos de altos vuelos deben de comenzar desde abajo, se les manda a blanquear paredes y a pegar la propaganda en lugares a veces prohibidos.
La guerra de los espacios es otro problema: un lugar puede amanecer tricolor y anochecer blanquiazul o amarillo. Luego, puede llegar a ese mismo sitio el colaborador de otro candidato y embarrar bardas y postes de engrudo y al paso de la gente llevarse su buena dotación de ese producto lechoso. Así es, nadie se escapa de esa publicidad que está dirigida hasta a los ciegos para que acudan a votar.
Cuando terminen las campañas, el plástico utilizado en publicidad, desgraciadamente no sirve para aprovecharse, pues no es natural, es sintético. Esos plásticos artificiales para lo único que sirven es para saber que no sabemos cómo terminar con ellos.
¿Pero qué creen? Mucha de esa publicidad que veremos colgada por todos lados, no es hecha en Oaxaca, sino en China. Con esto se podrán dar cuenta que a los candidatos poco les importa sacar nuestro dinero fuera de México. Pero así comenzará todo este alboroto, entonces vale preguntarse: cómo va a terminar el pueblo con alguien a quien no le preocupamos.
Vía @Viral_Noticias