Para los periodistas y analistas que basan sus especulaciones en el archivo y no en las circunstancias aisladas del momento, el escenario electoral estadunidense de 2020 es muy similar al de 2016: el día de las elecciones, como al mediodía, la encuesta del The New York Times daba tendencia ganadora a la demócrata Hillary Clinton, pero al final ganó Trump.
Lo de menos fue el engaño intencionado del NYT para defender sus intereses liberales. Lo más importante fue la percepción real de que el electorado estadunidense no se mueve como dicen las encuestas, los medios, los politólogos y los grupos de interés, sino que vota por tres variables: los colegios electorales y no el voto popular, los intereses conservadores de votantes que dependen del american way of life o modo de vida americano basado en la explotación, la codicia y la competencia y el dato variable de que un candidato opositor debe inspirar y Hillary y hoy Biden carecen de carisma y sólo obedecen a los intereses del establishment capitalista.
Las elecciones en los EEUU son analizadas a partir de los intereses de los analistas. La polarización promovida por Trump sí le ha beneficiado en la lógica de que la existencia misma de los EEUU depende de su papel hegemónico, dominante e imperial en el mundo, no de la buena voluntad. Los presidentes liberales que han cedido espacios imperialistas condujeron a una perdida del dominio económico y militar de la Casa Blanca.
Los analistas de fuera de los EUU –como los mexicanos, por ejemplo– escriben en función de sus pasiones locales, sin entender la lógica del conflicto estadunidense. Es decir, escriben como mexicanos enfocando a Trump como si fuera presidente mexicano y a las masas estadunidenses como si fueran mexicanas. Es la hora en que analistas mexicanos no han explicado por qué el voto afroamericano e hispano le dio a Trump el copetito para ganar. Ambos sectores votan como estadunidenses, con sus pasiones, egoísmos e intereses.
No hay datos del análisis que haya hecho el canciller Marcelo Ebrard para no oponerse a la visita del presidente López Obrador a la Casa Blanca, pero su capacidad de enfoque estratégico tienen elementos adicionales: en el 2016 Ebrard se la jugó con Hillary y hasta hizo un spot pidiendo a los migrantes que votaran por la demócrata; hoy parece estar permitiendo que el presidente mexicano deje indicios de apoyo a Trump –manipulados, pero inevitables– en función, sin duda, de sus “otros datos”.
Hasta ahora, en el ambiente electoral estadunidense se han fijados dos polos: de una parte, los que votan por la continuidad del proyecto Trump, los que votarían por otro si el otro fuera un candidato de calidad y los sectores conservadores y puritanos; del otro, los que hasta ahora sólo detestan a Trump, pero carecen de un proyecto alternativo. Los malos humores, desesperaciones y enojos de la líder legislativa demócrata Nancy Pelosi revelan el pesimismo por el casi seguro candidato Joe Biden, un político mediocre sin el bloque de poder que tuvieron Obama y Hillary.
Las comunidades afroamericana e hispana son un buen caudal, pero a la hora del voto dan más valor a sus intereses conservadores que a la inexistente y demagógica agenda liberal de los demócratas. Pocos han hecho el análisis real del 2016: ¿por qué hispanos y afroamericanos votaron por el racista Trump si Hillary iba a continuar el discurso minoritario social de Obama? Porque Obama había decepcionado a sus votantes no blancos: fue el primer presidente afroamericano de los blancos y su misión no fue ayudar a las minorías sino salvar al capitalismo anglosajón.
El tránsito presidencial de Obama a Trump representó el fracaso de la agenda social de los políticos afroamericanos y de los sectores liberales. No hay indicios seguros de que vaya a repetir el modelo, pero el ambiente aporta elementos de que las minorías hispanas y afroamericanas no confían –no les inspira– en el candidato Biden, un político de tercer nivel que carga en sus espaldas acusaciones de abusos sexuales, de un discurso racista hacia los afroamericanos y de los negocios de su hijo en el extranjero con evidencias de corrupción.
Por eso la pregunta: ¿y si gana Trump y repite el escenario de suerte que le tocó a Peña Nieto en agosto de 2016?
Política para dummies: La política es la sensibilidad para identificar la aguja y el pajar.