Como en política no existen las realidades reales sino las señales en clave secreta, la designación de Manlio Fabio Beltrones Rivera como presidente nacional del PRI abrió una nueva casilla de análisis: su acceso, en automático, a la lista de precandidatos presidenciales del PRI para las elecciones del 2018.
En la identificación de los primeros códigos semióticos sucesorios, el presidente Peña Nieto ha tenido que adelantar algunas jugadas después del acoso a su presidencia, del saldo electoral del pasado 7-J, de la persistente crisis económica, de la ingobernable crisis política y de la agenda de elecciones de gobernador en 2016-2017. Pero sobre todo, de la primer tendencia de preferencias electorales que beneficia a López Obrador.
La presidencia del PRI se va a convertir en el centro del juego de canicas conocido como damas chinas, porque será el cruce de todos los caminos. Si en el pasado el eje de la política estaba en las Secretaría de Gobernación y Hacienda, los titulares no han funcionado para hacer la política del presidente Peña Nieto, un poco por el estrecho margen de maniobra por las crisis económicas, política y de seguridad, pero otro porque los titulares han sido precandidatos a la presidencia y no funcionarios operativos.
La funcionalidad política de Beltrones podría convertir al PRI en la verdadera vicepresidencia de la república porque habrá por fin un espacio de administración y control de la política del grupo gobernante ante sectores con funcionamiento autónomo como centros de poder: los gobernadores, los alcaldes, los senadores, los diputados, los asambleístas capitalinos, los sectores corporativos, los medios de comunicación escritos como aparatos de dominación y distorsión política e ideológica, los pequeños grupos de presión que son eficaces en la inacción y la irritación, la funcionalidad del gobierno vía la exigencia de resultados.
En los hechos, al parecer el presidente Peña Nieto se percató que la administración pública era un archipiélago de intereses y resortes de poder que operaba sin orden ni control desde el arribo de los administradores y tecnócratas en los ochenta. En este sentido, el PRI podría ser un partido de funcionamiento similar al partido gobernante en los regímenes parlamentarios en los que los legisladores son ministros y funcionarios de gobierno; es decir, en los que el eje del poder está en el partido.
De golpe, las tareas de Beltrones se aparecen en el escenario político en temas relevantes:
–Pivote del gabinete para vincular al priísmo con las decisiones de gobierno.
–Espacio de operación de las decisiones del poder por el control del partido y su jefe operativo sobre la coalición dominante: gobernadores, legisladores y la clase política gobernante.
–Aldaba para manejar las puertas de la política en el reparto de candidaturas que antes se perdían en la selva de asfalto del gabinete político disfuncional.
–Espacio político por excelencia para el presidente Peña Nieto por el abandono, desidia e incapacidad de las posiciones políticas del gabinete y del gobierno, dejando al jefe del ejecutivo en el centro de una tormenta perfecta.
–Y, por fin, un espacio de comunicación política que ha fallado –más bien: no existe– en el equipo presidencial del primer círculo. La política que no se operó en el gabinete ni en las oficinas creadas para esos menesteres habrá de trasladarse al PRI y a la figura mediática de Beltrones.
En este contexto, Beltrones pasa en automático a la posición privilegiada en la pole de salida porque llega al partido con puros positivos, al grado de que sus negativos que se manejan en medios y sectores serían más bien factores necesarios para administrar la política en un sistema/régimen en descomposición y desmoronamiento. En este sentido, la política en positivo se separa de Gobernación donde se redujo sólo a la negociación a posteriori de conflictos sociales y pasa al PRI donde los negativos son mucho más administrables que en el gabinete central. Como precandidato presidencial, el secretario de Gobernación sólo tendrá que lidiar y dar resultados en el sector de la seguridad interior que hasta ahora no han sido posibles por el desorden en el sector y por la falta de autoridad enérgica.
Así que la pregunta de que si Beltrones podría ser el tapado para el 2018 podrá en el corto plazo considerarse más bien una afirmación. Desde la fractura sistémica al relevar a los políticos por los tecnócratas en 1982, la política había sido considerada hasta incómoda para el poder presidencial, como lo demostró Zedillo en el 2000 al mantener la sana distancia del PRI que llevó a la derrota.
Y como dato final, los sonorenses han sido –feliz descubrimiento histórico de Héctor Aguilar Camín en su libro La frontera nómada. Sonora y la Revolución Mexicana— el eje de la política del sistema vigente, desde Obregón a Colosio… y ahora a Beltrones.
@carlosramirezh