Después de conocer los resultados electorales de los ganadores a nivel estatal, distrital y municipal, comenzaron todos a ordenar expedientes y a ocultar o desaparecer documentos comprometedores.
Son muchos los desahuciados después de que su candidato perdiera la elección. Muchos de ellos destilan por los poros reproches y tristeza por la pérdida tan grande que acaban de pasar.
Después de que una y otra coalición parecía que iba en punta sobre los demás partidos oponentes, de un quién sabe cómo, se les vino abajo la jugada.
El problema de algunos partidos con sus candidatos es que estaban viciados de origen, ya los había chupado el diablo, y cuando eso sucede, es muy difícil que la gente se eche a la boca lo caído al suelo.
Cuando la gente comenzó a señalar a fulano y a zutano que eran los más cercanos al candidato, llegaron las decepciones porque iniciaron las calificaciones: ese es un mentiroso, aquel un ratero, ese otro un cínico…
Incluso, muchos amigos cercanos de los más señalados, le decían a esos: “quítate de ahí que le haces daño al candidato”. Aún así, los de negro historial salían a buscar un poco de aprobación por parte de sus amigos y conocidos.
Desde luego que la gente no es tonta, se dio cuenta de quiénes eran los que rodeaban a los candidatos. Eso les pasó a los candidatos a la gubernatura, a las diputaciones y presidencias municipales.
Tal vez, los candidatos se rodeaban de esa gente sucia para que más adelante les hiciera el trabajo indecoroso, pues al fin, llevaban un abultado currículum nada honesto que estaría a su servicio.
Dentro de las mismas campañas sacaron a unos y metieron a otros para tener contentos a todos, pero en el fondo sembraban discordias. Al final de cuentas todos se tenían que aguantar para ser tomados en cuenta cuando estuvieran en el poder.
Tan seguros tenían unos la gubernatura, otros la diputación, y otros más la presidencia municipal, que hoy andan desesperados queriendo averiguar a qué se dedicarán los próximos años.
Todos, nostálgicos, coinciden en aquella idea de Ramón López Velarde que en su primer verso de uno de sus poemas dice “y pensar que pudimos…”
Así que ello se repiten las mismas palabras a cada paso que dan: y pensar que pudimos… empezar a hacer coincidir los hechos con las palabras y las acciones con los discursos.
Y pensar que pudimos… recuperar la confianza del pueblo para ganarnos la respetabilidad.
Y pensar que pudimos… acabar definitivamente con el teatro de presentar obras inexistentes creyendo que la gente las iba a creer.
Y pensar que pudimos… pasar a la historia como el mejor gobierno, pero la ambición nos ganó.
Y pensar que pudimos… Hacer un verdadero plan de desarrollo para la entidad.
Y pensar que pudimos… renunciar a la prepotencia, a las razones sin razón como el proteger a rateros y cínicos en vez de hacer justicia al pueblo.
Y pensar que pudimos… pero no quisimos.
Así se repiten una y otra vez los perdedores.
Y pensar que pudimos…
Demasiado tarde para arrepentirse.
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Vía: @Viral_Noticias