Las expectativas se han convertido en un estado de ánimo negativo. En los criterios generales de política económica para el 2017 aprobados apenas en noviembre pasado, el gobierno federal fijó una tasa de PIB de 2%-3% pero arrancará el año de 2017 con una previsión de 1.5% y seguirá bajando a lo largo del año.
Lo de menos son las cifras frías; éstas reflejan, en realidad, la dinámica de las fuerzas productivas y el choque externo. Sin embargo, revelan la falta de seriedad de los previsores económicos porque el año de 2016 cerró con expectativas abajo del rango inferior de la estimación aprobada por el congreso.
No, 2017 no será un buen año. Pero el problema no radica sólo en absorber con decrecimiento el impacto de desajustes en la economía estadunidense, sino en no prever efectos internos.
No hace mucho tiempo México tuvo acercamiento a un modelo econométrico de previsiones del corto y mediano plazos: el Modelo Wharton. En base a dieciséis variables, economistas tuvieron acceso al comportamiento económico previsible si una de esas variables se movía hacia arriba o hacia abajo. Si bien no era exacta, cuando menos podía adelantarse a los efectos negativos-positivos de movimientos económicos en variables como precios de petróleo, economía estadunidense, tipo de cambio, salarios, entre otros.
Los técnicos de Hacienda en el segundo semestre de 2016 calcularon las expectativas del 2017 sobre bases irreales, si acaso hubo alguna previsión. La tendencia de desaceleración internacional y los efectos en la economía mexicana disolvieron cualquier optimismo. De haber contado con un modelo de previsiones, la política económica prevista pudo haber adelantado algunas decisiones de absorción del choque externo, como, por ejemplo, un programa económico contracíclico.
De ahí que una estimación pesimista del 2017 no debe causar enojo porque parte de un estudio de la realidad; las expectativas de PIB bajo para el año próximo debieran de estimular la creatividad de los diseñadores de la política económica. La ciencia económica no es una ciencia exacta, pero tampoco es brujería: Keynes enseñó el papel de las previsiones.
Lo que contribuye al pesimismo no son los ciclos económicos, sino la falta de reacción inmediata de los responsables de la política económica. A pesar de que desde su campaña Donald Trump anunció que revisaría con dureza el tratado de comercio libre con México, las reacciones mexicanas fueron de defensa de migrantes y no de evaluación crítica de las partes del tratado que no han beneficiado a México.
Una cosa es que la economía mexicana sea dependiente de las fluctuaciones internacionales y otra muy diferente que México carezca de instrumentos de previsión y de medidas de emergencia para asimilar los choques externos. Este tipo de crisis interna por choques externos se ha presentado en México desde 1973, pero es la hora en que cuarenta y tres años después los responsables económicos vayan de pasmo en pasmo, de recomendar resistencia y rezar para que los efectos no sean tan malos.
Es posible que los choques externos sean tan fuertes que tengan que afectar a México, pero otra cosa es que aquí no haya un comité de crisis que prevenga esos choques, sugiera mecanismos de resistencia y sobre todo supervise los programas de emergencia. No debe olvidarse que el 2018 será continuidad del 2017 y entonces lo malo del 2017 estará previendo un 2018 peor.
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