Para hablar sobre violencia política contra las mujeres, es importante partir del hecho de que el ejercicio del poder ha marcado las relaciones de género a lo largo de la historia. Hablar de poder, es hablar de dominación de los unos sobre los otros, de control y de influencia sobre las personas y los entornos. Al respecto, el filósofo, lingüista y ensayista Michael Facault nos dice que “el poder es una formación subjetiva creada socialmente”, lo que nos invita a reflexionar sobre los patrones subjetivos que operan sobre nosotros.
Bajo esta premisa podemos vislumbrar la profundidad del tema, si bien es cierto que en años recientes las mexicanas hemos alcanzado avances legislativos importantes como el establecimiento de la paridad política, lo cual en los dos últimos procesos electorales ha generado una mayor integración en los espacios de participación política, hoy nos enfrentamos al recrudecimiento de la violencia política de género.
¿Qué es violencia política de género? Son todas aquellas acciones y omisiones que, basadas en elementos de género y dadas en el marco del ejercicio de derechos político-electorales, tengan por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce y/o ejercicio de los derechos políticos o de las prerrogativas inherentes a un cargo público. (Protocolo del INE)
Dichas acciones se ven materializadas en forma de presión, persecución, hostigamiento, amenaza, agresión física, psicológica y sexual. Algunas veces las formas son más sutiles, pero sumamente efectivas para obstaculizarlas como: los registros simulados o las candidaturas en distritos perdedores; la inequidad de recursos y en distribución de tiempos de radio y televisión, así como la dilación en la entrega de los mismos; el ocultamiento de información; las represalias por vincularse a temas de género, y finalmente las descalificaciones.
En 2012, La Cámara de Senadores de Bolivia aprobó por unanimidad la “Ley Contra el Acoso y Violencia Política hacia las Mujeres”, luego de la lucha que por más de 10 años dio la Asociación de Concejalas de Bolivia (ACOBOL). Con ello, Bolivia asentó un precedente importante para todos los países latinoamericanos que poco a poco han ido tomando medidas ante esta problemática política y social.
En nuestro país, el Senado de la República aprobó en marzo una serie de reformas en materia de violencia política de género que impactará en varias leyes fortaleciendo el ejercicio de los derechos políticos de las mexicanas; incluso en varios estados, entre ellos Oaxaca por iniciativa del Gobernador Alejandro Murat Hinojosa, ya se ha establecido la tipificación de la violencia política. Sin embargo, es necesario ser conscientes de que la raíz del problema, va mucho más allá, ya que encontramos en la discriminación y los estereotipos de género, la materia prima que alimenta la violencia política. Sin duda el cambio determinante en las relaciones de género en México y en Oaxaca, se dará a partir de un cambio trascendental en la manera de percibirnos y relacionarnos como seres humanos, es decir a partir de un cambio socio-cultural.
No hay que perder de vista que en nuestro estado, el reto es aún mayor considerando que la participación política de las mujeres indígenas presenta una doble discriminación: por ser mujeres y por ser indígenas. La paradoja es que, ellas son la columna vertebral de sus comunidades, por lo que resulta inminente que como sociedad redefinamos su papel en la vida pública, garantizando el pleno reconocimiento, acceso y ejercicio de sus derechos políticos, en absoluto respeto a su cosmovisión.
La ola de empoderamiento de las oaxaqueñas no tiene vuelta atrás, así que lo mejor que podemos hacer es despejarnos, mujeres y hombres, de paradigmas que entorpecen nuestra evolución. Esta semana las y los oaxaqueños tuvimos una fuerte sacudida que nos llama a reflexionar sobre las inminentes medidas que hemos de tomar ante el cambio climático y la preservación de nuestro medio ambiente; así también la contingencia que lamentablemente azota 41 municipios de nuestro estado es un llamado a reconstruirnos en todos los niveles, a solidarizarnos, a entender nuestras diferencias y a aprovechar la vida para vivir mejor; para esto también sirve la igualdad entre hombres y mujeres, para generar bienestar social. Nuestro cariño y solidaridad a nuestras paisanas y paisanas en el Istmo.