Victoria o derrota: Luis Octavio Murat

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luis-octavio-muratEn la política, se dice y se admite, que en ella solo hay un pecado, perder. Cuando eso sucede, se hace difícil e incomodo, para un político derrotado, mantenerse en el cargo. En política, perder y mantenerse en el cargo no sucede a menudo ya que la masa casi siempre es seducida por la apariencia y por los hechos de las victorias más no por las derrotas; de ahí el inconveniente y poco táctico el intentarlo.

La historia nacional como universal nos brinda infinidad de paradigmas que nos ilustran respecto al significado, algunas veces trágico, de las derrotas. Cuauhtémoc, “El águila que desciende”, es un ejemplo claro de lo que puede ocurrir cuando se fracasa. Derrotado y torturado solo tuvo una opción: la muerte debido a que “no estaba en un lecho de rosas” (dixit) ocurrida el 28 de febrero de 1525 en México-Tenochtitlan.

Una derrota que a los mexicanos dolerá eternamente es, sin duda, la de Antonio López de Santa Anna que significó la perdida de más de la mitad del  territorio nacional; General del ejército mexicano, diez veces presidente de México y en 1823 se autoproclamó Dictador Vitalicio y “Alteza Serenísima”; la mayor de las veces salió victorioso de las batallas que libró pero, se le atravesó la circunstancia que históricamente lo marcaria para siempre: La Guerra contra Estados Unidos en la cual cae derrotado con su ejército en la Batalla de Cerro Gordo.

Esta derrota, no solo la sufrió “el poder de un solo hombre” como militar y  político de larga trayectoria, sino México al haber perdido California, Arizona, Nuevo México y Texas a causa de una guerra contra Estados Unidos largamente planificada como parte del Destino Manifiesto de aquella nación. Ese fracaso bélico-político será siempre la más grande tragedia que nos ha tocado padecer y que por siempre lastimará a las generaciones que nos sigan en los años y siglos por venir.

En lo internacional, la historia es prodiga, amplia, dramática y la derrota es también tragedia, no cambia su etiqueta dolorosa. Una derrota que cambió el destino de Europa lo fue Waterloo, batalla en la que el más grande guerrero de Francia, el emperador Napoleón Bonaparte, el político y gobernante más poderoso y exitoso de Europa perdió la guerra en Waterloo, Bélgica el 18 de junio de 1815.

 Su destino fue la isla de Santa Elena en donde terminó su vida. Tan grande en sus éxitos como en sus derrotas en las que murieron millones de personas marcando todo un hito en las guerras europeas. A Napoleón se le conoce como el más grande genio militar habido en Europa y también por haber sido el “iluminado” que con su genio y talento estableció El Código Napoleónico modelo de leyes para varios países.

Amado y odiado, Napoleón en su ocaso y su muerte asumió la lapidación que la derrota acarrea y fue llamado por el vulgo “El Ogro de Ajaccio”, capital de Córcega, lugar donde nació. La derrota colocó su etiqueta que marcó el final. Podríamos mencionar miles de ejemplos y nunca terminaríamos pues victorias y derrotas son como las estrellas en el firmamento, incontables, unas brillan y otras se apagan.

Derrotas y victorias marcaron las elecciones del 5 de junio pasado en México, evento que sacudió al electorado de trece estados, incluida la Ciudad de México, al haberse producido resultados no previstos por un partido confiado en la fuerza del poder presidencial y no haber considerado el desgaste de los gobernantes de cinco estados que no realizaron un trabajo limpio y honrado al frente de sus respectivo gobiernos, agregando la baja popularidad y aprobación del desempeño del gobierno federal lo cual influyó en el desenlace electoral adverso al partido en el poder.

En consecuencia, ante la debacle política del PRI los rumores corren en cámaras, oficinas gubernamentales y partidistas acerca de los cambios inminentes y necesarios que se producirán tanto en el partido del gobierno como en el gabinete presidencial, a fin de preparar las estrategias que deberán usarse para enfrentar la batalla política más importante para México: la sucesión presidencial en la que dos escenarios ocurrirán: La Victoria o La Derrota y para eso cada partido habrá de trabajar con gladiadores políticos vencedores y no como derrotados vergonzosamente por un marcador de 7-0.

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