Uno de los rasgos más complejos de la personalidad de los mexicanos, radica en la incapacidad que en general tenemos para abordar sin rodeos las discusiones, máxime cuando éstas implican dilemas morales a los que no queremos enfrentarlos. Un ejemplo de eso es la discusión relacionada con la posibilidad de la legalización de la marihuana, sobre la que quién sabe con qué ánimo, el Secretario de Turismo federal volvió a poner en el centro de la atención al fijar una postura que, luego supimos, era de índole personal —y lamentablemente no institucional— al respecto.
En efecto, durante el fin de semana el secretario Enrique de la Madrid hizo una propuesta por demás inusual en la clase política, aunque no así entre quienes entienden y estudian las implicaciones sociales, políticas, de seguridad y de criminalidad de la legalización de la marihuana. El titular de la Secretaría de Turismo propuso la legalización del consumo, venta y producción del enervante en regiones del país que tienen alta incidencia turística, como una forma de estabilizar algunas situaciones que hoy se encuentran fuera de control, y que ponen en riesgo a la ciudadanía.
De hecho, la propuesta y la reflexión de Enrique de la Madrid resulta por demás interesante y honesta, en este contexto nacional en donde, a pesar de la enorme crisis que vive el país en distintos aspectos, todos parecen estar acostumbrados y ceñidos a las poses de lo prudente y lo políticamente correcto para evadir esas reflexiones y discusiones de fondo honestas y realistas, que le vendrían muy bien a este país que, como lo hemos apuntado reiteradamente, padece un profundo ayuno de ideas y propuestas por parte de la clase política, incluso en los tiempos electorales en los que se supone que ese debería ser el principal insumo de las campañas.
En ese sentido, hay varios argumentos muy rescatables de la aparentemente espontánea propuesta del secretario De la Madrid. Los recuperamos del texto publicado ayer al respecto, por el escritor Héctor Aguilar Camín (http://bit.ly/2GwGnu4) en su columna de Milenio: “México es tan grande”, dijo De la Madrid, “que deberíamos pensar en ejercicios diferenciados. Así lo han hecho en Estados Unidos, donde, a pesar de que, a nivel federal, sigue prohibido el tema del consumo y la producción de mariguana, es un hecho que en diferentes estados, como en California, ya se legalizó para fines médicos y recreativos. Es absurdo que como país no demos ya ese paso”.
También dijo: “Me gustaría ver qué se puede hacer en Baja California Sur y en Quintana Roo, los dos principales destinos de México, que no tienen que ser víctimas de la violencia de un trato inadecuado del problema de las drogas en México” (…) “Nos haría un enorme daño perder esos destinos turísticos por temas de combate al narcotráfico. El hacer legal, no solamente el consumo, sino la producción y venta de la mariguana, que no de otras drogas, contribuiría junto con otras acciones a destinos más seguros”.
“Lo que no se justifica es que un consumidor vaya a dar a la cárcel porque consume mariguana. Lo que no se justifica es que sea víctima de extorsiones porque consume mariguana. Es un absurdo. (…) Tampoco creo yo que se justifique desviar recursos de escuelas y de hospitales para combatir un crimen que, científicamente hablando, la mariguana es mucho menos dañina que el alcohol y que el tabaco”.
DEBATE NECESARIO
¿Era tan grave que un Secretario de Estado se pronunciara en el sentido que lo hizo Enrique de la Madrid? Para el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto sí lo fue, porque por eso mismo publicaron un comunicado estableciendo que lo dicho por el Titular de Turismo era a título personal y que no reflejaba la postura del gobierno federal sobre la situación actual de la marihuana.
Evidentemente, la segura preocupación del gobierno federal se enfocó en la distorsión que significa para su política de combate a la delincuencia organizada, el argumento de uno de sus integrantes sobre la legalización de uno de los productos por los que hoy el gobierno federal persigue de manera violenta a los capos criminales. También es cierto que respecto a la posibilidad de la legalización de la producción, venta y consumo de la marihuana, el gobierno federal se ha mantenido en una postura alejada de los compromisos y muy cercana a la prudencia y la evasión, porque esto lo volvería a confrontar con algunos de los sectores conservadores a los que les atribuye alguna de sus derrotas políticas.
En particular, recordemos que en 2015 el presidente Peña Nieto propuso al Congreso el reconocimiento de los matrimonios entre personas del mismo sexo; y que rápidamente su propuesta fue rechazada por algunos de los sectores más conservadores del país, a los cuales el propio Presidente les terminó achacando una campaña negativa contra los candidatos del PRI, y la derrota de muchos de ellos en los comicios federales intermedios de aquel año, a pesar de que en realidad no hubo datos sustantivos que asociaran con claridad los descalabros electorales, con un posible boicot de los sectores conservadores, aún cuando en medio se quedó el grueso de la ciudadanía mexicana a la que nunca le preguntaron si estaba de acuerdo o no en un tema tan sensible y progresista como el del reconocimiento constitucional a la diversidad sexual en México.
En el fondo, quizá el gobierno federal hoy asuma que una discusión de ese tipo, es innecesaria en los tiempos electorales que ya se sienten con particular vigor. Políticamente, sería ya imposible que el Congreso abordara una discusión de esa dimensión en los meses siguientes; y seguramente el gobierno federal está ya evitando que cualquier otra propuesta atrevida, lo siga involucrando en más problemas y cuestionamientos de los que ya enfrenta por sus males endémicos —la corrupción o la impunidad, entre otros—, y lo siga enredando y poniendo en más peligro de cara a la elección presidencial.
Lo cierto, en esa lógica, es que mientras ese tema siga sin discutirse la llamada guerra contra el crimen organizado continuará su curso, y se mantendrá en su sangrienta estela de muerte y terror entre la población de amplias zonas del país. Es cierto que muchísima de la violencia que se padece en México, la mayoría, es producto de la acción de los grupos criminales. Pero también lo es que mientras no se tomen medidas de fondo para arrancar el problema de la población, el eterno círculo vicioso que hoy es la guerra antidrogas continuará para siempre aquí, mientras que nuestro vecino del norte ya utiliza las drogas con fines lúdicos, recreativos y de consumo habitual.
DIFERENCIAS
La diferencia está, en realidad, en la capacidad para discutir un tema sin falsos dilemas morales. Al norte de la frontera hicieron lo primero; aquí, insistimos en evadir el problema y mantenernos en la caótica situación que vive el país.
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