En diferentes momentos y lugares de nuestra vida cotidiana podemos advertir, si somos observadores, diversas circunstancias que tienen que ver con nuestro comportamiento como individuos, pero que ese comportamiento está circunscrito a nuestra participación en sociedad, doble rol que es uno solo al mismo tiempo, el ser individual y el ser social. Existe infinidad de literatura al respecto de esas dos dimensiones de la vida humana, no es pretensión de este espacio dilucidarlo una vez mas, además de que, dicho sea de paso, me parece suficientemente entendible, lo que propongo es que se haga el ejercicio práctico de identificar todas nuestras conductas individuales que tienen impacto en la sociedad.
Partamos de la premisa elemental de que “el cambio en lo general inicia con un cambio en lo individual”, ¿les suena a lugar común? Efectivamente todos alguna vez lo hemos escuchado o pensado, existen frases célebres de diferentes personajes que se usan a discreción para amenizar una charla, para “apantallar” a un auditorio, para “postear” algo en Facebook, todo aludiendo a la capacidad que tenemos como individuos de iniciar una transformación profunda de nuestro contexto a partir de una transformación personal, frases que mueren justo en el momento en que terminan de decirse o “postearse”.
¿Qué sucede? Si lo sabemos, ¿Por qué no lo hacemos? ¿Qué tipo de ciudadano necesita nuestro país? ¿Qué tipo de individuo social necesita la democracia? ¿Cuáles serían los efectos de la presencia de un nuevo modelo de ciudadano?
Echemos un vistazo a lo que hacemos y lo que se hace a nuestro alrededor, usemos a José, un individuo hipotético, común y corriente, tiene un empleo que la mayor parte de las veces le disgusta, sin embargo es lo que hay y lo hace más por tener una quincena asegurada que por entusiasmo, su hora de entrada es a las 9 de la mañana pero tiene 15 minutos de tolerancia, los cuales todos los días exprime al máximo, ¿Por qué llegar puntual si hay tiempo de tolerancia? Es su “filosofía” todas las mañanas y piensa José: “Ellos hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo”. Por supuesto que convencido de tal aseveración José se limita a cumplir con su obligación, si puede matar algún tiempo con otra actividad, no duda en hacerlo, sobra decir que de los 13 años que lleva trabajando en el mismo lugar nunca ha propuesto nada que mejore su desempeño o el de la empresa, en sus años de estudiante consideraba la posibilidad de poner un negocio propio pero cuando vio la cantidad de trámites que había que cumplir desistió, claro, no sin antes preguntar si había otra manera de “arreglarlo”, le respondieron que si pero se le hizo excesiva la “cooperación” para “agilizar” su trámite. Así pasan los días de José en el trabajo. Se me olvidaba comentar que al término de la jornada laboral siempre tiene su tarjeta lista en el reloj checador para que en cuanto la manecilla del reloj se mueva, la hora de salida sea marcada puntualmente.
De camino a casa una vez que ha salido puntual de su trabajo José ha vivido cosas importantes, lo que sucede a su alrededor no le importa mucho, son cosas sin remedio –dice-, autos en doble fila, claxons sonando hasta el hartazgo, transporte público compitiendo el Grand Prix, personas cruzando la calle a mitad de la cuadra, algunos postes con tres luces que adornan las calles pero que ya nadie ve, hasta le toco ver que una mujer le arrancaban una medalla que llevaba colgada en el cuello -y en el fondo pensó que ella tenía la culpa por ponerse esas cosas-, nada de eso tiene remedio, lo ha mirado tantas veces que ha dejado de verlo; pero decíamos que le han sucedido cosas importantes, un día camino a casa vio como a un individuo se le caía la cartera, cuando se percató de eso, sus ojos se abrieron más de lo normal, momentos antes había puesto a prueba a su Dios, le exigía una señal de que no lo había abandonado, tenía que comprarle un regalo a su hija que cumplía años justo ese día, una semana antes había pensado hacerle algo con sus propias manos pero la desidia lo llevo hasta el límite, ya no había tiempo, solo una llamada directa al cielo podía subsanar tal adversidad. La señal del todopoderoso llegó.
*Presidente del Consejo Estatal del Movimiento Ciudadano
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