Al comentar la rapiña romana en la conquista de Bretaña y cómo después de la destrucción de Cartago los soldados imperiales labraron la tierra con sal para que jamás volviese a florecer la vida, Cornelio Tácito consignó para la historia la frase que hasta hoy parece explicar las conductas de potencias que se disputan los territorios del mundo: “Hicieron un desierto y le llamaron paz”.
En un espléndido artículo publicado tiempo ha, el periodista norteamericano Alejandro Gómez recoge la siguiente anécdota: “Napoleón explica a su canciller, el pragmático y sagaz Talleyrand, su estrategia para consolidar la ocupación de España, y éste le responde: “’Sire, las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse sobre ellas”’.
¿Podría un ignoto historiador reseñar una era, por breve que fuera, que se hubiese significado por una paz casi absoluta? Lo dudo mucho. Desde las disputas con piedras y mazos de hueso entre homínidos y homo-sapiens (¿recuerda el lector la espléndida primera escena de Odisea 2001?) hasta, los dioses no quieran, la cuarta guerra mundial que según la aguda observación de Einstein se libraría con piedras y palos, parece que nuestra humanidad está condenada a vivir inficionada con un virus más mortal que el SIDA: el del agresivo tribalismo-nacionalismo-patrioterismo-religioserismo (TNPR) que incubó heroicos episodios que van desde las guerras púnicas hasta la campaña del desierto, pasando por Grunwald, Trafalgar, Crimea, las dos guerras mundiales, la guerra civil española y un largo etcétera, sin olvidar el bello lance en que la estupidez imperial de la Pérfida Albión se enfrentó a la estupidez patriotera de los milicos argentinos en las Falklands – Malvinas, escaramuza que fue notable sólo porque el torturador Alfredo Astiz, llamado “el ángel de la muerte”, fue el primero en rendirse tembloroso cuando frente a sí tuvo a soldados armados y no a monjas atadas de pies y manos.
El cambio que significó el paso de las sociedades feudales a las sociedades capitalistas fue de tal magnitud que no sólo modificó la vida económica, política y social del mundo, sino que trajo consigo nuevos campos de conocimiento como el de las ciencias sociales.
Una era que veía surgir nuevas formas de gobierno derivadas de nuevas formas de organización económica, donde se abrían paso ciertos derechos y libertades para la población, así como la llegada de avances tecnológicos que ponían constantemente a la disposición productos que hacían la vida en grupo o individualmente más cómoda, hizo pensar a los noveles científicos sociales que la ruta de la humanidad se encaminaba hacia el orden y el progreso.
Esta nueva era, sin embargo, tenía antecedentes menos tersos. La Revolución Industrial produjo una cauda de conflictos y alianzas que no se eliminaron con el progreso. Muy pronto ideales como los de Augusto Comte y su filosofía positiva serían puestos en entredicho una y otra vez por el desarrollo capitalista. La aplicación de nuevas tecnologías para la guerra precede a la vida industrializada, pero cuando los avances tecnológicos empoderaban rápida y sorprendentemente el ámbito militar, la ambición política no se hizo esperar y adquirió forma en dos conflagraciones mundiales.
Desde la propulsión a vapor en los barcos de guerra, pasando por el perfeccionamiento de armas automáticas, el uso del radar, el sonar, los radios de alta frecuencia, el armamento aéreo, los tanques pesados, los antitanques, las miras de bombardeo para lograr más precisión en los ataques aéreos, las armas químicas, hasta llegar a “Little boy” y “Fat Man” –nombres dados a las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki- las armas de muerte y destrucción han estado ligadas al avance tecnológico. En la historia militar destaca la construcción de la Línea Maginot, la defensa fortificada francesa que se construyó después de la Primera Guerra Mundial en la frontera con Alemania, de 400 kilómetros de extensión, que iba desde el Rhin hasta Bélgica y que es una suerte de chozno de la Gran Muralla china, otra maravilla tecnológica de su tiempo.
En la historia han quedado los nombres de mentes brillantes que dedicaron su trabajo científico al desarrollo de armas cada vez más destructivas, como el alemán Otto Hahn, quien descubrió en 1938 la fisión nuclear. Al año siguiente Alemania echó a andar el “Proyecto Uranio” al que se integraron varios científicos teutones para darle forma al descubrimiento de Hahn. Por fortuna los avances fueron escasos y las armas nucleares no estuvieron listas antes de la caída de Berlín en 1945. Los materiales de los laboratorios del Proyecto Uranio fueron incautados por Estados Unidos para trasladarlos al Proyecto Manhattan que desde 1942 había logrado perfeccionar la reacción en cadena controlada. Los científicos alemanes, con Werner Von Braun a la cabeza, participaron en el programa nuclear norteamericano. Nadie duda que los nazis del Tercer Reich hubiesen empleado indiscriminadamente esas terribles armas, sin importar las consecuencias para la humanidad.
Los 80 millones de muertes que se estima causaron las dos guerras, lejos de traer verdaderos anhelos de paz, parecen haber sido poderoso alimento de la ambición armamentista. El periodo de la Guerra Fría fue en realidad una temible y amenazante carrera armamentista, especialmente en el desarrollo de las armas no convencionales. (La cotidianidad en el uso actual de internet ha colocado en el olvido que este proyecto de comunicación comenzó como un desarrollo militar, codificado ARPANET y desarrollado por el Pentágono, para que en una guerra nuclear no se perdieran las comunicaciones y se pudiera organizar con eficacia el contrataque.)
La Guerra Fría primero y la unipolaridad después, han impulsado por igual cada vez mayores desarrollos en tecnología militar. El avance informático fue más allá de la comunicación, para dar lugar a una cantidad inimaginable de equipos y dispositivos militares gracias a los cuales los conflictos bélicos se libran hoy de manera muy distinta a como se hacía hace cien años. En la actualidad es posible exentar a los soldados de tareas bélicas muy peligrosas porque pueden ser perfectamente sustituidos por equipos automatizados o por vehículos teledirigidos. Otro cambio importante es que los equipos son cada vez más livianos, pequeños y ligeros, lo que los hace fácilmente transportables.
La apuesta por la paz queda en entredicho al revisar el presupuesto que mundialmente se destina a gasto militar. De acuerdo con mediciones realizadas y publicadas por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos para 2011, el sultanato de Omán es el que aparece con el porcentaje más alto de Producto Interno Bruto dedicado a este renglón con 11.4%. Le siguen Qatar y Arabia Saudita, con 10% e Irak y Jordania con 8.6%. El sexto sitio le corresponde a Israel con 7.3%. En el lugar 24 aparece Estados Unidos con 4.06% y en lugar 61 está Irán con 2.5 del PIB para presupuesto militar. Las cifras presupuestales pueden ser muy variables dependiendo de la riqueza de los países, pues aunque Irán tiene el lugar 61, Estados Unidos y el resto del mundo ven con temor la gran inversión que se destina en ese país al enriquecimiento de uranio.
Mientras los líderes políticos del mundo tejen discursos de paz, sus laboratorios militares son bien nutridos con grandes presupuestos que dan solidez a la afirmación de que una cuarta guerra mundial se libraría con palos y piedras, porque la destrucción de la tercera sería de tal magnitud que echaría atrás el calendario hasta la edad de las cavernas.
Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias Sociales de la UPAEP Puebla.
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