Mañana 7 de octubre, se recordará un aniversario más de la valentía vivida por el senador comiteco Belisario Domínguez, quien se levantó ante el pleno del Congreso, para anunciar la usurpación de Victoriano Huerta. Congreso que con su silencio era cómplice, pero esa denuncia le costó la vida.
Belisario Domínguez, no tuvo una vida excepcional, por el contrario, transcurrió modesta y casi oscura. Su vida era sencilla y dedicada al servicio de un pueblo: Comitán, Chiapas. De ese lugar fue alcalde, y de la república, fue senador. Un día, ese hombre modesto se levantó en el senado y rescató la dignidad nacional humillada y encarnecida. Al día siguiente, entró a la historia de México pero por la puerta del martirio.
Nuestro país ha pasado por momentos donde la dignidad ciudadana queda abolida, degradada, insultada. Un día se viola un reglamento sin importancia; al día siguiente una ley. Más tarde la Constitución misma, y llega un momento en que el ciudadano carece de derechos y, ante esa situación, todos olvidan su condición de hombres. ¿Se les hace parecida esta historia?
Belisario Domínguez, vivió uno de esos momentos en que los hombres estaban renunciando a sí mismos. El usurpador Victoriano Huerta, tenía el poder absoluto y había demostrado que ningún escrúpulo iba a detenerlo. Quería fundar su poder sobre una legalidad falsificada y nadie se atrevía a oponerse ante el terror.
Todos pensaban salvar la situación pero no a costa de su vida. Belisario fue el incomparable.
El 23 y 29 de septiembre, Belisario, iba a pronunciar en el Senado unos discursos, pero éstos fueron vetados por el presidente en turno de esa Cámara. Los paró por su contenido contra Huerta, a quien llamó usurpador, asesino, traidor, “vergüenza nacional”. Le dice que se adueñó del poder por medio de la traición y cuyo primer acto al subir a la presidencia, fue asesinar cobardemente al presidente y vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular.
El 7 de octubre de 1913, hace 107 años, a las once y media de la noche, es sacado de su habitación y conducido al cementerio de Coyoacán donde lo asesinaron y enterraron. Otro Médico, Aureliano Urrutia, le cortó la lengua y se la envió a Huerta.
La diputación chiapaneca solicita una investigación al respecto, la Cámara de Diputados acepta la propuesta y pide la solidaridad del Senado y se declara en sesión permanente. El consejo de ministros de Huerta, exige a los diputados que retiren su petición y al negarse, es disuelta la cámara por medio de la fuerza pública y son encarcelados 110 diputados. El Senado resuelve su autodisolución. Huerta acusa a ambas Cámaras de convertirse en el peor enemigo del Ejecutivo.
La sangre de un hombre, solo, sencillo, tranquilo, salvó la dignidad de un pueblo.
El México de hoy le debe al médico Belisario Domínguez, su sacrificio. No sé si mañana 7, se le homenajee o no, pero debemos recoger su ejemplo para que con el valor mantengamos erguidas las banderas de la condición humana.
Hoy más que nunca debemos recordar su valentía y dignidad.