Un hombre halla momificada a su mujer tras salir de la cárcel

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Un hombre que salió de la cárcel el pasado viernes para disfrutar de un permiso encontró en su domicilio de la localidad madrileña de Ciempozuelos el cadáver momificado de su mujer. Aparentemente, la mujer no presentaba signos de violencia y puede llevar muerta más de dos años en la cama, aunque será la autopsia la que determine cómo murió, informa la Comandancia de la Guardia Civil. La vivienda no estaba revuelta ni con indicios de que la fallecida hubiera sufrido un robo, según las mismas fuentes.

 

El hombre, Eduardo R., de 48 años y que llevaba más de dos en prisión por un delito de violación a la hermana de su mujer, ha explicado que cuando llegó a casa, en la plaza del Arte de Ciempozuelos, nadie le abría la puerta, por lo que la abrió “de una patada”. Pensó que “su mujer estaba por ahí y no quería saber nada” de él. Sin embargo, cuando entró a la casa la encontró “encima de la cama” y “hecha una momia”. Varios vecinos de la fallecida habían notado desde hace tiempo malos olores procedentes del piso en el que fue encontrado el cadáver.

Sin embargo, cuando entró a la habitación creyó que el cuerpo que yacía inerte encima de la cama “era una muñeca que estaba ahí tumbada”. Según Eduardo, esta situación se podría haber evitado si hubieran considerado la petición de la víctima cuando solicitó ingresar en “una residencia”.

Angelines Fernández murió “de hambre”, de “depresión”, porque “ella vivía” para su hija y “a raíz de quitarle a la niña duró tres meses”. Respecto a los hijos de la fallecida y que podían haberse percatado de que su madre llevaba tiempo muerta, ha afirmado que no se veían fruto de una discusión, pero “uno de ellos” iba a verla “hasta hace tres años”. “Ahora me toca resignación y denunciar todo esto”, ha concluido.

Por su parte, los vecinos han coincidido en que “en verano era insoportable” pasar por el descansillo. “Había que llevar la nariz tapada o salir corriendo”. Ahora exigen que vengan “a limpiar” y “a desinfectar” porque temen que sus hijos puedan “contagiarse” de alguna enfermedad.

El País