Durante la entrega de cargas académicas para el nuevo ciclo escolar, la directora de la Facultad de Derecho de la Universidad “Benito Juárez” de Oaxaca me platicó que la plantilla docente se integra por poco más de 400 maestras y maestros.
En el mismo acto, el Rector de nuestra universidad y la propia directora reconocieron públicamente con espíritu autocrítico que hay una crisis de ausentismo. Y eso es grave por dondequiera que se vea.
El fondo del problema es de conciencia porque conocido es que los mecanismos de control administrativo en nuestra facultad son poco menos que inexistentes.
La costumbre ha sido uno de los principales problemas de la Universidad pública. Lo que hoy sucede para bien y para mal es producto de prácticas reiteradas que no es ni será fácil abandonar.
Llama la atención que la principal fuente de institucionalidad en nuestra facultad de derecho es la costumbre, los usos que directivos, maestros y alumnos han impuesto por generaciones.
No solo es ausentismo de maestros y alumnos, es corrupción en modalidad de venta de calificaciones, pago de favores y acoso, de los cuales todos hemos sido cómplices por acción o por omisión.
Permanece abierto el debate de si la autonomía universitaria se ha malentendido. Y es que la autonomía no tiene que ver sólo con la relación entre la Universidad y los gobiernos, sino entre las instituciones universitarias mismas.
La rectoría no es un reino y las facultades y escuelas no deben ser feudos. En la Universidad se requiere reformar el poder.
Pero es imposible hacerlo por decreto. Reformar el poder y romper con la costumbre implica un proceso similar al de su génesis y formación. Tendría que ser un proceso lento y quizás tortuoso, pero que bien puede iniciar desde ahora.
¿Qué es lo primero que se requiere? Voluntad.
Y es que algo tan sencillo y lógico se vuelve algo terriblemente complicado.
La labor de la universidad es ser cauce de acceso al derecho humano a la educación para miles de jóvenes que quieren un mejor futuro y su fin supremo es brindar educación gratuita y de calidad. De otro modo, esos miles de jóvenes que año con año renuevan su sangre no tendían posibilidad de terminar una carrera.
La Universidad existe en sus maestros antes que nadie y cada uno debía estar plena y profundamente consciente que la única función que tienen es impartir cátedra. La educación de calidad empieza por profesores de calidad que atiendan a sus alumnos y por alumnos que cumplan asistiendo a clases.
Si eso no se tiene como mínimun minimorum cualquier universidad en cualquier parte del mundo será poco menos que mera retórica y espacio burocrático para ejercer poder sobre personas.
Los tiempos cambian con las generaciones y hoy tenemos una nueva generación en los órganos de dirección y gobierno universitarios, existe incluso una nueva generación en la plantilla docente. Pude advertirlo en la entrega de nuestras cargas académicas.
Pude advertir que el rector y la directora de nuestra facultad tienen la voluntad de ensayar un cambio en la dinámica escolar para que los exhortos (casi súplicas) a los maestros para que no falten a clases sean acompañados por necesarios métodos de control administrativo que son inherentes al éxito de cualquier organización.
Si alguien se mete a maestro, es para enseñar y si alguien se mete a alumno es para estudiar. Creo que estamos ante un momento preciso para poner de pie lo que ha estado de cabeza.
Ojalá que las reuniones que pronto iniciará la directora con el profesorado rindan los frutos esperados despertando conciencias.
Reitero, los tiempos cambian y hoy la sociedad nos observa y nos califica más que antes. Y si de verdad amamos a nuestra Universidad debemos honrará en los hechos para hacer que de nuevo sea, académicamente hablando, la mejor institución de educación superior en Oaxaca.
Es posible. La UNAM, con todas sus complejidades, nos brinda ejemplo con la labor encomiable de sus profesores.
*Magistrado de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca