Magnificar la pérdida de la Cámara de Representantes como gran victoria demócrata es parte del error estratégico del establishment liberal de los EE. UU. sobre Donald Trump. Mantener mayoría del Senado, de las gubernaturas y todo el control del centro del país pudiera darle a Trump los colegios electorales en las elecciones presidenciales del 2020.
El otro dato es más frío. A Trump le tundieron con todo: revelaciones, marchas, mentiras sobre su candidato a ministro de la Corte Suprema, los periódicos contabilizando día a día las mentiras, el uso de una prostituta publicándole un libro sobre el tamaño del órgano sexual del presidente, el libro de Bob Woodward aconsejando la aplicación de la vigésimo quinta enmienda para que su gabinete lo destituya, los insultos groseros de actores de fama internacional, la investigación de Robert Mueller como espada de Damocles…, más que se vaya sumando hasta noviembre de 2019.
A muchos no les gusta por su perfil oximorónico, pero en su último libro El coraje de la desesperanza. Crónicas del año en que actuamos peligrosamente (Editorial Anagrama, octubre de 2018 para edición mexicana) el filósofo eslovaco Slavoj Žižek dedica el capítulo 6 a deconstruir la mente y los estilos de Trump para revelar los errores en la lucha contra el atrabancado presidente estadunidenses.
Establece Žižek que lo más “deprimente” del periodo poselectoral no fueron las primeras medias de Trump, “sino la manera en que el grueso del Partido Demócrata reacciona ante la derrota histórica, oscilando entre los dos extremos: el horror al Lobo Feroz llamado Trump y el reverso de ese pánico y fascinación que consiste en normalizar la situación”. En efecto, la oposición demócrata esta determinada por las decisiones de Trump, no por su significado político y su efecto en la reestructuración del pensamiento social y el comportamiento de las clases.
El otro dato que señala Žižek tampoco ha gustado: el error histórico de nominar a Hillary Clinton como candidata demócrata y su falso feminismo. Y para ello, Žižek cita la crítica del demócrata socialista Bernie Sanders: “no basta con decir soy una mujer, vótenme. Lo que necesitamos es una mujer que tenga agallas de plantarle cara a Wall Street, a las compañías de seguros, a las empresas farmacéuticas, a la industria de los combustibles fósiles (cursivas de CR)”.
Sin mencionar a Barack Obama, Žižek hace presión en una herida aún abierta: el fracasoy la traición de Obama. Así lo dijo Sanders: “en los EE. UU. que una empresa importante tenga un director ejecutivo afroamericano es un paso adelante. Pero si ese sujeto va a deslocalizar los puestos de trabajo y explotar a los trabajadores, me importa un bledo que sea blanco, negro o latino”. En mi libro Obama escribí en 2009 que Obama iba a ser una constante crisis de expectativas porque no fue el primer presidente afroamericano de los afroamericanos, sino el primer presidente afroamericano de los blancos. Obama arribó a la Casa Blanca a rescatar de la quiebra al capitalismo y al imperio.
La derrota de Trump el pasado martes 6 de noviembre fue, en realidad, una victoria: el mapa político-electoral le sigue beneficiando. Y como adelanto, fue Trump el que estuvo en las boletas electorales por su apoyo a los candidatos. Y el Partido Demócrata no pudo más que apuntalar al viejo establishment de Hillary y Nancy Pelosi, sin ninguna figura sólida para el 2020, salvo la desgastada de Hillary. La única posibilidad que tienen los demócratas en el 2020 sería correr la candidatura de Hillary a Sanders, porque la nueva estrella Alexandria Ocasio-Cortez –de discurso socialista– apenas ha comenzado su carrera como representante de Nueva York.
Paradójicamente, la salvación del capitalismo está en el nacionalista–racista o en un socialista anticapitalista. Los que quieran tratar de entender la consolidación de Trump no tienen más que ver el saldo de la economía: PIB más alto, mayor empleo, mejor clase media y sin tener que cargar con las crisis de los países aliados. El problema de los migrantes centroamericanos tiene una menor dosis de racismo que de consolidación de la economía para el estadunidense medio. Trump no quiere gastar dinero en países centroamericanos que están corroídos por la corrupción porque no representan una alianza estratégica, pero tampoco quiere dentro de los EE. UU. a migrantes sin capacidad productiva. Este razonamiento es bastante crudo, pero está en el ánimo de supremacía estadunidense.
El problema con Trump es que se le enfoca desde la crítica destructiva. Pero para derrotar a Trump primero hay que entenderlo sin prejuicios liberales. Trump es un producto del capitalismo depredador que construyó al imperio, de la clase que convirtió el asesinato de indios en un verdadero holocausto, que se robó la mitad del territorio mexicano y que lo quería sin habitantes mexicanos. Y detrás de Trump está el estadunidense de condado que detesta al Estado y a la burocracia parasitaria y que fija su sobrevivencia en alejar al Estadio hasta de sus ofertas de seguridad y por ello mantiene la Segunda Enmienda para la posesión de armas, porque quitarle implicaría cederle al Estado la seguridad ciudadana.
Las elecciones intermedias del 6 de noviembre dejaron muchos mensajes en clave local que deben de ser racionalizadas para entender la sobrevivencia de Trump y su estrategia de catapultar posiciones legislativas y estatales hacia las presidenciales del 2020. La consolidación interna del modelo Trump podría reconstruir un imperio más fuerte y más depredador, pero en un entorno mundial de mediocridad de líderes y sin figuras demócratas que lo intenten siquiera despeinar.
El único que podría derrotar a Trump es el socialista Sanders, pero el establishment liberal capitalista no lo dejará pasar.