Como nunca antes se había visto con aspirante alguno –ni siquiera con Richard Nixon–, el empresario Donald Trump llegó a la candidatura presidencial del Partido Republicano con la ventaja de haber ganado por encima de una impresionante campaña de acoso, desprestigio y repudio.
Por eso el fenómeno Trump se ha enfocado desde una perspectiva equivocada: los ataques se personalizaron en él y su esposa. Sin embargo, detrás de su fuerza política se localizan dos indicios sociales:
1.- El fracaso de Obama en la reorganización de la sociedad a partir de su condición de minoría racial porque al final Obama gobernó para los blancos y para el establishment.
2.- Detrás de Trump se reorganizó la mayoría silenciosa conservadora que había despertado con Nixon y Ronald Reagan pero ahora acicateada por el tema racial y migratorio en una situación de disputa por el país. En el fondo el tema central no es Trump ni las élites reaccionarias sino la derechización radical de la sociedad estadunidense; es decir, la fuerza política de Trump es producto de la sociedad conservadora aún mayoritaria.
El estado de ánimo político estadunidense hoy parece ser el mismo que había en 1968 en las convenciones políticas republicana y conservadora: la peor crisis de expectativas de los ciudadanos de los EE.UU., el colapso económico, las protestas juveniles contra la guerra de Vietnam y la crisis imperial por el avance del comunismo soviético.
Trump pudiera ser una reproducción del espíritu de Nixon de 1968, en medio de expectativas sociales traicionadas: en 1960 eligieron a John F. Kennedy y metió a los EE.UU. en las crisis con Cuba, la guerra fría y la guerra de Vietnam. Como ningún otro candidato progresista, Robert Kennedy se perfiló en 1968 como la esperanza pero fue asesinado al terminar su discurso de la victoria en las primarias demócratas.
Trump recoge el largo medio siglo de decepciones sociales con sus presidentes, todos enarbolando el discurso de la grandeza pero dejando al país sumido en colapsos morales: Johnson, Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George Bush padre, Bill Clinton, George Bush hijo y Obama.
Asimismo, Trump es una respuesta política y social al fracaso de Obama como presidente; luego de ocho años de gobierno, Obama deja a un país herido en lo social, lo moral y lo racial.
En este sentido, Trump es producto de ese estado de ánimo depresivo de los estadunidenses. La violencia interna –la no terrorista– ilustra los indicios de que en los EE.UU. existe una guerra civil. Y que la violencia no es producto de la libertad para comprar armas sino del espíritu de guerra porque buena parte de los asesinos en las calles son soldados entrenados para matar en las guerras imperiales de Kennedy a Obama que regresaron a matar compatriotas.
De ahí la certeza de que Trump es creación del estadunidense medio mayoritario, de perfil conservador, harto de las politiquerías, un candidato que habló siempre con la verdad y no con el lenguaje político tradicional de la demagogia. La mayoría silenciosa –caracterización acuñada por Nixon– es conservadora, egoísta, codiciosa, imperial e individualista.
Lo que deja la candidatura de Trump en el estado de ánimo estadunidense y geopolítico es el mensaje de que el principal papel de la Casa Blanca no debe estar en el equilibrio internacional sino en la agenda local y en la mayoría wasp –blanca, anglo, sajona y protestante–.
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Política para dummies: La política es la sensibilidad para encarar al adversario pero eludiéndolo.
Sólo para sus ojos:
- Los primeros indicios revelan que el nuevo presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, carece de liderazgo y de fuerza política y que es zarandeado en cada reunión que tiene con los priístas. Los sectores corporativos ya le ataron de manos. Y que no tendrá fuerza para encarcelar a priístas corruptos.
- A pesar del liderazgo personal de López Obrador, la ambición de poder ha comenzado a dividir a los principales dirigentes. Hay ya enfrentamientos entre Claudia Scheinbaum, Ricardo Monreal y Martí Batres por la candidatura a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, donde Morena es primera fuerza política.
- Aumenta la descomposición política en Veracruz sin que las autoridades federales tomen medidas drásticas. En círculos del poder se dice que el costo negativo se pagó con la derrota del PRI y que la salida anticipada del gobernador Javier Duarte en nada ayudaría.
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