Hay que partir de la certeza de que Donald Trump nunca ha sido una anomalía política, sino que ha representado un producto neto de las contradicciones sociales, ideológicas y económicas del capitalismo estadounidense. Y también hay que iniciar cualquier análisis con la certeza de que el presidente Carlos Salinas de Gortari cometió muchos errores estratégicos en la negociación del Tratado de Comercio Libre porque operó la alianza bilateral en términos económicos y no de estrategia de seguridad nacional.
A ello hay que agregar el hecho de que el presidente López Obrador tampoco supo definir una estrategia de seguridad nacional en torno al Tratado, prefirió ceder lo que pedía EU en 2018 y se la pasó elogiando a Trump y haciéndole todas las concesiones parciales que exigía la Casa Blanca para contener las oleadas de migrantes en 2020-2021, producto también de la equivocación del Gobierno lopezobradorista de abrir las puertas de su frontera sur para dejar que demandantes de asilo o empleo rompieron las puertas migratorias americanas y penetrarán en verdaderas hordas sin control.
Trump tiene razón en regodearse de su victoria diplomática al haber conseguido toda su agenda con México en materia de revisión del Tratado, pero sobre todo por haber conseguido que Palacio Nacional y la cancillería utilizaran a la Guardia Nacional en modo de patrulla fronteriza para poner control al flujo de ilegales que primero tenían que cruzar la frontera mexicana del Suchiate y luego por cumplir la exigencia estadounidense de convertir a México en el “tercer país seguro” para enviarnos a migrantes a territorio mexicano para esperar aquí el trámite migratorio en territorio estadounidense.
López Obrador prefirió a Trump como presidente estadounidense en 2018 porque carecía de una agenda estratégica de seguridad nacional y porque en los hechos la Casa Blanca de Trump no tenía ningún interés real en la agenda del narcotráfico. Por eso, el presidente Trump pudo decidir sin problemas la orden ejecutiva al Departamento de Justicia y la DEA para liberar en 2020 al secretario de la Defensa Nacional Mexicano 2012-2018 en Los Angeles e inclusive para aceptar la humillación a la DEA que le impuso López Obrador y su canciller Ebrard con nuevas reglas de control de los agentes de la agencia antinarcóticos que operaban con impunidad y sin control dentro del territorio mexicano.
El incidente Trump-Ebrard del sábado pasado por un discurso atropellado, caótico y de presunción del ya ungido candidato presidencial republicano para presumir que había obligado al secretario mexicano de Relaciones Exteriores a responder de manera positiva a todas las exigencias de la Casa Blanca fue el indicio del estilo de relaciones diplomáticas bilaterales que se vienen para México si acaso Trump gana la selección.
Aunque no les guste aceptarlo, el comportamiento mexicano de los gobiernos de Salinas de Gortari y de López Obrador con Trump fue el mismo y se puede resumir en el espíritu de Speedy González, ese personaje de las caricaturas que era todo un dechado de picardía en la zona fronteriza estadounidense: sólo desorientar al gringo. Sin embargo, las dos negociaciones del Tratado han ido profundizando el modelo de explotación de la economía mexicana para beneficio de la economía estadounidense.
Ahí, en el Tratado, se localiza la esencia de las relaciones bilaterales: para México, los beneficios se reducen a la apertura de la economía americana para productos mexicanos y la entrega de la estructura productiva nacional a la dinámica del capitalismo; en términos estrictos, el Tratado no ha sido benéfico para México: multiplicó por 10 el comercio exterior, pero no modificó la estructura productiva para industrializar el país ni pudo trasladar al bienestar el efecto comercial al indicador del Producto Interno Bruto, cuya tasa promedio anual durante los tiempos del tratado nunca subió más allá de 2%, cuando se esperaba que el efecto TCL pudiera más que duplicar los niveles de la producción general mexicana.
Estados Unidos ya aprendió con Trump a negociar con México a través del endurecimiento amenazante, en tanto que justo en la coyuntura de las burlas de Trump a México y a Ebrard habían generado opiniones muy positivas del presidente López Obrador sobre el candidato republicano, mientras que la virtual presidenta electa Sheinbaum Pardo apareció para defender a su designado secretario de economía, Ebrard, quien de manera paradójica y con las burlas de Trump será el encargado de revisar por reglamento los términos del Tratado.
El mensaje más claro de la relación bilateral ya fue definido por Trump: un muro para separar una frontera de más de 3,000 km y el mensaje de que los mexicanos van a ser despreciados otra vez en la Casa Blanca.
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Política para dummies: la política enreda más los problemas.
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