¿Tolerancia o desalojo?: Mario Arturo Mendoza Flores

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Fue durante el sexenio de José Murat, cuando su slogan de “Oaxaca en marcha” se identificaba más con las constantes manifestaciones de inconformidad ciudadana ante la falta de atención hacia sus demandas, que a un estado verdaderamente avanzando. Por supuesto que esta forma de expresarse se convirtió en una excelente fuente de ingresos para diversos líderes sociales quienes a cambio de liberar nuestras calles o levantar el plantón, aseguraban importantes prebendas para sus agremiados, pero particularmente para ellos. De ahí que desde entonces algunos analíticos comenzaron a bautizarla como la “industria del chantaje”. Claro que ya desde años atrás el “plantón” de los Profesores de la Sección XXII se había convertido en parte de nuestro folklore al apoderarse del primer cuadro del Centro Histórico bajo el argumento de la entrega de su pliego petitorio así como de las respuestas al mismo. La ciudadanía, como sucede hoy, comenzó a hartarse de tanto bloqueo por todas partes.

 

Por eso, al arribo de Ulises Ruiz a la gubernatura, lo primero que hace es prometer que terminará con éste fenómeno social que ya comenzaba a hacer estragos en la actividad económica de la capital. De ahí que parte de su estrategia, no para terminar con las famosas manifestaciones y plantones, pero sí para sacarlas del Centro Histórico, fue la de trasladar la sede del  poder ejecutivo a San Bartolo Coyotepec, suponiendo que si se manifestaban en contra del gobierno, al menos no afectarían a los ciudadanos de la capital. Parte de su maniobra consistió en revelar cuánto recibían de “apoyos” eso líderes sociales quienes aparentando tener un programa de movilización llegaron hasta calendarizar las marchas y los bloqueos con el propósito de no afectarse. Por unos meses se redujeron este tipo de manifestaciones a la par que se incrementaba la molestia de esos líderes que así perdían su “minita de oro”. Y sin embargo vino la prueba mayor.

Con la firme decisión de terminar con marchas, bloqueos y plantones se llegó al mes de mayo del 2006, lo que significaba el arribo de miles de maestros al centro de la ciudad para instalar sus carpas, lonas y casas de campaña para su “tradicional” plantón. Evento que se convirtió en el gran reto y a la vez la gran oportunidad del gobierno ulisista de demostrar que su propósito de impedir este tipo de manifestaciones iba en serio, aunque no valoró –o al menos no acertadamente– los aspectos sociales y políticos que su determinación podrían generar, más cuando esto se daba en medio de un contexto de irritación ciudadana ante las acciones de lo que para muchos comenzaba a ser un gobierno autoritario (ojo con esto).

En un exceso de confianza que suele pasar en los gobiernos autoritarios, sumado a la falta de capacidad de análisis de quienes tomarían la decisión, se ordenó aquél inolvidable “desalojo fallido” en contra de los maestros instalados en el zócalo, con las consecuencias sociales, económicas y políticas de las que todavía hoy los oaxaqueños no logramos recuperarnos. La creencia de que si se lograba retirar a los maestros significaría el mayor éxito de la administración se convirtió en todo lo contrario. De inmediato la gran convocatoria para enfrentar a un gobierno represor, insensible, intolerante y autoritario dio origen a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca y con ello una nueva forma de protección contra las llamadas “caravanas de la muerte” como lo fueron las barricadas. El uso de la fuerza pública para desalojar a los maestros y posteriormente para “persuadir” a quienes se manifestaban en contra del gobernante en turno, le dio el sello de “gobierno intolerante y represor” a la administración ulisista. El magisterio, organizaciones y líderes sociales se dieron cuenta de lo que puede suceder si alguien se atreve a hacer uso de la fuerza pública para desalojarlos. Como en todo, no faltaron quienes dieron cuenta de esta lectura y hoy se aprovechan de ello.

Lo cierto es que al día de hoy hay una clara irritación ciudadana por los constantes bloqueos a las vialidades principales no sólo de la capital, sino ahora también del estado. Debo escribirlo con toda claridad: muchos de los que hoy bloquean se quedaron con la medicina, sólo que no se han dado cuenta que la enfermedad es otra, por lo que ya no les sirve como remedio. Uno entiende que ante un gobierno que se cierra al diálogo con sus gobernados obliga a buscar el camino para hacerse escuchar, pero cuando se tiene a un gobierno que alienta la cercanía con los ciudadanos, simplemente resulta injustificable. Si bien hay la percepción de que algunos funcionarios no están haciendo bien su chamba, también hay que reconocer que sí hay otros que lo hacen de forma eficiente y que buscan encontrar las soluciones a los problemas presentados. Pero además ahora existen las audiencias públicas para que sea ahí donde los ciudadanos expresen sus demandas, sus quejas, sus problemas. Por eso es que la población ya no justifica tanto bloqueo, aunque sí entiende que estamos próximos a un proceso electoral y hay quienes le encantaría “agitar las aguas” para poder llevar algo a su molino.

Quienes están detrás de esos “manifestantes”, los patrocinan y hasta los promueven. Los mandan a cerrar calles. Luego se dan la vuelta y a voz abierta comienzan a decir que cuál cambio, que estamos igual o peor que antes y cuestionan al gobierno porque no utiliza la fuerza pública para desalojarlos. Se quejan amargamente del caos que genera tal acción. Pero eso sí, si desalojan a quienes bloquean, son los mismos que inmediatamente llaman represor, intolerante e insensible al estado que en su facultad ordenó liberar la vialidad. Quisieran que como en el 2006 la gente saliera a las calles a manifestarse en contra del gobierno. O sea que de día promueven los bloqueos y de noche le piden al ejecutivo que los quite, ¿quién los entiende? De ahí que uno mismo no comprenda que es lo que quieren: tolerancia por parte del gobierno para expresarse libremente, aun afectando el derecho de terceros o que se aplique la fuerza pública para liberar las vialidades. Lo que no se puede es que pidan tolerancia y desalojo a la vez.

¿Usted cuál prefiere estimado lector?

Twitter: @Mario_Mendoza_F