La Iglesia Católica sigue apoyando a los necesitados en Siria mientras las potencias involucradas en el conflicto impiden su resolución
Si hay una voz y una presencia constante en las zonas de conflicto en Siria es la del cardenal Mario Zenari. Nombrado nuncio apostólico en 2004, jamás abandonó su misión en el país ni siquiera en los momentos más violentos del conflicto, que ha dejado más de medio millón de víctimas.
“Todos se equivocaron en el conflicto sirio, se volvió tan complicado que es casi imposible de resolver”, afirmó el cardenal al frente de la misión de la Iglesia en el país asiático, en el cual ha invertido más de mil millones de dólares en ayuda humanitaria.
“En algunos lugares ya no caen bombas, como en Damasco o en Alepo, en estas ciudades hay mejoras, los niños van a la escuela sin miedo a ser golpeados por los morteros; pero en muchas otras zonas aún se combate la guerra. Por ejemplo, todavía persiste el drama de Idlib y allí, según Naciones Unidas, de tres millones de personas los niños menores son un millón”, agregó.
La heroica labor de Zenari fue precisamente lo que le valió recibir el capelo cardenalicio de manos del papa Francisco en 2016. Cuestionado sobre el conflicto, no dudó en recordar a Lajdar Brahimi, segundo enviado especial de las Naciones Unidas y la Liga Árabe para Siria y quien, al renunciar a su misión, afirmó que “sobre el conflicto sirio todos nos equivocamos, tanto en Siria como fuera del país”.
Profundizando al respecto, apuntó que “es difícil explicarlo, pero sobre el campo de batalla queda medio millón de muertos, un millón y medio de heridos, la mitad de la población que ha debido dejar las propias casas, más de seis millones de desplazados internos, cinco millones y medio de refugiados. Estos son datos objetivos, es un desastre. En eso las culpas son de tantos”.
Sin embargo, afirmó que quizá el principal obstáculo para acabar con el conflicto se encuentra en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde la lucha de poder se ha convertido en un nudo que impide decir “muchachos, el recreo terminó”.
Desde que se desató el conflicto, la Santa Sede no ha dejado de actuar ante el mismo. Por ejemplo, el 13 y 14 de septiembre se reunió a voluntarios, religiosos, obispos, diplomáticos y líderes de organizaciones de socorro para analizar la situación.
El encuentro dejó cifras estremecedoras. En Siria, más de 13 millones de personas permanecen en estado de necesidad. En Irak son 8.7 millones, de las cuales cuatro son niños. Los desplazados internos sirios suman unos 6.6 millones, además de 5.6 millones de refugiados en países limítrofes como Turquía, Líbano y Jordania.
En cuanto a los recursos movilizados por la Iglesia, estos se han canalizado a través de 53 agencias de ayuda, diez diócesis y 21 institutos religiosos en siete países. En 2018, la red permitió ayudar a 3.9 millones de personas con un costo de 230 mdd. Sin embargo, todo esto es apenas una gota en el océano de necesidades que ha generado la tragedia.
“Siempre se mantiene la duda de si todo continuará en paz, como hasta ahora, o si volverán los ataques”, relata Joseph Tobji, arzobispo maronita de Alepo, una de las ciudades más golpeadas en el país como parte de la guerra civil y la lucha contra el Estado Islámico.
Asimismo, denunció que la cobertura mundial de la guerra suele estar plagada de mentiras, y poco a poco ha ido disminuyendo, con el riesgo de que la catástrofe en que se haya sumido el país termine en el olvido.
Añadió que desde su perspectiva los terroristas no son sino pobres que han sido utilizados por “las grandes fuerzas del mundo con intereses sobre el petróleo, el gas y posiciones geopolíticas en Medio Oriente”.
“Hemos escuchado tantas mentiras… todo el mundo está viviendo en la mentira. Mentiras usadas para desencadenar la guerra por intereses ajenos. Sus bolsillos se llenan a costa de la vida de estas personas que no tienen culpa”, continuó.
Por su parte, Alberto Ortega Martín, nuncio apostólico de Irak y Jordania, explicó que los cristianos seguirán aportando para la paz y reconciliación de la región, pese a que ya no despierte el interés de la opinión pública mundial.
“Es como un nuevo inicio que hay que sostener y mantener, puede ser la ocasión para que otra gente que no había pensado en regresar pueda plantearse el hacerlo. Irak y Jordania son tierras muy especiales, tierras santas y sería una pena que desapareciera la presencia cristiana en estos lugares. Es importante que regresen y sigan aportando su contribución para el bien del país”, concluyó.
Fuente: lopezdoriga.com