Nunca como ahora en la historia moderna se había requerido de inteligencia, tolerancia y altura de miras para encarar y superar los enormes desafíos que acechan a México y al mundo entero: la peste del Covid-19 se ha constituido en el mayor reto de sanidad pública, de crisis económica y aun de viabilidad política de naciones que apenas hace un año se encaminaban, sin mayor sobresalto, hacia mayores estadios de crecimiento, desarrollo y calidad de vida.
Como ya habíamos señalado, pero ahora con mayor énfasis, nunca como ahora se había requerido de la unidad en lo esencial de todos los niveles de autoridad constitucional y de todos los actores políticos, sociales, culturales y empresariales, por encima de signos ideológicos e intereses facciosos de corto plazo.
Esta es la hora de encontrar o, más propiamente, de construir los acuerdos por México. Es la hora de privilegiar lo que nos une y atemperar lo que nos distingue. La diversidad ideológica es sana. Es un ingrediente esencial de la democracia y un pilar de la vida civilizada. Pero la pluralidad no tiene por qué derivar en confrontación y encono, en lógicas de suma cero, o peor aún, en esquemas de perder-perder, para los actores y para el país al que pertenecemos. La polarización sólo profundiza las contradicciones, y de ahí sólo puede provenir el salto al vacío, la pérdida de lo ganado, el retroceso a etapas superadas.
Es preciso abdicar de las visiones de corto plazo, de la búsqueda de rentabilidad a cualquier costo, comenzando por los cálculos electorales, para concentrarnos en lo fundamental: la salud de los mexicanos y la ya impostergable reactivación económica. La parálisis ya se prolongó más allá de las estimaciones más pesimistas, de marzo estamos a punto de transitar a julio. Los mexicanos, sobre todo los más necesitados, los que viven del jornal del día, ya no lo resisten.
El problema de salud pública no se ha disipado, sino al contrario, se ha disparado: los contagios del nuevo coronavirus hoy tocan a los cinco continentes. El número de casos confirmados en el mundo llegó a 10 millones y las muertes suman más de 500 mil, según el conteo de la Universidad Johns Hopkins. El epicentro es hoy América Latina, Brasil como líder regional con un millón 313 mil 667 contagios, y el fenómeno ya ha alcanzado al norte de África para propagarse al resto de ese continente. Mayor número de contagiados con menor infraestructura hospitalaria.
En el otoño el desafío puede ser doble: los especialistas de la salud ya vaticinan que a las exigencias de atención del Covid-19 podría sumarse otra enfermedad letal, la influenza, que por sí sola puede cobrar decenas de miles de vidas. Combinados los dos flagelos, ya se imaginará el lector el tamaño del problema para los sistemas de salud del mundo, especialmente del subdesarrollado, y en particular lo que más nos preocupa y duele, México y el subcontinente al sur del río Bravo. Nadie está preparado para morir, nadie está presto a perder su patrimonio, pero en el caso nacional, el golpe puede ser demoledor.
Hay que dejarlo muy claro. El coronavirus y la influenza no tienen ideología: no son de izquierda, de derecha ni de centro. Cuando no hay las medidas de prevención, afectan parejo. Enferman, lastiman y eventualmente matan al paciente, sin importar la orientación de su pensamiento. ¿Por qué entonces tanta confrontación, tanta diatriba, tanta descalificación de unos a otros?
A diferencia de otras crisis y colapsos, como los documentados por el biólogo y científico social Jared Diamond, el mundo, y no sólo una región o un país como México, está viviendo pérdidas irreparables. Estamos inmersos en una depresión emocional, económica y social, a escala global. Nadie está a salvo de la mayor amenaza a la salud pública desde la epidemia de la gripe española de 1918 y el mayor desafío a la economía mundial desde la crisis financiera de 1929, el crack de la Bolsa que luego fue el crack del desempleo, el ingreso, y la pobreza.
Esta vez es peor, porque están conjugadas, concatenadas, ambas problemáticas, la sanitaria y la de la economía. En este aspecto, se está dando ya una drástica contracción de la economía mundial, que, según las previsiones del Banco Mundial, se reducirá en 5.2 por ciento este año. De acuerdo con la edición de junio de 2020 del informe Perspectivas económicas mundiales del banco, es la primera vez desde 1870 en que tantas economías experimentarían una disminución del producto per cápita.
La calificadora Fitch Ratings estima que la economía de Europa y Asia se contraerá 4.7 por ciento y que prácticamente todos los países de ese bloque entrarán en recesión, mientras en América Latina y el Caribe las perturbaciones originadas por la pandemia harán que la actividad.
*Presidente de la Fundación Colosio