Temor al cambio: Mario Arturo Mendoza Flores

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Hay quienes sostienen que el rechazo o el temor al cambio son algo inherente al ser humano. Aún recuerdo algunos dibujos del inolvidable “Quino” y su inimitable personaje de Mafalda, donde tomando un globo terráqueo la pequeñita decía: “Tengo que cambiar al mundo, antes de que éste me cambie a mí”. Sin duda hacía referencia a esos ideales y sueños que surgen en la infancia y que se van fortaleciendo durante la adolescencia y juventud; pero que al pasar de los años quedan como un recuerdo pues finalmente se acepta que es mejor adaptarse a lo que ya está, que insistir en el cambio. El tiempo, la comodidad e incluso nuestros hábitos nos van llevando a un área de confort donde es más fácil adaptarse a la realidad de nuestro entorno por más obsoleta, antigua, injusta que sea; que pretender modificarla o cambiarla.

 

Es increíble el temor que produce cambiar. Claro, nos educaron con el criterio de que la estabilidad era sinónimo de madurez, de equilibrio.

Quien cambia es inestable, inmaduro, todavía no ha crecido, porque el ideal de vida, para la sociedad, es un mundo quieto. Vivir en el mismo barrio, conservar los mismos edificios, las mismas fachadas, habitar la misma casa, permanecer en el mismo colegio, “durar’ en el mismo trabajo, escoger carrera ‘para toda la vida’, radicar en la misma ciudad y en el mismo país… todos sinónimos de supuesta estabilidad. Ni qué decir de las ideas o de las creencias.

 

Sorprende cómo los seres humanos proyectan tanto de su personalidad a través de su necesidad o resistencia a los cambios. Hay personas muertas en vida que no se atreven a cambiar ni siquiera la ruta hacia el trabajo, ni lo que comen, ni se arriesgan a vestirse diferente, a mover los muebles de la casa, a ver de una manera distinta las calles por donde transitan ,o a pasar un fin de semana de otra manera. Su fortaleza radica en decir un NO contundente al cambio y más si se unen varios de ellos para tal propósito. Por eso cuando no se acepta, la resistencia al cambio se convierte en enfermedad…pero además es una enfermedad contagiosa. A las buenas o a las malas, el mundo se mueve y el cambio no consulta. ¡Simplemente se da! Por eso hay quienes sostenemos que o me subo al carrito del cambio o el cambio me atropella. Y créanme que es más sencillo de lo que parece.

 

Por eso deseo compartirles el siguiente pensamiento: “Al reflexionar en mi experiencia como ser humano y quejarme de todo lo negativo que sucedía a mi alrededor, me di cuenta que había demasiadas cosas que estaban mal y creí que para poder vivir en perfecta armonía, se tenían que hacer muchos cambios y de una manera universal. Tenía yo que cambiar al mundo. Al pensar en cambiar al mundo me di cuenta que era extremadamente ambicioso intentarlo y que estaba fuera de mi capacidad hacerlo, por lo que decidí que debía empezar por mi país. Al ver lo complejo de él, con tantos y diversos intereses, supuse que con lograrlo en mi ciudad estaría yo haciendo bastante. Al darme cuenta que para tener una ciudad en paz y alegre, deberían haber familias sanas, bien alimentadas y con educación, porque ellas son la base de nuestro desarrollo, asumí que mi responsabilidad era cambiar a mi familia y con eso estaría haciendo mi parte. Pero descubrí que si mi familia no funcionaba bien era porque yo no tenía las actitudes correctas y que era muy egoísta pretender cambiarlos; fue entonces cuando entendí que a quien realmente debía yo cambiar era a mi mismo”.

 

He dado inicio con esta larga introducción, porque he encontrado cierta contradicción con lo que anhelamos los oaxaqueños. Resulta por demás decir que recientemente decidimos por un cambio en las formas de hacer las cosas, sin embargo cuando esos cambios están por producirse, salimos a detenerlos pues tenemos el temor de que lo que se va a hacer dañará lo que suponemos debe permanecer igual, aún cuando el cambio en nada tenga que ver con su originalidad y sí con su mejora. Me explico.

 

Con recurrencia señalamos que nuestro estado y nuestra ciudad se encuentran sumamente rezagados en comparación con otros estados y ciudades que al igual que el nuestro vivieron inmersos en la pobreza y en la falta de desarrollo. Vamos a Chiapas y regresamos diciendo qué cómo es posible que ese estado se haya transformado en beneficio de sus habitantes y turistas y nosotros sigamos igual. Vamos a Veracruz y lo mismo. Y sin embargo cuando se inician los trabajos para enriquecer, modernizar y mejorar el nuestro salimos a protestar de inmediato. Demandamos cambio, pero hacemos todo lo posible para que no se de.

 

Comprendo que las protestas son consecuencia de la falta de involucramiento ciudadano en los cambios que se pretenden realizar, pero también es resultado de la ausencia de propuestas que surjan desde esas asociaciones que conocen del tema y que sin duda contribuirán a que esos cambios se cristalicen. El desarrollo de Oaxaca y de nuestra ciudad por décadas se detuvo por esa falta de coincidencia en los propósitos: demandamos agua y cuando se construye la presa se toman carreteras para impedirlo. Queremos más turismo y cuando de pretenden embellecer nuestros atractivos turísticos y arquitectónicos, salimos a demandar que se paren los trabajos. Demandamos drenaje en nuestra colonia y cuando se va a construir rechazamos a que se conecten a la red ya existente. Defendemos lo ecológico, pero cuando se realizan acciones para contribuir a su mejoría salen a impedir que se lleven a cabo esgrimiendo que hay formas mejores y se termina por no hacer nada.

 

Por eso considero que es tiempo de que asumamos nuestro compromiso de cambio personal, de querer participar activamente para que las cosas sucedan, ser parte pujante del cambio. Demandar –sin desistir– que estos sean para mi bien y para el bien de la sociedad. No descalifiquemos antes de ver los resultados, recordemos que sólo el que no se arriesga no atraviesa el río. Permitamos y seamos parte de las mejoras que nuestro estado y nuestra hermosa ciudad requieren; el no permitirlo terminará por acabar lo que tanto defendemos.

 

No le temamos al cambio.

Twitter: @Mario_Mendoza_F