¿Por qué la gente inteligente comete errores estúpidos?
Me da igual el iceberg, este barco es insumergible. Tenemos problemas de pareja, para arreglarlos nos vamos a casar. Lo que aparece en su telescopio, señor Galileo, es imposible, por tanto el telescopio está estropeado. Hay que reactivar la economía, impondremos austeridad y recortes. No hay un loco conduciendo en dirección contraria, ¡son cientos!
Terrible, ¿verdad? Y sin embargo nos pasa a todos alguna vez. Vemos los errores de los demás, pero no somos capaces de ver los nuestros propios errores, como si estuviéramos ciegos. De hecho en psicología se habla de puntos ciegos (blind spots). Son los ángulos muertos de nuestro cerebro, como los del espejo retrovisor. Por eso hay cosas que están delante de nuestras narices y no somos capaces de verlas.
Generalmente lo que nos vuelve ciegos es una conexión emocional, que suele estar relacionada con el miedo o la autoestima. Nuestro cerebro decide no aceptar las realidades que nos resultan amenazantes. Por supuesto, esta forma de hacerse el sueco no funciona. Mientras la negamos, la realidad encuentra la forma de patearnos el trasero.
Incluso enfrentados a la realidad, siempre se puede encontrar una respuesta defensiva: Gordo no, estoy fuertecito. ¡Pero si apenas bebo alcohol! Ya encontraré la forma de pagar. Puedo dejarlo cuando quiera. Por una vez no pasa nada. La culpa es de (insertar aquí a otros que no son tú).
¿Cómo saber si eres víctima de tus puntos ciegos? Un síntoma es que las cosas nos salen mal, y siempre de la misma forma. Las relaciones sentimentales se tuercen del mismo modo. Siempre tienes problemas de dinero. Hay cosas que te cuesta mucho trabajo recordar, por mucho que te empeñes.
Para ver más allá de nuestros puntos ciegos necesitamos ayuda y reflexión. Pero los amigos no siempre se atreven a decirnos la verdad. Empieza por aquí:
Escribe tu historia: haz de biógrafo y escribe unas simples notas sobre las cosas que te han ocurrido, buenas y malas. Busca los puntos en común en cada caso.
Pregunta a los demás: aunque no se atrevan a decirte ciertas cosas a la cara, utiliza a amigos o compañeros como un espejo, haciendo preguntas simples. ¿Qué crees que pasó? ¿Había una solución alternativa?
Haz un test de personalidad: no son la panacea, pero te ayudan a conocerte mejor. Prueba con el test de Myers Briggs y comprueba tus resultados.
Espíate a ti mismo: graba tus conversaciones con los demás o mejor aún, graba un vídeo. Después, mírate y escúchate. Puede que haya cosas que no reconozcas y te sorprendan.
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