Todas las sucesiones presidenciales, desde el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario, luego Partido de la Revolución Mexicana y finalmente y hasta la fecha Partido Revolucionario Institucional, han estado marcadas por hechos supervinientes que han modificado su desenlace. Por supuesto en las décadas de los treinta a los cincuenta del siglo pasado no estuvieron exentas de los intentos de rebelión, que fueron debidamente “controlados” por las fuerzas “institucionales”. A partir de los cincuenta podríamos decir que fueron más tersas pero no menos intensas; al final, como usted comprenderá, la lucha por el poder despierta las más desbocadas ambiciones y el uso de todas las buenas y sobre todo las malas artes de la política que desde tiempos inmemoriales se han utilizado para eliminar al adversario.
Las vueltas de tuercas que han definido candidatos presidenciales han dependido de la capacidad de estos para venderse al gran dedo elector en la época del partido casi único –versión Salinas de Gortari-; y más recientemente de la mercadotecnia aplicada. En el caso de Vicente Fox, la estrategia giró en como “sacar al PRI de Los Pinos”; para López Obrador el hilo conductor de la confrontación es combatir “a la Mafia del Poder” también encabezada por los “malvados priistas”, esta vez acompañados de las “mafias” azules, amarillas, verdes y todas aquellas que no estén en la órbita de la pureza postulada por el Moisés del Grijalva.
En otros casos, el desenlace se tejió en torno a condiciones sociales y políticas inéditas. Cuentan las crónicas que en la sucesión de Díaz Ordaz, su “preferido” para sucederlo desde el principio de su gobierno lo fue el General Alfonso Corona del Rosal, a quien colocó en la estratégica Regencia del Distrito Federal, le dio todos los “baños de pueblo” posibles y hasta le consiguió por ahí un título de licenciado. En segundo lugar de sus afectos se encontraba Emilio Martínez Manatou, su Secretario de la Presidencia, y en lejano tercer lugar Luis Echeverría, Secretario de Gobernación, de quien desconfiaba por considerarlo demasiado taimado y tortuoso. Sin embargo, el Movimiento Estudiantil del 68 cambió totalmente los escenarios. Corona del Rosal se quedó atrapado en medio de la represión, Martínez Manatou sucumbió al perder la confianza del Presidente que lo consideró demasiado proclive al diálogo –podría decirse algo así como la versión anticipada de Manuel Camacho- y Luis Echeverría, haciendo gala de las “virtudes” que en principio lo descartaban, se erigió como el vencedor.
Otras sucesiones se decidieron por el “afecto”, caso la del propio Echeverría que se inclinó por su amigo de correrías sudamericanas José López Portillo, quien desde la campaña le dio muestras que la lealtad es un árbol que da “lichis” al conquistar los requiebros de su nuera; dejando en el camino a dos “pesos pesados”, Mario Moya Palencia, Secretario de Gobernación, a quien todos daban como el “bueno” y Porfirio Muñoz Ledo, el “hombre más talentoso de mi gobierno” como lo definió el propio Don Luis en una ocasión que coincidieron en la embajada de un país de América Latina en la recepción conmemorativa de su independencia, a la que acompañe a Porfirio. Luego, la propia de quien juró “defender el peso como un perro” tuvo también un desenlace afectivo: Miguel de la Madrid se impuso, además de por su formación de financiero, fundamentalmente por el “impulso” que le dieron José Ramón, el “orgullo de su nepotismo” y Rosa Luz Alegría, pareja sentimental del gran elector. En el caso de Salinas se impuso el pragmatismo neoliberal; con Luis Donaldo, definió la candidatura el protagonismo delirante de Manuel Camacho y la supuesta lealtad hacia el “proyecto para trascender el siglo”; sumisión que cuando el “hermano incómodo” y el “concilieri” Córdoba advirtieron no sería tal, se truncó en Lomas Taurinas. Así llego Zedillo, por la puerta de atrás y se fue como llegó, entregándole la banda a los protagonistas de la “docena trágica” a quienes sucedió el Presidente Peña, también en buena medida producto de la mercadotecnia televisiva y del “Nuevo PRI”.
Así llegamos a la sucesión presidencial actual, en la que ha diferencia del 88 del siglo pasado, en la que el terremoto de tres años antes no influyó de forma determinante, en esta por el momento en que ocurrieron los sismos de septiembre, la han marcado y en buena medida mostrado la pequeñez de todos los aspirantes; empezando por sus partidos y sus dirigentes, o quienes “mecen las cunas”. La disputa por la foto de “¡Quién dona más!” es patética, manipuladora y perversa; en el fondo subyace la intención de trampear o alargar una decisión contundente sobre el tema, que necesariamente tendría que pasar por una acción legislativa que nadie ha planteado de forma clara, una cosa es presumir “iniciativas” y otra alcanzar los consensos para llevarla al pleno y votarlas.
El PRI y su patiño el Verde rechazan el financiamiento de lo que resta del año pero nada dicen del “cash” de las campañas de 2018 y lo de eliminar los plurinominales en demagogia sin adjetivos; Morena, como en los tiempos de Echeverría propone un “fideicomiso” y la repartición directa por sus militantes de los recursos que junten. Espectáculo inédito será ver a Bartlett, Korrody, Moctezuma y demás “joyas de la corona” recorriendo las calles distribuyendo dádivas; por su parte el coro de frentistas dan pena ajena rasgándose las vestiduras en actos de contrición dignos de las mejores carpas, condicionando su apoyo a la “renuncia total del financiamiento a campañas” a cambio de otras renuncias totales.
En suma, los terremotos han mostrado la pobreza política de todos los que aspiran a gobernar este país, los priistas, Chong, Nuño, Meade refugiados en sus bunkers y en las estadísticas, Narro calladito; los Calderón al igual que los Moreno Valle y demás panistas en el cálculo político del silencio; Anaya hoy más que nunca ha exhibido su pobreza moral, mental y política; Mancera lo mejor que puede hacer es permanecer encerrado en el C-5 hasta agosto del año que viene; y Andrés Manuel que prefirió tomarse la foto en el Caparroso de sus ancestros en lugar de suspender su gira y venirse a Juchitán, reducto histórico de la izquierda continúa en su lógica de combatir como única prioridad a la mafia del poder.
Por lo que se advierte, el terremoto no sólo derrumbo edificios, también mostró las fallas estructurales de los presidenciables y sepultó las aspiraciones de más de uno.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh