Todos los presidentes de la República salientes –tanto del PRI como del PAN y ahora Morena– creen poder estirar la liga para implantar como regla política sucesoria el oxímoron o la fusión de contrarios: el presidente Cárdenas en 1940 como hoy el presidente López Obrador han buscado el modelo de cambio con continuidad, cuando se trata de términos antitéticos.
Todos los presidentes sucesores han cumplido con las reglas de darle continuidad sistémica al gobierno en el que pertenecieron, pero definiendo sus propiasadministraciones y todos han tomado la decisión sucesoria posterior suponiendo la continuidad de su proyecto y enfrentando, más temprano que tarde, la característica real de las sucesiones: continuidad con ruptura.
En uno de sus libros más sólidos en cuanto a razonamiento politológico, Manuel Camacho Solís explicó, desde sus lecturas de Gramsci y después de las elecciones de 1994, el modelo de cambio sin ruptura, como tituló su libro publicado por Alianza Editorial. En septiembre de ese año, Camacho ya había sido inmolado por el asesinato de Colosio y abandonado por el presidente Salinas de Gortari.
El punto de partida del enfoque analítico de Camacho estuvo en sus tres principales aportaciones politológicas a la explicación aún válida de la crisis del sistema político mexicano: “El poder: Estado o feudos políticos”, “Los nudos históricos del sistema político mexicano” y “El futuro inmediato”. Estos textos los contextualiza Camacho en su enfoque de dos crisis que son las que ha vivido el país desde 1968 y que se han agudizado en el colapso de la transición política frustrada:
“Estamos ante un límite en el sistema político cuando las instituciones políticas dejan de funcionar dentro de sus propósitos de dominación política, dirección política y administración social o cuando la clase política pierde la capacidad de hacer uso de las instituciones políticas. Ello puede ocurrir por la falta de cohesión de la clase política, insuficiencia de representación de las fuerzas políticas, pérdida de legitimidad y falta de capacidad administrativa”.
Y “estamos ante un límite en el Estado cuando el “orden” de clases y fuerzas sociales prevalecientes pierde su capacidad para crear las máximas posibilidades para la expansión del grupo o clase en el poder o cuando una de las clases subalternas –y sus aliados– adquiere capacidad política, intelectual y moral para imponer un nuevo “orden”.
De las opciones sucesorias de Cárdenas a los dilemas de las corcholatas de López Obrador, el régimen priista –aún en sus versiones panista y morenista– ha encarado los dos desafíos que no se han podido cumplir: la continuidad del proyecto en curso y la construcción de un nuevo acuerdo político nacional que implicaría, de modo natural, el sacrificio de buena parte del proyecto presidencial que se quiere transexenalizar.
La imposibilidad –con Cárdenas y ahora con López Obrador—de encontrar una síntesis dialéctica entre la continuidad y el cambio atropelló la opción política que representó Camacho en la sucesión de 1994 y podría estar configurando los estrechos márgenes de maniobra de Marcelo Ebrard Casaubón como la figura que buscaría darle continuidad a López Obrador mismo, pero con cambios propios que limitaran la continuidad.
El desafío planteado por Camacho desde su tesis de licenciatura en 1970 hasta su muerte fue la reconstrucción del sistema político a partir de la modernización de las estructuras del poder, cuya tarea de modo natural tendría que sacrificar la continuidad que determina la decisión del presidente en turno a la hora de escoger a su sucesor.
Y ante la imposibilidad de sintetizar cambio y continuidad, todos los candidatos seleccionados han decidido sacrificar las reformas políticas modernizadoras en aras de consolidar su propio poder. El asesinato de Colosio interrumpió el acuerdo político del candidato con Camacho para priorizar más el cambio político por encima del mantenimiento del proyecto neoliberal.
La sucesión presidencial de 2024 no tendría por qué ser diferente.
Política para dummies: La política son los sueños convertidos en pesadilla.
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