Ayer estábamos sometidos por la Corona Española. En su inicio, muerte y sangre en la defensa de los pueblos originarios avasallados. Casi 300 años de saqueo y subordinación al capricho del imperio Español. Pero hay quienes asumen que somos independientes por la recuperación del territorio, liberado del colonialismo gracias a la entrega heroica de Hidalgo, Morelos y muchos mexicanos. Lo cual es incierto porque no hemos tenido la estatura, la fortaleza o la capacidad de los independentistas para librar a México del acecho sistemático de otras naciones, y menos aún de la que hoy por hoy se ostenta como la potencia hegemónica del Universo. Juárez puso el ejemplo que a la postre ningún otro Presidente, salvo Lázaro Cárdenas, ha intentado para salvaguardar el honor de nuestra patria y de nuestros hijos. Pese al amago de Francia, Inglaterra y España, el Benemérito suspendió el pago de la deuda externa en 1861 y, casi ochenta años más tarde, el General expropia 17 empresas petroleras extranjeras que saqueaban al país pero sobre todo explotaban salvajemente a sus trabajadores negándoles sus derechos más elementales.
En el ínter Ricardo Flores Magón, ideólogo de la Revolución, indicó que “un pueblo preparado cívicamente puede asumir el control de su destino histórico”, en lo cual hemos fallado –como individuos y colectividad-, por nuestra exacerbada apatía y la comodidad clasemediera que nos brinda el sistema burgués, dominado globalmente por el capital. Sí, como individuos, como sociedad y como nación hemos fallado porque ahora somos dependientes de una potencia guerrera, en el sentido más perverso del concepto. Sí, hemos fallado porque esa dependencia es causante de la miseria y la pobreza de millones de mexicanos y lo único que hacemos es buscar atenuantes, que en nada transforman la marginación acumulada en nuestros pueblos rurales e indígenas. Si, hemos fallado porque hemos elegido el camino fácil del discurso demagógico partidista pidiendo votos para asumir un poder que no representa el interés de las masas y, menos aún, les reivindica. Sí, porque festejamos y veneramos a los próceres que nos dieron patria pero no seguimos su ejemplo para terminar su obra, para concretar su hazaña, para cristalizar la democracia, el bienestar de la comunidad y la independencia nacional. Porque no hay fuerza política que encabece las ambiciones de Hidalgo y de Morelos, que rescate el pensamiento Bolivariano, de Sandino o de Salvador Allende para construir una senda justiciera y soberana para América y para México.
Hoy que día a día los excedentes generados en el campo, en las fabricas, en el comercio y la especulación financiera son transferidos por diferentes vías al exterior, especialmente a las arcas del capital trasnacional domiciliadas en los EUA, nos preguntamos donde están o porqué claudicaron los hombres que supusimos abrevaron las enseñanzas de luchadores sociales de raigambre revolucionaria como Demetrio Vallejo, Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo, Gerardo Unzueta e incluso de Pablo Gómez. Donde están las banderas o la combatividad rebelde del Partido Comunista Mexicano, del Partido Socialista Unificado de México, del Partido Mexicano de los Trabajadores, del Partido Mexicano Socialista. Decir no lo sabemos es mentirnos a nosotros mismos. Están en la comodidad de las Curules del Congreso Federal y las Legislaturas Locales o en las estructuras burocráticas estatales y municipales. Esto explica porqué dejamos en el olvido el pensamiento avanzado de Jesús Reyes Heroles, de Carlos Madrazo o el de Luis Donaldo Colosio. Dejamos ir sus ideas. También el priísmo encumbrado ha cambiado el pensamiento de sus hombres más avanzados por dietas y lujos, por poder y negocios.
Olvidamos el ejemplo de nuestros patriotas de ayer: los de hace siglos y los del pasado reciente. Ahora ni el PRD, ni sus pequeños satélites, ni el PRI enderezan sus baterías ni su lucha en defensa de la soberanía y la independencia. Menos aún asumen la custodia de los derechos o los intereses del pueblo trabajador. Hoy lo que importa son los puestos políticos con altas retribuciones monetarias, los organigramas burocráticos que se resumen en poder, poder político del gobernador, del presidente municipal, del diputado y del senador, del secretario o del director. Poder, sólo poder. No democracia plena, ni independencia, ni trabajo partidista militante, de masas, de movimientos que reivindiquen un mundo distinto, ni siquiera el más cercano a los trabajadores, al pueblo marginado, al que les otorga su voto.
Hay razones sobradas para asegurar que no somos independientes. Y de ninguna manera evadimos el dominio de la interacción global, puramente económica, dominada por el capital, no por hombres libres, despojados de su fuerza y su capacidad productiva en beneficio del gran señor don dinero. Nos preguntamos: Somos independientes cuando el país tiene una deuda pública externa que supera el monto del Presupuesto de Egresos de la Federación para este o el próximo año? No, no lo somos. Pero además es una deuda que las generaciones actuales y otras por venir tendrán que pagar. Somos independientes cuando la inversión extranjera directa domina los sectores más dinámicos de la industria “nacional” y el comercio? No, no lo somos y seguiremos observando cómo día a día se expande ese poderío. Somos independientes cuando el comercio exterior mexicano está determinado por más importaciones que ventas al exterior? No, no lo somos porque cambiamos petróleo barato por gasolina cara y los granos básicos que no producimos. Somos independientes?
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