Ayer fue el día Internacional de la Lengua Materna. La UNESCO designó el 21 de febrero para promover la preservación y protección de todos los idiomas que emplean los pueblos del mundo.
La diversidad de lenguas existentes en nuestro país desde antes de la conquista, representa una riqueza invaluable. Dentro de este patrimonio, México está entre los países del mundo que cuenta con más lenguas originarias habladas.
En el 2003, el gobierno mexicano emitió la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas. Esta ley dio la creación del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. A partir de entonces, las lenguas indígenas y el español son lenguas nacionales por su origen histórico, y tienen la misma validez en su territorio y localización.
En la medida que hay más gente que habla una lengua, más fuerza tiene. Lo importante es que se aprenda, que la gente la sepa y la utilice.
Los idiomas viven en el habla de las personas, en las prácticas sociales, en el uso que se hace de ella. Una lengua está viva cuando la gente la usa para reprender, para casarse, para orar, para reclamar, para comerciar, para amar o para educar. En la medida que es utilizada para hacer cosas o para relacionarse, esa lengua es importante. Si no se le da esa asociación va muriendo poco a poco.
Si lo que queremos es revitalizar las lenguas indígenas, debemos asociarlas a prácticas sociales. No es tan importante enseñar una lengua o imponerla en las escuelas, desde luego que eso es muy útil, pero eso no va a cambiar mucho si no se le da la funcionalidad social.
No basta respetar a las lenguas indígenas y apreciarlas como entidades culturales, lo importante es robustecerlas. Hay que hacerles un espacio en nuestra vida social para que tengan ese pluralismo lingüístico. Si se les da ese lugar en la vida pública, las lenguas empezarán a crecer como una plantita que con el tiempo florece. De ese modo nosotros mismos estaremos interesados en aprenderlas.
Hoy es un lujo aprender a hablar una lengua indígena. Como también es un lujo vivir en una comunidad para aprender su lengua. En cambio, aprender inglés o cualquier otro idioma, cualquiera puede hacerlo. En un supermercado o por Internet se puede adquirir un paquete de autoaprendizaje. En cambio una lengua indígena es costosa en términos de tiempo y de dinero, por eso es un verdadero lujo.
Las lenguas indígenas como patrimonio cultural son un lujo porque son como joyas. Son como aquellas joyas de la abuela que se fueron pasando de generación en generación, y las familias que las reciben las cuidan, las mantienen limpias porque son herencia. Lo triste del asunto es que el Estado, tanto que ha protegido esas joyas, que ya no deja que las nietas o las bisnietas las usen, las exhiban. Eso no ha ayudado mucho. Sería interesante darles un trato vivo, de uso común y corriente.
Parece que las políticas del Estado en el tema lingüístico, ha servido solamente para que se celebre el 21 febrero. Ayer se sacaron de la vitrina y se expusieron para que todo mundo se enterara de que somos un país importante en cuanto a lenguas muertas y vivas.
Hoy ya se guardaron y con eso se volverán a olvidar, y se volverán a empolvar porque lo que se pretende, es mantenerlas en un estado de pureza, de originalidad. Hacen esto porque no saben que cuando una lengua está viva, puede mezclarse con el inglés, con el español o con cualquier otra lengua del mundo.
Si de veras queremos respetarlas, no solo se debió hacerse ayer en el día Internacional de la Lengua Materna. Se debe darles el espacio necesario para que se rejuvenezcan.
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