Más de 160 cristianos sirios consiguieron escapar de la guerra gracias al esfuerzo de una fundación privada polaca y al apoyo de parroquias y familias de ese país centroeuropeo.
“Cuando el Gobierno polaco dijo que no había presupuesto para acoger refugiados sirios en 2015, me di cuenta de que nosotros mismos debíamos recaudar todo el dinero para traerlos”, explicó la presidenta de la fundación Estera, Miriam Shaded, una joven polaca hija de un pastor evangelista sirio asentado desde hace décadas en Polonia.
Gracias a esa decisión y a la solidaridad de evangelistas polacos, primero, y de ortodoxos y católicos, después, se ha logrado que un primer grupo de 163 sirios cristianos hayan encontrado una nueva vida más allá de la guerra y que hoy residan en salones parroquiales y con familias de toda Polonia.
Adnan, su esposa Nahla y su pequeña Sara, de ocho meses, son sirios evangelistas que han pasado del infierno de los bombardeos en los suburbios de Damasco a una familia de acogida en Varsovia, donde dicen haber encontrado la oportunidad de empezar de nuevo.
“Es como si hubiésemos aterrizado en otro planeta, nos sentimos como niños de nuevo”, dijo Adnan, quien no escatima en agradecimientos a Dios y a Jesucristo por su nueva suerte.
“Hemos sido muy bienvenidos, la comida es deliciosa y, por encima de todo, estamos a salvo”, asegura este hombre que corta azulejo de 43 años, quien recuerda que hoy ser cristiano en Siria es casi una condena de muerte si te encuentras en una de las zonas controladas por los islamistas radicales.
“Verdaderamente los cristianos son el colectivo más amenazado en Siria, donde además de la guerra sufren en muchos casos persecución por su religión, por eso necesitan más que nadie nuestra ayuda”, añade Miriam Shaed, la responsable de una fundación que tiene sólo un año de vida y que nació para ayudar a los cristianos perseguidos en todo el mundo.
Adnan y su familia llegaron junto a otros 160 sirios en un vuelo desde Beirut sufragado con fondos privados y el Gobierno polaco aceptó facilitar los trámites para conceder visados de residencia y dar asistencia sanitaria, mientras el grupo espera a que se resuelvan sus solicitudes para obtener el estatus de refugiado.
“Los sirios musulmanes cuentan con más oportunidades que los cristianos. Los países árabes ofrecen ayuda, hay más recursos para ellos y existen más organizaciones que les asisten, mientras que nosotros estamos prácticamente solos”, se lamenta Adnan.
La fundación Estera ha solicitado a las autoridades polacas autorización para la entrada de mil 500 sirios cristianos, aunque por ahora se esfuerza en facilitar la integración de este primer grupo (formado en su mayoría por católicos, ortodoxos y protestantes) y en recaudar más fondos, ya que, además de sufragar el vuelo, deben garantizar su manutención por un periodo mínimo de un año.
“Ellos no quieren vivir de la caridad y todos se esfuerzan en aprender polaco para poder buscar un empleo en cuanto sea posible”, asegura Miriam, mientras Adnan y su esposa, ingeniera electrónica de 33 años, asienten con entusiasmo.
La iniciativa de la fundación Estera, un patrocinio privado para traer refugiados sirios, es única en Europa.
Polonia ha aceptado acoger a 2 mil refugiados, menos de la cifra propuesta desde Bruselas, que comenzarán a llegar a partir de 2016.
Para la responsable de Estera, Miriam Shaded, la solidaridad de la sociedad civil puede ser una buena alternativa frente a la polémica política de cuotas, aunque para eso los estados deberían facilitar los trámites para que los refugiados sirios “apadrinados” por familias europeas puedan entrar y residir en suelo comunitario.
A su juicio, en cierto modo Europa favorece la inmigración ilegal porque los beneficiarios de ese sistema de cuotas serán en su mayoría inmigrantes que ya han entrado ilegalmente, mientras que su propuesta es asistir a estas personas en su propio país de origen, de manera ordenada y centrándose en el colectivo más necesitado, el de los cristianos.
Se estima que 1.2 millones de sirios son cristianos, un poco menos del 5 por ciento de su población antes de la guerra, que desde que estalló en 2011 ha causado al menos 220 mil muertos y 4 millones de desplazados, según las últimas cifras de la ONU.
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