Leer y escribir son ejercicios consustanciales a la existencia. Y lo son más, en específico el segundo, en momentos definitorios para el rumbo de la vida de mujeres y hombres que depende del pacto social, del contrato Rousseauniano. El no hacerlo deja, para quienes nos sentimos obligados, intacta la carga reflexiva e inútil su poder transformador, por mínimo que sea.
¿Que está en juego el día de hoy? El futuro que aguarde a ganadores y perdedores es lo de menos; serán daños y beneficios colaterales. Nos jugamos, en una apuesta razonada, buena parte de nuestro diario vivir los próximos seis años.
Mañana comenzará un nuevo capítulo de nuestra novela sexenal. Con la certeza abonada por un buen número de votos entre el primero y segundo lugar en la contienda presidencial, rencores, afrentas, desencuentros, resentimientos y actitudes soberbias deberán quedar cuanto antes sepultadas por la unidad que todos debemos tener en torno a nuestro próximo presidente. Será nuestra mejor contribución a la voluntad y posibilidad efectiva que tenga de mandar obedeciendo.
La jornada electoral no es un día para morirse cívicamente en la línea y con el último aliento de nuestras pasiones militantes, de nuestras fobias o antipatías. México es mucho más grande que un Presidente, incluso, que un proyecto político. Pero si le va bien al presidente, le irá bien a la nación y eso hay que acabarlo de entender.
La democracia no se agota para el ciudadano de a pie en el acto de votar, no acaso en el proselitismo o antielitismo vívido. Nos queda, en adelante (si es que no se ha hecho fuera del proceso electoral) la vena inacabada y fecunda de la participación. Democracia es un sustantivo complejo y más compleja realidad para la mayoría de quienes gozamos y sufrimos en este país. Nuestro voto es materialización expresa de nuestra razón, nada más pero igualmente, nada menos. Es papel descollante de los órganos electorales salvaguardar la razón política que haga mayoría.
Todo voto está dotado de razón; frívola o no. Y por ese solo hecho ha de respetarse. Si los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, no hay forma de saberlo, pero sí tienen los gobiernos que eligen. Para eso fue diseñada la democracia representativa.
Está latente la posibilidad de que, después de varios sexenios, tengamos en México un presidente con mayoría partidista en el congreso. No habría entonces pretexto para la parálisis y ello obligaría más que nunca a la participación activa de los ciudadanos fuera de procesos electorales, preponderantemente como contralores de las decisiones que en uso de sus facultades constitucionales tome nuestro próximo presidente, incluidas las iniciativas de ley que se supone no tendrían problema en ser aprobadas.
Los partidos han dormido el sueño de los justos y en su letargo han despertado una grave crisis institucional. Pareciera que los miembros de las cúpulas partidistas han perdido la categoría de ciudadanos y se han convertido en una clase aparte con intereses egoístas y bien definidos: la obtención y el ejercicio del poder por el poder mismo.
#yo soy132 ha hecho una grieta al sistema. Su espíritu no debe morir con el triunfo o la derrota de Enrique Peña Nieto y si el mexiquense gana no debe ser su rumbo la oposición a ultranza. Inspirados en buenos ejemplos de la izquierda moderna, que no se ve por ningún lado en México como en otros países de América Latina, debe cundir como ejemplo a otras y diversas expresiones de jóvenes que enfundados en mezclilla y tenis generan conocimiento y esperanza desde las universidades. La política del espíritu y la política de la razón deben irrumpir con más fuerza el sexenio por venir a modo de contrapeso a la mediocrecracia o kakistocracia que inevitablemente seguirá presente desde los estados, comenzando por la nomenklatura de los partidos.
Lo escribí en twitter y facebook y lo sostengo: necesitamos políticos de mezclilla. Frescos, innovadores, arrojados, limpios, desinteresados, capaces; verdaderos políticos de la nueva generación que sacudan, incluso desde el pragmatismo el status quo.
Si el PRI gana, como prolongación de todas las encuestas, el escrutinio más grande habrá de darse al interior del mismo PRI. SI quiere reposicionarse como opción real programática y de decisión debe entregarse más que a su militancia, a la ciudadanía, comenzando por los hijos de sus militantes más tradicionales.
Raúl Jardón dijo que creía más en la izquierda porque de ese lado piensa más limpiamente el cerebro y late con más fuerza el corazón y en el pragmatismo peñanietista debe haber lugar para priístas de izquierda, de avanzada, de vanguardia. Una franja neorevolucionaria ilustrada y comprometida con los “sin nombre” que sea capaz de equilibrar los apellidos sexenales y arrebatar la estafeta a quienes, por razón biológica se niegan a dar los últimos coletazos.
No todos los jóvenes políticos son #132 pero cometerán un pecado cívico si permiten que al PRI lo sigan engullendo los mismos de siempre. Que el PRI desaparezca, suponiendo que fuera esto posible, de ninguna manera representaría un triunfo para México. Es un referente infaltable cuya estafeta solo necesita el próximo relevo.
Ejerzamos con dignidad, con seguridad y apegados a nuestra propia conciencia el voto. Que sea un voto por la paz y la tranquilidad.
@MoisesMolina