Mario Arturo Mendoza Flores
Al inicio de su campaña por la gobernación del estado, el candidato de la coalición “Unidos por la Paz y el Progreso”, Gabino Cué Monteagudo retó a sus adversarios a concurrir a cuatro debates que permitieran conocer más sobre las propuestas, trayectorias, preparación y más sobre cada uno de los contendientes. Sin embargo, de inmediato se dieron diversas respuestas –por no escribir pretextos– que rayaron de lo ridículo hasta aquéllas que resultan verdaderamente inverosímiles. En su mayoría, quienes evaden participar en dichos debates muestran inseguridad, miedo y falta de argumentos ante lo que sin duda alguna resulta una herramienta necesaria cuando de conocer propuestas se trata.
Y como con esas actitudes esquivas lo único que exhiben es su desconocimiento respecto a qué es y para qué sirve un debate, enseguida intentaremos explicar cuál es su propósito, para que ojalá y así dejen de esgrimir razones que lo único que consiguen es confirmar su falta de preparación para participar en un evento recurrentemente fomentado en los países de primer mundo o con altos índices de participación política y de apertura democrática. Pues bien, según los expertos un debate es un acto de comunicación en el que participan dos partes o más, exponiendo las diferentes ideas en torno a un tema que resulta especialmente polémico o de interés general. Por lo general, se trata del encuentro entre dos partes que tienen posiciones contrarias con respecto a un mismo tema y exponen sus ideas sosteniéndose sobre argumentos sólidos. Un debate será más completo y complejo a medida que las ideas expuestas vayan aumentando en cantidad y en solidez de argumentación. Se comporta también como una excelente instancia para reforzar y fomentar las propuestas en torno a ciertos temas, así como también puede ser una excelente manera de desarrollar determinados conocimientos relacionados con las expectativas ciudadanas.
Por eso quien sostenga que está acostumbrado a debatir todos los días consigo mismo, lo único que esta proyectando es su falta de conocimiento sobre el concepto y sobre el alcance de un ejercicio de ésta naturaleza. Uno mismo puede reflexionar, divagar, soñar y hasta elucubrar, pero nunca será un debate; pues éste requiere como mínimo la participación de dos personas con propuestas o ideas opuestas entre sí, que es en realidad lo que le genera la expectativa ciudadana en torno a su desarrollo. No debate quien no tiene argumentos, ideas, propuestas o un sustento que le permita en cierto momento rebatir lo que a su criterio no es justificable o viable; tampoco debate quien tiene problemas para hilar frases coherentes que permitan ubicar su grado de preparación no sólo académica, sino también intelectual. No debate tampoco quien no se siente seguro de su trayectoria personal pública o que teme ser exhibido ante malos manejos en sus responsabilidades pasadas. Por el contrario, suele debatir quien tiene una claridad respecto a los temas que se abordarán en dicho encuentro y que previamente fueron acordados por los representantes de cada uno de los participantes. Debate quien tiene la confianza de que sus propuestas serán las mejor recibidas, ya que se sustentan en datos y estudios previos. Debate quien cree tener la capacidad para enfrentar cuestionamientos de frente y responderlos de la misma manera. Debate quien tiene confianza en sí mismo.
En la historia política reciente de México, hay registros de personas que ganaron o perdieron el voto de la gente al asistir o al dejar de asistir a un debate. Vicente Fox Quezada y Andrés Manuel López Obrador son el ejemplo más próximo de ello. Contrariamente a quienes tienen miedo de debatir y para ello sostienen que no van por que no están dispuestos a participar en una competencia de popularidad, haciendo ostensible con ello –de paso– su ignorancia, se les informa que a esos se les llaman concursos o certámenes, no debates. También se les informa que tampoco un debate es una participación por interposita persona, por lo que quien asiste a él reconoce tácitamente que lo expuesto corresponde a lo que él considera viable, y no a nadie más; por lo que el condicionar o preguntar a quién representará uno de los asistentes viene a ser un recurso de bajo nivel, que sólo demuestra en quien lo esgrime su temor de verse cuestionado en el mismo sentido de si representa al Arquitecto, al Ingeniero, al Licenciado en Administración de Empresas o al personaje surgido del esfuerzo, o a cualquier otro título inexistente. El debatiente se representa a sí mismo y el proyecto, ideas o propuestas que enarbola.
Para que nadie se sienta amenazado o siquiera pueda considerar el que un debate pudiera estar manipulado o resultar parcial favorable a uno de los participantes, existe la posibilidad de recurrir a instituciones u organismos independientes y de gran prestigio entre la sociedad para su organización y moderación; las Cámaras Empresariales, las Instituciones de Educación Superior, las Asociaciones de Profesionales, Sindicatos Gremiales y hasta los Organismos no Gubernamentales; así que la preparación del mismo puede estar en manos de instituciones de prestigio que garanticen respeto, imparcialidad, certeza y equidad para todos los debatientes.
Es importante la cobertura que se le dé al mismo, ya que sin duda el interés ciudadano por presenciar de alguna manera el desarrollo del debate irá aumentando en la misma proporción en que se incremente la difusión de los temas a tratar y de la confirmación de cada uno de los candidatos. Es tiempo de hacer política de altura, de frente, con propuestas que puedan ser comparadas y analizadas. Oaxaca requiere de un cambio urgente y ese cambio también pasa por la forma de hacer política. Confirmemos que la transformación también significa cambio en la forma de ofertar los proyectos al electorado. No se puede hablar de transformación cuando esta se mira regresiva y como siempre, alejada del ciudadano interesado en cerciorarse de lo que se le ofrece. Es urgente pasar de la descalificación y la denotación como estrategia de campaña, a la firma de compromisos claros y específicos. Que no les gane el miedo y que debatan por el bien de Oaxaca. ¡Sí al debate!